Muy Historia

LA “TRADICIÓN” DE ATENTAR CONTRA EL PRESIDENTE

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Dejando aparte los famosos casos de Kennedy y Lincoln (del segundo se habla en otro artículo de este número), hubo otros dos presidente­s de EE UU que fueron asesinados en el ejercicio del cargo: James A. Garfield, en 1881, y William McKinley, en 1901. El primero murió dos meses después del atentado a consecuenc­ia de las heridas; el asesino del segundo, tras matarlo, exclamó: “He cumplido con mi deber”. Pero, además, fueron muchos los que se libraron del magnicidio por los pelos. En tiempos recientes, el atentado fallido contra Reagan en 1981 –también presente en otro artículo– fue el más sonado, pero hay otros destacable­s. Por orden cronológic­o: el 14 de octubre de 1912, Theodore Roosevelt –en ese momento expresiden­te y de nuevo candidato a la reelección–, mientras se preparaba para dar un discurso en Milwaukee, recibió un disparo en el pecho que le quebró una costilla, pese a lo cual pronunció la alocución antes de permitir que lo trasladara­n al hospital para sacarle la bala; el 15 de febrero de 1933, el otro Roosevelt, Franklin Delano (abajo), recién elegido y sin haber aún tomado posesión, sobrevivió al disparo de un tal Giuseppe Zangara, que impactó en el alcalde de Chicago, Anton J. Cermak, al que mató; y en noviembre de 1950, tres hombres intentaron sin éxito asesinar al sucesor de Roosevelt, Harry S. Truman.

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