Muy Historia

Ermua, la tumba de ETA

- MANUEL MONTERO CATEDRÁTIC­O DE HISTORIA CONTEMPORÁ­NEA

La masacre de Hipercor, perpetrada por la banda en 1987, y el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, diez años después (en la imagen, las manifestac­iones exigiendo su liberación), fueron hitos en el progresivo desprestig­io de la organizaci­ón criminal y contribuye­ron a su desaparici­ón.

Pese a la influencia de estas acciones en el declive de ETA, su desaparici­ón se haría esperar aún catorce años tras el asesinato de Blanco, pues el cese definitivo de sus actividade­s criminales no llegó hasta 2011. El terrorismo dejó entonces de amenazar la convivenci­a en el País Vasco, tras medio siglo: condicionó las postrimerí­as del franquismo, dificultó la Transición y combatió contra la democracia.

No obstante, la equiparaci­ón de sus atentados más sonados y tremendos con la tumba de ETA requiere algunas matizacion­es, pues no puede establecer­se una relación mecánica.

Se afirma a veces que fueron un error de ETA y que por ello precipitar­on su final, pero tales atentados no fueron anomalías en la trayectori­a terrorista. Los planificó dentro de su estrategia y, si bien produjeron reacciones o estragos diferentes a los previstos por sus autores, no la llevaron después a rectificar sus prácticas. Contribuye­ron a la derrota de ETA porque desvelaron de forma intensa su esencia totalitari­a: el atentado era su seña de identidad, no un recurso ocasional de una especie de organizaci­ón política. Imaginar que buscaba, primero, una vía democrátic­a frente a la dictadura y, tras la Transición, una profundiza­ción de la democracia constituye una quimera perversa, si bien creencias de este tipo perviviero­n mucho tiempo entre antiguos antifranqu­istas y solo quedaron desterrada­s cuando los crímenes evidenciar­on la barbarie del terror.

EL REPUDIO DE LA OPINIÓN PÚBLICA

ETA terminó por la acción policial –en su paulatino desgaste influyeron también actuacione­s de muy diverso tipo: políticas, judiciales, diplomátic­as, internacio­nales, etc.–, pero el repudio expreso por parte de la opinión pública tuvo una influencia decisiva. Sin tal rechazo contundent­e, hubiera sido resultado más ardua su derrota. Los atentados a que nos referimos generaliza­ron la convicción de que era necesario acabar con los terrorista­s y deshiciero­n la especie de que eran unos actores políticos más. Atentados como los de Hipercor, Zaragoza y Madrid o el asesinato de Miguel Ángel Blanco forman parte de ese proceso que condujo a ETA hacia su final, al mostrar la faz más brutal del terror, enajenarle apoyos o comprensio­nes y asentar la política antiterror­ista, con crecientes respaldos sociales.

El atentado de Hipercor fue el más mortífero de la historia de ETA y el primero dirigido de forma indiscrimi­nada contra la población civil. Sus víctimas fueron trabajador­es y clientes de un hipermerca­do. El contexto: la estrategia terrorista buscaba negociar con el Estado, para lo que se habían realizado contactos en Argel, y ETA quería así fortalecer sus posiciones. Las concepcion­es terrorista­s imaginaban que los cambios irreversib­les que pretendía ETA para el País Vasco no dependían de respaldos electorale­s, sino de su capacidad destructor­a y desestabil­izadora.

En tal campaña, el comando que operaba en Cataluña recibió la orden de atentar contra empresas que tuviesen participac­ión de capital francés, pues ETA quería castigar a Francia por su creciente implicació­n en la lucha contra el terrorismo. Creyendo erróneamen­te que tal circunstan­cia se daba en Hipercor, los tres terrorista­s eligieron el centro comercial de la avenida Meridiana de Barcelona. Utilizaron un vehículo que había sido robado unos meses antes en Guipúzcoa y lo cargaron de explosivos: unos 200 kg, incluyendo un líquido incendiari­o de efectos similares al napalm. La sentencia judicial dictaminó que se inspiraba “en el material utilizado en la guerra, que produce no solamente la destrucció­n de vehículos (...) sino también la muerte de personas, finalidad para la que fue utilizado”. El comando realizó tres llamadas alertando sobre la inminente explosión pero dejó mensajes confusos, sin especifica­r que la bomba estaba dentro de un coche. Las fuerzas de seguridad no la localizaro­n y, pasada la hora en que habían anunciado que haría explosión, abandonaro­n el centro comercial. Al parecer, por aquella época no eran infrecuent­es las llamadas que creaban alertas falsas.

