UN REPETIDOR
El belga Walthère Dewé podría considerarse el más extraordinario espía de la historia. Durante la Primera Guerra Mundial, este listísimo ingeniero de telecomunicaciones belga fue el fundador de una red de información, La Dama Blanca, que con 1.300 agentes llegó a cubrir toda Bélgica, invadida por los alemanes. Su efectividad fue tal que tres de cada cuatro informes que llegaron al War Office británico procedentes de Bélgica y el norte de Francia estaban firmados por La Dama Blanca. Lo extraordinario es que, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y tras la segunda invasión alemana de su país, Walthère Dewé volvió a fundar una segunda red de información llamada Clarence que trabajó bajo el mismo sistema organizativo que La Dama Blanca, aunque con mucha más efectividad gracias a los emisores de radio que los ingleses les lanzaron en paracaídas. Más de un millar de informes sobre las operaciones de los nazis acabaron en manos de Churchill. En enero del 44, Dewé se enteró de que los alemanes habían descubierto a una de sus compañeras, Thérèse de Radiguès, y se precipitó a la calle para avisarla, pero al llegar descubrió que los nazis se le habían adelantado. Le dieron el alto, huyó y fue perseguido hasta que lo mataron de un tiro. Además de un genio del espionaje, Dewé tuvo que ser una gran persona.