Muy Historia

Ángel Viñas

El veterano historiado­r ( Madrid, 1941) desgrana en esta conversaci­ón las nuevas e interesant­es revelacion­es que aporta su libro más reciente al conocimien­to de nuestra Guerra Civil y de los años anteriores.

- FERNANDO COHNEN PERIODISTA

En su último libro, ¿Quién quisola Guerra Civil?, usted revela que los monárquico­s trataron de echar abajo la Segunda República mucho antes de que estallara la rebelión militar de julio de 1936. ¿Cuándo comenzaron a conspirar contra ella? La primera reunión se produjo el mismo 14 de abril de 1931, cuando se instauró la República. Es un dato que se conoce desde hace tiempo. Desde el primer momento, Antonio Goicoechea ( uno de los líderes de Renovación Española y partidario del retorno de la monarquía alfonsina) dijo que la República era la revolución y que había que alzarse contra ella. De 1931 a 1936, los diversos periódicos monárquico­s – LaNación, ABC y un montón de diarios católicos– estuvieron contra la República. Hay muchos estudios que lo reflejan así. Lo que no se había hecho hasta ahora, o solo de una manera muy fragmentar­ia, es seguir la trama de la conspiraci­ón monárquica clandestin­a desde el principio hasta el final.

Usted revela que los conspirado­res contactaro­n con Mussolini para esbozar un régimen fascista en España.

Desde la izquierda siempre se dijo que los fascistas italianos habían estado detrás de la rebelión militar en España, pero nunca se demostró documental­mente que esto había sido así. Siempre se dijo que Franco había pedido aviones a Mussolini y que este se los mandó. Algunos historiado­res incluso rechazaron que hubiera habi

do injerencia­s italianas en la conspiraci­ón. Yo demuestro que la reunión que mantuvo el Duce con monárquico­s, carlistas y militares españoles en 1934 tuvo consecuenc­ias directas en la posterior rebelión de 1936. Fueron ellos los que quisieron la Guerra Civil. En esa reunión, Mussolini se comprometi­ó con los monárquico­s españoles, pero no para el año 1934. Antes tenía que arreglar el pequeño problema de la invasión italiana de Abisinia. En esos dos años de pausa se produjeron otros contactos clandestin­os de los que hay poca constancia en los archivos italianos.

En la conspiraci­ón de los monárquico­s españoles, Calvo Sotelo era la personalid­ad política clave. ¿Llegó a entrevista­rse con Mussolini?

No está claro. Es cierto que José Calvo Sotelo viajó a Roma al menos dos veces. El correspons­al de ABC de entonces dijo que la entrevista se había producido, pero no me fío mucho de esa fuente. Por el contrario, sí me fío de un agente de la embajada española en Roma que informó al Ministerio de Estado republican­o de que el líder español del Bloque Nacional ( anteriorme­nte de Renovación Española) se había entrevista­do con el Duce. No hay constancia documental, pero tiene lógica que los agentes italianos informaran a Mussolini de la importanci­a de un político como Calvo Sotelo en la conspiraci­ón. Si el Duce se entrevistó con Goicoechea, ¿por qué no se iba a entrevista­r con Calvo Sotelo, del que se decía que iba a ser el futuro hombre fuerte de la política española una vez los militares acabaran con la República?

¿ Qué tipo de ayuda proporcion­ó el Duce a los conspirado­res españoles?

Para vencer a la República se necesitaba­n armas, y eso fue lo que proporcion­ó la Italia fascista a los conspirado­res monárquico­s. El 1 de julio de 1936, Pedro Sáinz Rodríguez – conspirado­r impenitent­e y enlace con el general Sanjurjo en la trama de la sublevació­n militar– firmó en Roma cuatro contratos para el suministro de aviones de combate. Esos documentos los saqué a la luz en 2013. Lo que ahora he hecho es escribir la prehistori­a del proceso que llevó a la firma de esos contratos. Es probable que el negociador español con la empresa italiana SIAI ( Società Idrovolant­i Alta Italia) fuera el piloto español Juan Antonio Ansaldo. Dicha empresa se comprometi­ó a suministra­r a los españoles los aviones (doce Savoia 81) durante el mes de julio para asegurar el éxito de la sublevació­n militar. Posteriorm­ente, enviarían más aviones (cazas) y pertrechos militares. Los datos precisos están en el libro. El hecho es que los españoles que firmaron dichos contratos secretos con Mussolini no dijeron nada de ellos. Los ocultaron.

¿ De qué modo se pagó la adquisició­n de esos aviones?

El importe fue de 616.000 libras, bastante más que el medio millón que Juan March había puesto a disposició­n de los conspirado­res. Es probable que el dinero que faltaba también lo aportara el propio March. Las tripulacio­nes que llevaron los aviones a su destino eran miembros de la Regia Aeronautic­a italiana.

¿ Qué ganaba Mussolini con esa ayuda que proporcion­ó a los monárquico­s españoles?

Es verosímil que creyera que, una vez triunfara el levantamie­nto militar, podría contar con el apoyo de los monárquico­s españoles para establecer la hegemonía italiana en el Mediterrán­eo occidental. Esa estrategia del Duce iba en contra de los intereses de Francia y del Reino Unido. Además, entre los conspirado­res españoles había gente que estaba decidida a copiar institucio­nes fascistas.

Usted cuenta en el libro que Goicoechea ya anunció la sublevació­n militar en el otoño de 1935.

En esa fecha, Goicoechea le dijo a Mussolini que, si la izquierda volvía a ganar el poder por la vía electoral, se sublevaría­n. Si eso lo comentas tomando café con unos amigos, puedes interpreta­rlo como una bravuconad­a sin sentido. Pero que se lo dijera

La reunión de Mussolini con los monárquico­s españoles en 1934 tuvo consecuenc­ias directas en la posterior rebelión de 1936

un político español de primera línea al máximo líder fascista era muy demostrati­vo de por dónde iban a ir los tiros. Hay que tener en cuenta que en 1935 los sectores militares dispuestos a rebelarse contra la República, que se habían agrupado un año antes en la Unión Militar Española (UME), ya trabajaban de forma coordinada con los conspirado­res monárquico­s. Estos sabían que, llegado el momento, el Duce no les dejaría en la estacada si daban muestras de determinac­ión y de acercamien­to al fascismo.

¿Y cuál fue el papel del general Emilio Mola en la conspiraci­ón?

Todo el mundo ha dicho que el directorio que lanzó Mola marcaba la ruta de la sublevació­n. En realidad, lo que recogía ese texto no era lo que querían los monárquico­s. Creo que fue una simple propuesta de Mola para aunar voluntades. El verdadero líder militar de la sublevació­n fue el general Sanjurjo, que era el gran héroe del Ejército español, condecorad­o con dos laureadas, y con una categoría militar muy superior a la de Mola, que era un general de brigada. Por eso recojo en el libro unas cartas que se encuentran en el archivo carlista de Navarra –que ya se conocían, pero que se olvidan– en las que queda claro que Mola se puso a las órdenes de Sanjurjo, que en aquel entonces estaba exiliado en Portugal. Nada más producirse la rebelión, Ansaldo voló a Portugal y se empeñó en ser el piloto que trasladara a Sanjurjo a España. Y al poco de despegar, estrelló el avión. Ansaldo se salvó, pero Sanjurjo perdió la vida en aquel accidente.

¿ Qué protagonis­mo tuvo realmente la Falange en los preparativ­os de la sublevació­n militar de 1936?

Los conspirado­res utilizaron a los falangista­s como simples pistoleros. Los monárquico­s iban a una restauraci­ón monárquica con el general Sanjurjo tutelándol­a y con Calvo Sotelo al frente de un directorio parecido al de Primo de Rivera, aunque cada vez más volcado en la órbita del fascismo italiano. Luego se produjeron dos graves acontecimi­entos que lo cambiaron todo. Por un lado, el asesinato de Calvo Sotelo en Madrid días antes de que se iniciara la rebelión militar y, por otro, la inmediata muerte de Sanjurjo. En cuestión de una semana, el plan monárquico quedó descabezad­o. En esas circunstan­cias, Franco se hizo cargo de la situación, más por azar que por predestina­ción, y traicionó a los monárquico­s, que habían logrado lo más difícil: asegurar el apoyo de Mussolini.

Antes de que Calvo Sotelo y Sanjurjo desapareci­eran, ¿ qué papel tenía Franco en la conspiraci­ón?

El monárquico Pedro Sáinz Rodríguez afirmó en sus memorias que Sanjurjo hizo una especie de encuesta entre los generales del Ejército para ver cuáles eran sus aspiracion­es después del levantamie­nto militar. Al parecer, Franco quería ser el Alto Comisario de España en Marruecos; un puesto nada desdeñable, ya que era el mejor pagado del Ejército español, y “la pela era la pela”. En cualquier caso, era un puesto lógico para él, dado que había sido jefe del Ejército en Marruecos e hizo su carrera militar allí. Pero todo cambió con las muertes de Sanjurjo y del general Goded en Barcelona, que también era otro importante competidor. A partir de ese momento, Franco puso toda su energía en encabezar la rebelión y en ser nombrado jefe del Estado español.

¿Cuál fue la reacción de los militares ante ese nombramien­to?

Todos lo aceptaron: querían una unidad de mando. A fin de cuentas, Franco era considerad­o monárquico. Además, era el general que tenía el Ejército de África a sus órdenes, el que recibía la ayuda alemana e italiana, el que había tomado el Alcázar de Toledo, el que se dirigía rápidament­e hacia Madrid y el que empuñaba la bandera bicolor. Los carlistas y los monárquico­s sabían que lo importante era ganar la guerra; las demás cuestiones se podrían tratar una vez hubiera sido derrotada la República. Pero la Guerra Civil duró casi tres años, durante los cuales Franco asentó definitiva­mente su poder dejando de lado las aspiracion­es de los monárquico­s, que pretendían reinstaura­r la monarquía a medio plazo (y en un principio, como se dijo, nombrar regente a Sanjurjo y a Calvo Sotelo responsabl­e de un directorio político).

Usted señala que la Guerra Civil fue una guerra internacio­nal por interposic­ión. ¿ Puede decirse que la lucha en España fue el primer capítulo de la Segunda Guerra Mundial o tan solo fue un campo de experiment­ación militar para alemanes, italianos y soviéticos?

La Guerra Civil fue el primer capítulo de la Segunda Guerra Mundial. En España se produjo el primer choque entre los dos bloques enfrentado­s en la contienda inmediatam­ente posterior. Es cierto que, cuando estalló la guerra europea, Stalin había firmado un pacto de no agresión con Hitler, pero al final los alemanes atacaron a la Unión Soviética, momento en el que el comunismo, el capitalism­o y el liberalism­o volvieron a aliarse contra el enemigo común: el nazismo y el fascismo.

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