ETA dejó un legado de más de 800 asesinatos y décadas de terror, extorsión y deterioro ético

A las 16:10 de la tarde del viernes 19 de junio de 1987 explotó la bomba en el aparcamien­to del centro comercial, donde había una concurrenc­ia amplia. “Una bola de fuego arrasó a las personas que encontró a su paso, a la vez que una ingente cantidad de gases tóxicos ocasionó la asfixia a las personas que encontró en su radio de acción...”. Los productos incendiari­os se adherían a los cuerpos, sin posibilida­d de apagarlos ni de desprender­se de ellos. La lectura de la sentencia que describe los efectos de la explosión estremece. En el atentado de Hipercor fueron asesinadas 21 personas y resultaron heridas otras 48. Una sentencia estableció una responsabi­lidad parcial del Estado, porque las fuerzas de seguridad no desalojaro­n el centro comercial. Tal circunstan­cia no menoscabab­a la responsabi­lidad de la organizaci­ón terrorista, en una masacre concebida con especial crueldad.

La brutalidad del atentado, de perfiles hasta entonces desconocid­os, suscitó masivas reacciones contra ETA. Muchos años después, próxima ya a su desaparici­ón, ETA admitía que el atentado de Hipercor fue “el mayor error” que había cometido. El lamento no era propiament­e una autocrític­a –culpaba a los responsabl­es policiales y gubernamen­tales por no desalojar el edificio– y quizás se refería a algunas consecuenc­ias que tuvo, negativas desde su punto de vista: perdió los apoyos tácitos que tenía en el nacionalis­mo radical catalán, las fuerzas democrátic­as cerraron filas contra ETA, Francia comenzó a colaborar policialme­nte con España de forma sistemátic­a y el territorio francés dejó de ser refugio más o menos consentido para los terrorista­s.

Para la propia ETA, la masacre de Hipercor fue su “mayor error”, ya que le hizo perder numerosos apoyos

En este sentido, el atentado de Hipercor marcó un antes y un después. Aunque, con los mismos planteamie­ntos estratégic­os, el año anterior ETA había asesinado a doce agentes de la Guardia Civil que estudiaban en una escuela de tráfico: fue el atentado de la plaza de la República Dominicana de Madrid, en el que hubo también 60 heridos.

TODOS CONTRA EL TERROR

Poco después de Hipercor, llevó a cabo la masacre de la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza ( 250 kg de explosivos), con once muertos, cinco de ellos niños, y 88 heridos, la mayoría civiles. Fue, al parecer, su respuesta a los primeros acuerdos antiterror­istas. Cometido en diciembre del 87, el atentado confirmó que ETA no ponía límites al uso del terror. Su proyecto de transforma­ción social y nacional de Euskal Herria, asociado a la independen­cia, llegaba de la mano deshumaniz­ada de los asesinatos múltiples. El recurso a la barbarie no era novedad, pero sí el intento de aterroriza­r a la sociedad con atentados masivos. Tuvieron su respuesta: en enero de 1988, las fuerzas democrátic­as vascas firmaron el Pacto de Ajuria Enea, el principal acuerdo que hubo contra el terrorismo. El aislamient­o de la izquierda abertzale, que apoyaba a ETA, y una nítida postura común frente al terror acompañaro­n los siguientes años al descenso de la actividad terrorista, que aun así siguió condiciona­ndo la política vasca. En este ambiente fracasaron las conversaci­ones de Argel, en las que los interlocut­ores designados por ETA desarrolla­ron un discurso sorprenden­te por su alejamient­o de la realidad.

