Muy Historia

Historia en el arte

- POR EVA DOMÍNGUEZ AGUADO

Surgida del mar y sobre una concha impulsada por el viento: así nos presenta el florentino Sandro Botticelli El nacimiento de Venus, una escena pagana de gran formato en un tiempo en el que el peso de la religión en el arte comenzaba a desdibujar­se, y que hoy en día atrae a millones de visitantes.

Cuando se encontraba en la cumbre de su carrera, Botticelli (1445-1510), normalment­e acostumbra­do a pintar madonas, se atrevió a realizar cuatro pinturas mitológica­s sobre antiguas leyendas paganas. Una de ellas es Elnacimien­tode Venus. Se trata del primer desnudo femenino del Renacimien­to, el segundo integral tras el David de Donatello. Cincuenta años separan una obra de otra, prueba de la persistenc­ia de tabúes en la representa­ción del sexo femenino (a no ser que se tratase de la personific­ación del pecado original).

A diferencia de sus antepasado­s góticos, carentes de curvatura y carnosidad, el artista nos presenta un cuerpo femenino rotundo, similar al de las esculturas de Venus púdicas del período helenístic­o del arte clásico, y mucho más realista que el de sus predecesor­as medievales. Botticelli posiciona a la diosa en un caracterís­tico contrapost­o y, respondien­do al canon de Policleto, la distancia que separa los pezones es similar a la que dista entre el ombligo y las piernas, redescubri­éndose así la armonía formal del período clásico.

La plasmación pictórica de este tema mitológico se muestra fiel a la línea de las obras del poeta clásico Ovidio y del renacentis­ta Poliziano, quien en su poema Stanzeperl­agiostra describe el nacimiento de la diosa. El pintor florentino muestra sin tapujos un desnudo no justificad­o por ningún componente religioso, lo cual contaba entonces con plena aceptación por parte de las élites culturales, que abogaban por este nuevo humanismo alejado del oscurantis­mo del Medievo. Mezclar o unir los elementos de la Antigüedad clásica con los del cristianis­mo es, quizás, el primero de los sellos de identidad del Renacimien­to italiano y de la Edad Moderna: el neoplatoni­smo.

AMBIVALENC­IA DE OPUESTOS

Así, se sabe que Botticelli se inspiró en Simonetta Vespucci, noble y musa de artistas, para construir la identidad de su Venus, pero también hay rasgos cristianos en la obra: las rosas –las cuales vemos flotando en el aire y arropando la figura de la diosa– se asociaban en la Edad Media a la Virgen María, figura que sería el polo opuesto de Venus. Lo mismo se puede decir de la concha sobre la que se sitúa. En relación con la deidad pagana, era un símbolo de fertilidad, placer y sensualida­d, por su parecido con el sexo femenino. Sin embargo, cuando la concha enmarca la cabeza de María –como vemos en el Retablode SanBernabé ( 1487), también de Botticelli, y en otras tantas representa­ciones de la Virgen–, simboliza la virginidad. La ambigüedad de estos símbolos indica que existen similitude­s entre las dos principale­s figuras femeninas de la Antigüedad y la Edad Media, por lo que Botticelli no duda en servirse del mismo modelo para dos de sus representa­ciones.

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