Muy Historia

MEIRAV KAMPEAS-RIESS

A través de las vivencias de su abuela, la escritora israelí nos transporta al horror padecido en la II Guerra Mundial, y muestra la importanci­a de la memoria y la educación.

- FERNANDO COHNEN PERIODISTA

Cuál fue el motivo de querer escribir un libro sobre su abuela, Edith Roth?

Durante años nos costó motivar a mi abuela para hablar de lo que sufrió durante el Holocausto. Poco a poco la convencimo­s y decidió contarnos todo lo que pasó. Uno de los motivos de reunir toda su historia en un libro fue mi deseo como nieta de sacar algo bueno de ese horror. Quería convertir su legado en un magnífico abono para las nuevas generacion­es.

¿ Cómo reaccionó ella a su petición de que le contara su pasado?

Hace casi tres años, cuando le conté que iba a escribir su historia – con sus dolores y sus alegrías–, se emocionó muchísimo. Recuerdo esa conversaci­ón como si fuera ayer. Nos miramos la una a la otra, con los ojos brillantes de emoción, y sin necesidad de hablar ella me sujetó las manos y me dijo: “Te doy mi permiso. Hazlo. Espero poder leerlo con la ayuda de la salud”. ¡ Y así fue!

Antes de que su abuela le transmitie­ra su historia, ¿ sabía algo de su experienci­a durante la Segunda Guerra Mundial?

Desde muy pequeña, sabía que mi abuela había sobrevivid­o al Holocausto. Durante años me sentaba a su lado y le hacía preguntas, intentando resolver muchas dudas que tenía: cómo fue su casa, cómo eran sus padres, qué aficiones tenía de joven... Fui descubrien­do un montón de cosas, pero era difícil tener todas las piezas del puzle de su vida, armarlo y completarl­o.

En su libro, usted inicia la historia en el seno de una familia judía que vivía en Selish, ciudad del antiguo Imperio austrohúng­aro. ¿Cómo era la vida de aquella familia antes de que irrumpiera­n los nazis?

La vida de la familia Rut era maravillos­a. El padre, Efraim, había sido oficial en el ejército húngaro en la Primera Guerra Mundial y luchó mano a mano con los alemanes. Su negocio, una cafetería con restaurant­e, era todo un éxito; y él, una persona muy solidaria y generosa. La madre, Tzila, muy ortodoxa, era un ama de casa llena de valores y paz interior. Mi abuela Edith y sus dos hermanos, Asher y Moshe, disfrutaba­n de una vida plena y feliz como todos los niños. Tenían muchos amigos, estudiaban, jugaban y crecían en un entorno mixto. Su estilo de vida era judío, pero siempre conviviero­n en paz y respeto con todas las personas de la ciudad.

Su abuela cuenta el momento en que el profesor de Historia entró acompañado por el director del colegio para comunicar a los chicos que su ciudad, Selish, había dejado de ser checa para pasar a formar parte del Estado eslovaco, bajo dominio de los húngaros. ¿ Aquella fue la primera señal de que algo grave estaba a punto de ocurrir?

Sí, desde ese día algo en el aire empezó a cambiar. En poco tiempo, mi abuela Edith y sus hermanos empezaron a recibir insultos de los que eran sus compañeros de clase, en las calles los negocios judíos se marcaban con una estrella de David...

¿La actitud de los soldados húngaros ante la comunidad judía cambió en ese momento?

Exacto. Según me cuenta Asher, el hermano de mi abuela, la actitud de los soldados húngaros era muy vulgar y llena de rencor hacia ellos. Empezaron a anular poco a poco toda la dignidad de sus vidas.

Ese desprecio sorprende, habida cuenta de que su bisabuelo había combatido junto a los alemanes en la Primera Guerra Mundial...

Aquello era lo más conflictiv­o y embarazoso que le podía ocurrir a mi bisabuelo. ¿ Cómo pueden cambiar las circunstan­cias de la vida en un instante? Un día eres un comandante con medallas de honor –a nadie le importa si eres judío, cristiano o budista– y, de repente, te anulan completame­nte como persona solo porque eres judío. Es tremendo.

¿Cuáles fueron las primeras represalia­s contra su familia?

Uno de los golpes más duros fue la quema del negocio de mi bisabuelo, aquel restaurant­e donde había dado de comer a tantas personas –judías y no judías–. Por otro lado, a mi abuela y a sus hermanos, que tanto disfrutaba­n estudiando, les prohibiero­n la entrada a los colegios. Es decir, les negaron algo tan básico como la educación. A partir de ese momento, empezaron a ser testigos de una cruel violencia contra ellos y contra la comunidad judía, que era bastante grande en la ciudad.

Su padre mandó a sus hijos a Budapest, pero poco después Edith volvió con sus padres a Selish. ¿Por qué tomaron esa decisión?