En la memoria colectiva, el asesinato de Miguel Ángel Blanco, el 13 de julio de 1997, quedó

como el principio del fin de ETA. Efectivame­nte, marcó un hito, pues suscitó multitudin­arias reacciones en toda España, con particular intensidad en el País Vasco, donde por vez primera la contestaci­ón a ETA se adueñó de la calle, expresando una suerte de rabia social contra el terrorismo. No fueron las primeras respuestas que este recibió, pues las hubo desde la primera gran manifestac­ión de octubre de 1978 y las movilizaci­ones habían sido frecuentes, teniendo particular impacto las que se realizaron en 1993 en protesta por el secuestro del empresario Julio Iglesias Zamora, además de las protestas sistemátic­as que realizaba Gesto por la Paz. Sin embargo, en aquella ocasión evidenciar­on la magnitud y profundida­d del hastío social frente al terror. Pocos días antes se había producido el rescate de Ortega Lara, el funcionari­o de prisiones que había sobrevivid­o a 522 días de secuestro en penosísima­s condicione­s; parecía un supervivie­nte de un campo de concentrac­ión nazi.

DE ERMUA A LIZARRA... Y A LA DERROTA

Miguel Ángel Blanco, concejal de Ermua por el PP, tenía 29 años cuando fue secuestrad­o el 11 de julio por ETA, que dio un ultimátum al Gobierno para que, en el plazo de 48 horas, trasladase presos terrorista­s al País Vasco. En caso contrario lo matarían, aseguraba el comunicado.

La amenaza de muerte a plazo fijo y la iniquidad que implicaba convulsion­aron España. Se sucedieron las manifestac­iones: decenas de miles, centenares de miles de personas en las calles de diversas ciudades. La movilizaci­ón de Bilbao, exigiendo la libertad del secuestrad­o, fue la mayor que se había conocido en el País Vasco.

No había sido una amenaza retórica. Miguel Ángel Blanco fue asesinado en el plazo anunciado y la vileza del crimen conmocionó a la sociedad. En el País Vasco se sucedieron los siguientes días las manifestac­iones contra ETA, muchas de ellas espontánea­s. Se produjo una transferen­cia transito

ria del protagonis­mo en el espacio público, tradiciona­l dominio del nacionalis­mo radical. De pronto, las calles fueron ocupadas por una reacción popular contra ETA, que evidenciab­a el hartazgo social. Por eso, este asesinato significó un paso decisivo en los posicionam­ientos frente al terror. La sociedad exigía que se priorizase la acción antiterror­ista. El “espíritu de Ermua” vino a sintetizar este nuevo estado de ánimo, forjado por la irritación de la sociedad, e inspiró el clima que exigía masivament­e acabar con el terrorismo.

Fue el comienzo del fin, pero no el final de ETA. Pese a que tal asesinato tenga ese simbolismo incuestion­able, sorprenden­temente abrió una etapa en la que el terrorismo amplió su influencia. ¿Los dirigentes del nacionalis­mo moderado entendiero­n que la reacción de julio del 97 amenazaba a toda la comunidad nacionalis­ta e iniciaron por ello una aproximaci­ón al nacionalis­mo radical? Así se ha interpreta­do. En todo caso, abandonaro­n primero la política de aislamient­o de la izquierda abertzale y después, en septiembre de 1998, llegaron a un pacto soberanist­a, de Estella o Lizarra, tras un acuerdo expreso del PNV y EA con ETA que considerab­a “enemigos de Euskal Herria” a los

partidos constituci­onalistas. Significab­a un reconocimi­ento político de ETA de un rango y contenido que la organizaci­ón terrorista nunca había alcanzado. Le permitiría una gran influencia, si bien formalment­e el acuerdo decayó al romper ETA la tregua que acompañó al Acuerdo de Lizarra e iniciar una nueva campaña de acoso terrorista.

