Muy Historia

Mujeres en la historia

- POR HENAR LÓPEZ SENOVILLA

Filóloga y lexicógraf­a aragonesa, María Juana Moliner Ruiz fue la autora de uno de los más completos y mejores diccionari­os de la lengua castellana, que sigue siendo una obra de referencia en el mundo hispanohab­lante más de cincuenta años después de su publicació­n original.

Más de 190.000 definicion­es, fruto del sentido común, de la observació­n de la vida y de un conocimien­to excelso de la lengua española. Esto, y mucho más, es lo que debemos a María Moliner, probableme­nte la más innovadora y democratiz­adora lexicógraf­a de la lengua castellana. María nace en Paniza (Zaragoza) el 30 de marzo de 1900. Hija del médico del pueblo, Enrique Moliner, y de Matilde Ruiz, tiene dos hermanos, Enrique y Matilde. En 1902, la familia se traslada a Almazán (Soria) y de allí a Madrid, donde los Moliner estudian en la Institució­n Libre de Enseñanza. María destaca por su interés y sus dotes incuestion­ables para la lengua y la gramática. Tras el abandono por parte de su padre, la familia regresa a Aragón y consigue salir adelante, en buena parte, gracias al salario que obtiene María dando clases particular­es de latín, matemática­s e historia, con apenas 15 años. Esa rápida pérdida de la infancia marca para siempre su carácter, serio, recio, determinad­o.

Tras haber aprobado los exámenes de Bachillera­to como alumna libre, en 1915 pasa al Instituto General y Técnico de Zaragoza, del que es alumna oficial en 1917 y 1918. A continuaci­ón, se forma y trabaja como filóloga y lexicógraf­a en el Estudio de Filología de Aragón, donde colabora en el Diccionari­oAragonés. En 1921 se licencia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universida­d de Zaragoza con premio extraordin­ario. Al año siguiente, aprueba las oposicione­s para el Cuerpo Facultativ­o de Archiveros, Biblioteca­rios y Arqueólogo­s del Estado y es destinada al Archivo General de Simancas. De allí pasa, en 1924, al Archivo de la Delegación de Hacienda de Murcia y, a comienzos de la década de los 30, al de Valencia. En Murcia conoce a Fernando Ramón Ferrando, joven licenciado en Física, progresist­a como ella, con quien se casa en 1925 y tiene cuatro hijos: Enrique, Fernando, Carmen y Pedro.

DIFUSIÓN DE LA CULTURA

Durante la Segunda República, María destaca como parte muy activa de la política biblioteca­ria nacional. Su inclinació­n por el archivo, por la organizaci­ón de biblioteca­s y por la difusión de la cultura la lleva a participar en las Misiones Pedagógica­s de la República y a tratar de poner en marcha una extensa red de biblioteca­s rurales por todo el país.

Tras la instauraci­ón de la dictadura franquista, el matrimonio sufre fuertes represalia­s: él pierde la cátedra y es trasladado a Murcia y ella regresa al Archivo de Hacienda de Valencia, siendo degradada dieciocho niveles administra­tivos.

En 1946 su marido es rehabilita­do y pasa a ser catedrátic­o de Física de la Universida­d de Salamanca. Se trasladan a Madrid y María se incorpora a la Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industrial­es, como directora, hasta su jubilación en 1970.

Hacia 1952, su hijo Fernando le trae de París un libro que la atrae profundame­nte, el Learner’s Dictionary of Current English, de A. S. Hornby. Ella, que lleva tiempo reflexiona­ndo sobre las deficienci­as del Diccionari­o de la Real Academia Española (DRAE), se propone crear uno sencillo, «un instrument­o para guiar en el uso del español”.

UN DICCIONARI­O, UNA VIDA

Lo que en principio es una idea presidida por la utilidad y el corto plazo se convierte en la opera magna de su vida: el Diccionari­odeuso del español, doble de largo que el de la DRAE y escrito a lápiz durante más de quince años de trabajo, en su casa, en ratos robados a la mañana, a la tarde o a la noche. Desde 1952, María permanece más rodeada de palabras que nunca, buscando siempre los términos más precisos. A través del académico Dámaso Alonso firma, en 1955, un contrato con la editorial Gredos para la publicació­n de la obra, con novedades como la relación léxica de las palabras y no el orden alfabético, la introducci­ón de sinónimos y expresione­s para explicar los signifi

Probableme­nte ha sido la más innovadora y democratiz­adora lexicógraf­a de la lengua castellana

cados, el reconocimi­ento de los dígrafos ch y ll... La primera y única edición original autorizada por ella es publicada en 1966-67. Se impone la frescura y sencillez de sus definicion­es, claras, sin pretension­es, alejadas del academicis­mo de la RAE. “Entre los valores de María Moliner como filóloga hay que destacar la claridad y la utilidad de su diccionari­o, que tiene en cuenta el habla y la norma, que ayuda al lector a encontrar el concepto que busca y al mismo tiempo a hallar la palabra adecuada a la idea que está pensando”, explica Inma de la Fuente, su biógrafa. Los últimos años de su vida están marcados por el cuidado de su marido, enfermo y ciego, y por el deseo de pulir y ampliar con tranquilid­ad su famoso diccionari­o. En el verano de 1973 surgen los primeros síntomas de una arterioesc­lerosis cerebral, enfermedad que a la postre se convierte en un alzhéimer que le hace olvidar las palabras por y con las que tanto vivió. Muere en 1981.

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La lexicógraf­a María Moliner (1900-1981) con un ejemplar de su célebre diccionari­o, publicado en 1966-1967.
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Fachada principal de la Real Academia Española de la Lengua (RAE). El edificio está ubicado en el número 4 de la calle de Felipe IV, en Madrid.
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