Cuando entendiero­n que sus hijos ya no iban a tener la vida de antes y el día a día empezó a ser peligroso decidieron mandar a los tres a estudiar a Budapest. Puede imaginar lo dura que fue esta decisión. No es fácil enviar a tus hijos a tantos kilómetros de casa cuando tan solo tienen 13, 14 y 16 años. Pero, al poco tiempo, mi bisabuela se sintió tan sola y llena de tristeza que mi bisabuelo decidió viajar a la gran ciudad para llevar a mi abuela Edith de vuelta a casa. Pensó que juntos se apoyarían y vivirían más tranquilos.

Mi abuela logró resistir al Holocausto, pero enfermó, padeció hambre y perdió su propia dignidad

El único modo de evitar otro Holocausto es volver a los valores más fundamenta­les que tanto escasean hoy

¿ Qué supuso la llegada de los alemanes a Selish en marzo de 1944?

La llegada de los alemanes a la ciudad aquel año arrasó completame­nte con la vida de toda la comunidad judía. En algunas calles se levantaron muros y se formaron guetos. Durante meses mi familia vivió totalmente aislada, casi sin comida, sin poder comunicars­e con sus vecinos de toda la vida... Hasta que un día fueron trasladado­s en vagones de transporte de ganado al campo de exterminio de Auschwitz.

¿Cuál fue la experienci­a de su abuela en aquel horror?

Sobrevivir a un campo de extermino suena de película. Quizá tuvo suerte, o la acompañó Dios o alguna fuerza interior. Creo que no existe ninguna respuesta clara. Mi abuela logró resistir

al Holocausto, pero enfermó, padeció hambre y perdió su propia dignidad. Abrir cada mañana los ojos ya era un milagro. Creo que jamás llegaré a entender por todo lo que pasó, incluso a pesar de haber escuchado su relato.

¿ Cómo se explica usted que una nación europea cultivada engendrase un régimen capaz de asesinar a seis millones de judíos?

Durante años he leído mucho sobre el tema y he visto documental­es sobre la Alemania de los años treinta. Los alemanes no eran máquinas ni bestias, sino personas que en aquel momento necesitaba­n un líder fuerte con ideas claras. Y cuando un grupo o una nación es capaz de seguir a un líder así, que reclama lo mejor para ellos, son capaces de llegar a hacer todo lo que diga con los ojos y el corazón cerrados.

¿Cuándo se produjo finalmnete la liberación de su abuela, Edith Roth?

En enero de 1945, cuando llegaron los británicos a Bergen-Belsen. A este campo habían trasladado a todas las personas que aún tenían fuerzas para caminar en la “marcha de la muerte” de Auschwitz. En el momento de la liberación, mi abuela estaba ya muy débil y enferma. De hecho, lo único que recuerda es no sentir nada, ni alegría, ni tristeza, ni alivio... ¡Estaba muerta en vida!

¿Qué hizo su abuela tras la guerra?

Al liberarla, le operaron de urgencia un pie, que tenía en muy mal estado. Tras recuperar algo de fuerza, viajó con una enfermera a un hospital de Budapest. Allí, se reencontra­ría con sus dos hermanos, que habían pasado toda la guerra escapando de los nazis.

¿Qué le ha aportado esta historia?

Admiro la increíble realidad de mi abuela, los años de recuperaci­ón, la resilienci­a, la capacidad de volver a vivir, a enamorarse, de despertar cada mañana con una sonrisa y sacar adelante a una magnífica familia. Todo aquello me hizo pensar: tenía que hacer algo bueno con ese legado. En vez de odiar o buscar culpables pensé: ¿qué puedo hacer yo para que algo tan horrible como el Holocausto no le vuelva a ocurrir a ningún ser humano nunca más? ¿Cómo puedo convertir el horror en un abono para las generacion­es venideras? Sabía que la única manera era volver a los valores más fundamenta­les que tanto escasean hoy en día: el respeto al prójimo, la empatía y la bondad. Podemos conseguirl­o a través de la educación, haciendo de estos valores el eje central de los programas del Ministerio de Educación, de las nuevas generacion­es y de los profesores. Ese es el mensaje que intento transmitir a través de este libro.

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 ??  ?? AUTÉNTICA SUPERVIVIE­NTE. A sus 95 años, la abuela de Meirav Kampeas-Riess continúa residiendo en Israel, adonde llegó tras ser liberada con el fin de la contienda.
AUTÉNTICA SUPERVIVIE­NTE. A sus 95 años, la abuela de Meirav Kampeas-Riess continúa residiendo en Israel, adonde llegó tras ser liberada con el fin de la contienda.
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LA FAMILIA RUT, UN GRUPO MUY UNIDO Y CON UNA VIDA PLENA. En este retrato familiar vemos a Edith rodeada por sus padres y sus hermanos en la época feliz anterior al estallido de la Segunda Guerra Mundial.

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