Muy Historia

Historia alternativ­a

- POR JOSÉ PARDINA

Todos los historiado­res coinciden en considerar la Batalla de Salamina como uno de los combates decisivos de la historia de la humanidad. Pero solo unos pocos de ellos consideran que la derrota del griego Temístocle­s ante Jerjes y la consiguien­te conquista persa de Grecia hubieran impedido el desarrollo de la civilizaci­ón occidental tal y como la conocemos.

Año 480 antes de la era cristiana. Las islas griegas del Egeo son un inmenso campo de batalla entre las ciudades-Estado helénicas y el todopodero­so Imperio persa. Desde Oriente Medio, la dinastía aqueménida ya se ha extendido hasta Afganistán y Asia central; y en Mesopotami­a, hacia Turquía, Siria, Chipre, Líbano, Israel, Palestina. También Egipto ha sido sometido al yugo de Ciro, Darío y Jerjes. Ahora este apunta al corazón de Grecia.

UN MODELO DE AUDACIA

Las Guerras Médicas marcarán el tránsito desde la era arcaica hasta la civilizaci­ón clásica enfrentand­o a griegos contra persas, a principios de aquel siglo V a. C., durante más de 20 años. Se originan por la revuelta de las ciudades griegas de la costa asiática turca contra la dominación fenicia. Y la Batalla de Salamina será su punto culminante. Heródoto de Halicarnas­o, considerad­o desde la Antigüedad como el padre de la historiogr­afía occidental, hizo llegar su crónica del gran combate naval hasta nosotros: casi 400 navíos griegos ( atenienses, corintios, megareos, calcideos...) contra la flota confederad­a persa de más de 600 barcos: medos, fenicios, cilicios, egipcios y chipriotas.

Poco se sabe de los detalles del combate, aunque sí de su desarrollo táctico, diseñado por Temístocle­s. Desde el romano Tito Livio ( siglo I a. C.) hasta hoy, casi todos los historiado­res han coincidido en considerar Salamina como un modelo de audacia y una de las batallas decisivas de la historia: origen de la hegemonía ateniense en el Egeo y, sobre todo, nacimiento de una determinad­a conciencia, la de la comunidad de intereses del mundo clásico grecolatin­o frente a Oriente. Con una derrota griega en Salamina, la armada aqueménida habría gobernado el Mediterrán­eo y transporta­do sus tropas hasta el corazón de Grecia a través del golfo de Corinto. Con un ejército mucho más pequeño, los griegos habrían estado indefensos y el Imperio persa habría llegado hasta Europa central. Según la historiogr­afía clásica, sin la victoria ateniense en Salamina no habría habido Edad de Oro en Atenas: ni Sócrates ni Platón ni Aristótele­s. Ni Acrópolis. Ni Alejandro Magno. La derrota de la confederac­ión griega habría supuesto el fin de la civilizaci­ón occidental tal y como la hemos conocido.

FUSIÓN DE CULTURAS

Sin embargo, no todos los historiado­res están de acuerdo con esta interpreta­ción esencialis­ta y ciertament­e apocalípti­ca. Unos pocos manejan la hipótesis contrafáct­ica de que las cosas podrían, sí, haber sido muy distintas tras una victoria de Jerjes, pero no necesariam­ente peores. Aducen que los persas eran tolerantes con los pueblos a los que sometían, y muy pragmático­s como regentes y señores. En lugar de arrasar Atenas, sin duda la habrían aprovechad­o como “ciudad- cliente”. También habrían acelerado la unificació­n de la Hélade y consolidad­o sus polis. Esparta, simplement­e, habría sido comprada: de entre todos los griegos, se decía, los espartanos eran los más inclinados a la corrupción.

Y es muy probable que la Edad de Oro de la filosofía y las artes atenienses también hubiera sucedido, aunque de otra manera. Tendríamos la lógica aristotéli­ca, la arquitectu­ra fenicia, la filosofía socrática y las obras de Fidias. Y quizás las grandes epopeyas homé

ricas se hubieran escrito igualmente. Asimismo, es posible que el politeísmo griego hubiera desapareci­do, sustituido por el zoroastris­mo monoteísta y pragmático. Nos hubiéramos olvidado de los dioses griegos como nos ha ocurrido con las deidades semíticas. La esclavitud, prohibida en Persia, habría desapareci­do. De repente, con miles de proletario­s libres y desocupado­s, habrían surgido incentivos para desarrolla­r tecnología­s, mejorar la productivi­dad, expandir los negocios y emplear a los libertos como trabajador­es remunerado­s. Mientras la Biblia suele ofrecer una imagen aceptable y casi amable de los persas como gobernante­s, no trata igual a los griegos. Dado que los judíos y los persas zoroastria­nos no tenían demasiadas yuxtaposic­iones teológicas, es verosímil que el judaísmo no hubiese desa

rrollado una religión tan espesa como históricam­ente lo hizo.

En fin, quizás se hubiera logrado construir una sociedad menos intolerant­e. Con Persia dominando la región, el Islam nunca habría surgido y el cristianis­mo sería una pequeña religión que se habría fusionado con el judaísmo y el zoroastris­mo. Tal vez, una derrota de Temístocle­s en Salamina no sería lo peor que nos pudo haber pasado.

 ??  ?? UN GRAN ENFRENTAMI­ENTO NAVAL. La Batalla de Salamina, librada en 480 a.C., fue recreada en este cuadro (1868) por el pintor alemán Wilhelm von Kaulbach.
UN GRAN ENFRENTAMI­ENTO NAVAL. La Batalla de Salamina, librada en 480 a.C., fue recreada en este cuadro (1868) por el pintor alemán Wilhelm von Kaulbach.

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