¡Fuera todo lo alemán!
La germanofobia fue tan intensa en Estados Unidos que se llegó a matar a los perros de raza pastor alemán. Los nombres de comidas típicas de Alemania decidieron cambiarse y, así, se propuso que las hamburgers (hamburguesas) se llamaran Salisbury steak (filete de Salisbury) para borrar su origen (la ciudad alemana de Hamburgo). Por la misma razón, las salchichas de Frankfurt ( o frankfurters) pasaron a ser liberty sausages (salchichas de la libertad), y los perritos calientes o dachshunds ( perritos alemanes), liberty dogs ( perritos de la libertad). Además, se dejó de impartir clases de alemán en las escuelas y se prohibieron los libros escritos en dicha lengua. Con anterioridad a la Gran Guerra, el alemán había llegado a ser el segundo idioma más hablado en el país. Francia no se quedó atrás en cuanto a germanofobia a partir de la Primera Guerra Mundial. Ejemplo de ello fue un intento serio de eliminar el nombre del “Agua de Colonia”, por su referencia a la ciudad alemana.
LOS CAMBIOS NO TRIUNFAN
Las autoridades promovieron su sustitución por la denominación más patriótica de “Agua de Provenza”, pero la campaña no cuajó entre la población, que siguió llamando al producto por su nombre tradicional.
El odio al contrario era tan vivo que muchos aristócratas ingleses de origen alemán se apresuraron a cambiar de apellido: en adelante, los Battenberg se llamaron Mountbatten y la familia real inglesa, que se apellidaba Sajonia- Coburgo-Gotha, tomó el nombre de Casa Windsor.