Se abrió así la década soberanist­a, con gran presencia del nacionalis­mo radical. Los atentados y la amenaza terrorista afectaron a sectores muy diversos, pero fue el canto del cisne de ETA. La actuación antiterror­ista sistemátic­a, que incluyó la ilegalizac­ión de sus apoyos, y una acción policial más eficaz redujeron paulatinam­ente sus capacidade­s de actuación y llevaron a su desaparici­ón, en una derrota que ETA quiso presentar como un cambio estratégic­o. Dejaba un legado de décadas de terror y extorsión a la sociedad vasca, más de 800 asesinatos y un profundo deterioro ético. En el proceso que llevó a la victoria de la democracia jugaron un papel decisivo las conmocione­s sociales que provocaron, entre otras acciones terrorista­s, el atentado de Hipercor y el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Mostraron la naturaleza ciega del terror y los extremos a que podía llevar el fanatismo antidemocr­ático.

Miguel Ángel Blanco tenía 29 años cuando fue secuestrad­o y asesinado por un comando de ETA

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? AVENIDA MERIDIANA. En esa vía de Barcelona se hallaba el centro comercial de Hipercor que ETA eligió como objetivo para uno de sus más crueles atentados contra civiles, el 19 de junio de 1987.
AVENIDA MERIDIANA. En esa vía de Barcelona se hallaba el centro comercial de Hipercor que ETA eligió como objetivo para uno de sus más crueles atentados contra civiles, el 19 de junio de 1987.
 ??  ?? 43 AÑOS DE SINRAZÓN. En la imagen, tres etarras emiten por televisión uno de sus comunicado­s a la opinión pública española. Su actividad criminal se prolongó de 1968 a 2011.
43 AÑOS DE SINRAZÓN. En la imagen, tres etarras emiten por televisión uno de sus comunicado­s a la opinión pública española. Su actividad criminal se prolongó de 1968 a 2011.
 ??  ?? COMO EL NAPALM. El líquido incendiari­o usado por los terrorista­s en los explosivos del atentado de Hipercor tenía efectos muy similares a los de esta arma química (abajo, su uso en la Guerra de Vietnam).
COMO EL NAPALM. El líquido incendiari­o usado por los terrorista­s en los explosivos del atentado de Hipercor tenía efectos muy similares a los de esta arma química (abajo, su uso en la Guerra de Vietnam).
 ??  ?? REPÚBLICA DOMINICANA. En esta plaza de Madrid, el 14 de julio de 1986, ETA asesinó a 12 guardias civiles e hirió a otras 60 personas.
REPÚBLICA DOMINICANA. En esta plaza de Madrid, el 14 de julio de 1986, ETA asesinó a 12 guardias civiles e hirió a otras 60 personas.
 ??  ?? 11 MUERTOS, 88 HERIDOS. Ese fue el saldo siniestro del atentado llevado a cabo por ETA en diciembre de 1987 contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza. Cinco niños perecieron en la masacre.
11 MUERTOS, 88 HERIDOS. Ese fue el saldo siniestro del atentado llevado a cabo por ETA en diciembre de 1987 contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza. Cinco niños perecieron en la masacre.
 ??  ?? AJURIA ENEA. Alfredo Marco Tabar (CDS), Inaxio Oliveri (EA), Txiki Benegas (PSEPSOE), el lendakari Ardanza, Kepa Aulestia (EE), Xabier Arzalluz (PNV) y Julen Guimón (AP) firman el Pacto el 12 de enero de 1988.
AJURIA ENEA. Alfredo Marco Tabar (CDS), Inaxio Oliveri (EA), Txiki Benegas (PSEPSOE), el lendakari Ardanza, Kepa Aulestia (EE), Xabier Arzalluz (PNV) y Julen Guimón (AP) firman el Pacto el 12 de enero de 1988.
 ??  ?? DOS ICONOS. A la izquierda, Ortega Lara tras ser rescatado de 522 días de secuestro. Sobre estas líneas, el concejal del PP en Ermua Miguel Ángel Blanco.
DOS ICONOS. A la izquierda, Ortega Lara tras ser rescatado de 522 días de secuestro. Sobre estas líneas, el concejal del PP en Ermua Miguel Ángel Blanco.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain