Historia en el arte
Este cuadro es una de las primeras obras que marcaron el nacimiento de una nueva técnica: el puntillismo. Esta nueva forma de interpretar la realidad le costó más de una crítica a Seurat, a día de hoy, uno de los grandes nombres del arte del siglo XIX.
De buena familia pero inconformista, a los 21 años Georges Pierre Seurat (1859-1891) decidió abandonar sus estudios en la Academia de Bellas Artes porque se negaba a pintar “cuadros convencionales”. Cabe decir que contaba con el apoyo económico de su padre –un empresario inmobiliario– para financiar su carrera, lo cual le facilitó mucho las cosas. A partir de su descubrimiento del arte impresionista, se centró en retratar y dibujar a gentes sencillas y pequeños paisajes al aire libre junto al agua. Uno de sus emplazamientos preferidos para crear fue Asnières-sur-Seine, a orillas del Sena, al noroeste de París. Allí confeccionó otra de sus obras más conocidas, Losbañistas de Asnières. Una de las características que diferenciaba su pintura de la de los impresionistas era que estos eran captadores de instantes y pintaban de manera espontánea; Seurat, por el contrario, realizaba estudios preliminares, bocetos en tablas de pequeño tamaño donde iba plasmando las diferentes partes que luego compondrían la obra completa.
UNA NUEVA FÓRMULA ÓPTICA
La obra que nos ocupa fue concluida en la primavera de 1885, pero, por problemas de la organización, la Exposición de los Independientes donde iba a presentarla se suspendió, por lo que Seurat aprovechó para pasar una temporada en la costa y dejó la pintura “reposando” en el taller.
A su regreso a París en otoño, ultimó un aspecto esencial del cuadro: dotó a toda la superficie de una textura inusual confeccionada a base de puntitos de colores. Así, solo si se retrocedía unos pasos se podía identificar lo que estaba representado. Esta idea, al parecer, tomó forma durante su verano en la costa. Así lo afirmó el propio Seurat: “Desde que tuve un pincel en la mano, traté de descubrir nuevas fórmulas ópticas”. Para ello, pasó aquel verano leyendo libros especializados en teoría del color. De este modo, entendió que los colores llegan al ojo como radiaciones luminosas de longitud de onda diferente y que es en la retina donde se mezclan para formar un color concreto a partir de los primarios. Fue así como Seurat vio la oportunidad de crear su sello propio: en vez de mezclar los colores en la paleta, aplica los fundamentales en forma de puntos sobre el lienzo, y es la retina del espectador la que realiza el trabajo de aunarlos para que el cerebro los entienda como un todo. Él bautizó esta nueva técnica como “divisionismo”; más tarde se le daría el nombre de “puntillismo” por el que hoy se la conoce.
La última exposición impresionista de 1886 le permitió presentar su versión retocada de Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte;co moer a de esperar, escandalizó al público. Algunos de sus coetáneos, como Pisarro, siguieron su ejemplo pintando con esta nueva técnica, mientras que otros, como Fénéon, calificaron a este grupo de pintores como “neoimpresionistas”. A pesar de que tuvo admiradores y seguidores, el grueso del público no compartió ese entusiasmo, y la obra de Seurat no abandonó su taller hasta su muerte en 1891.
Un parisino acaudalado la compró por 800 francos, pero en 1911 el Metropolitan Museum de Nueva York se negó a adquirirla. Fue en 1924 cuando un millonario de Chicago compró el lienzo por 20.000 dólares y poco después lo donó al Instituto de Arte de la misma ciudad, lugar que lo alberga hoy en día.