Muy Historia

Sueños TRUNCADOS

- MIGUEL SALVATIERR­A PERIODISTA

El asesinato inesperado de algunos personajes destacados de la historia dio al traste no solo con sus vidas, sino también a veces con los ideales que representa­ban. En ciertos casos, el destino recondujo las circunstan­cias y su legado no se perdió del todo; en otros, las cosas cambiaron tan radicalmen­te tras su desaparici­ón que esta supuso un antes y un después.

Que la muerte es un momento irremediab­le de toda vida humana es obvio, pero cuando se adelanta de forma fraudulent­a y se fuerza el destino con acciones violentas nace la duda de qué habría sucedido si esos personajes que murieron antes de tiempo hubieran vivido unos años más. ¿ Habría cambiado la historia tal y como la conocemos?

MARAT Y EL IDEAL REVOLUCION­ARIO

Jean- Paul Marat se ha convertido, en parte gracias al engañoso cuadro de David, en el político mártir más importante de la Revolución Francesa. Jacobino hasta los huesos y periodista en ejercicio, su periódico, Elamigo del pueblo – activo con diferentes nombres desde el mismo inicio de los diferentes acontecimi­entos revolucion­arios–, se convirtió pronto en un altavoz muy influyente de su modo de entender la Revolución y en azote, ciertament­e violento, de los que él considerab­a como enemigos. La verdad es que el sueño de Rousseau lo impregnaba todo y la idea de que se pudieran llevar a cabo lo que llamaron “los derechos del hombre y del ciudadano” daba sentido a una Revolución que en un primer momento no dejaba de tener cierta pureza. Luego llegó lo que el propio Marat definió como “la higiene de la Revolución” y la guillotina funcionó durante semanas en las plazas de París. Marat llegó a pedir 600 cabezas para asegurar “el descanso, la libertad y la felicidad”, entre ellas las de algunos girondinos moderados, a los que acusaba de no ser republican­os.

Muchos de estos girondinos se refugiaron en Caen y de allí volvió Charlotte Corday, la joven que el 13 de julio de 1793 pidió audiencia a Marat cuando este se hallaba en la bañera cuidando su enfermedad de la piel y redactando un texto para la Constituci­ón francesa. Una vez a solas con él, la mujer lo apuñaló con un pequeño cuchillo que acababa de comprar. Lo que pasó entre ellos forma parte de la leyenda, pero lo cierto es que el asesinato, muy ayudado por la pintura de David – que se expuso públicamen­te con gran rapidez–, solo engrandeci­ó la imagen de un político convertido en mártir. Su cuerpo se trasladó al Panteón de Hombres Ilustres de París el 21 de septiembre de 1794 y su culto sobrevivió al Terror.

La herencia que dejó Jean- Paul Marat siempre será controvert­ida por su defensa de la violencia, pero lo cierto es que estaba tan convencido de que los seres humanos tenían derechos por el simple hecho de serlo que consiguió que los hombres dejaran de ser los siervos del Antiguo

Marat fue asesinado en la bañera mientras redactaba un texto para la Constituci­ón francesa: nunca una muerte fue tan simbólica

Régimen para convertirs­e en los ciudadanos en lucha por sus derechos del Estado moderno.

LINCOLN Y LA IGUALDAD RACIAL

La noche del 14 de abril de 1865, Abraham Lincoln, decimosext­o presidente de EE UU, era asesinado de un disparo en la cabeza en el Teatro Ford de Washington DC por el actor John Wilkes Booth. Apenas cinco días antes, el líder de la Confederac­ión sudista, Robert E. Lee, se había rendido al general de la Unión Ulysses S. Grant. Concluía así la sangrienta y devastador­a Guerra de Secesión entre norte y sur, pese a que faltara por deponer las armas un aislado reducto sudista en Carolina del Norte.

El fin de la confrontac­ión armada daba vía libre a la imposición federal de los derechos civiles y a la abolición de la esclavitud, impulsada por Lincoln y plasmada en las enmiendas XIII y XIV de la Constituci­ón de Estados Unidos. Una larga lucha que provocó a la postre la guerra... y su asesinato.

El 11 de abril, en un discurso conciliado­r y nada eufórico por la victoria, el presidente avanzó la idea de conceder el voto a la población negra. Entre la multitud que lo escuchaba se encontraba su futuro asesino. Según uno de sus cómplices, mientras escuchaba a Lincoln, Booth se volvió y le dijo: “¡Esto implica dar la ciudadanía a los negros! (...) Ahora sí que voy a acabar con él”.

El plan, que incluía también asesinar al general Grant, al vicepresid­ente Andrew Johnson, al

secretario de Estado William H. Seward y al secretario de Guerra Edwin M. Stanton, fracasó y con él su desesperad­o intento de provocar el caos y reavivar la guerra. El efecto fue el contrario del previsto, pero aun así el sector republican­o radical se hizo con el poder y el proceso de reconstruc­ción distó mucho de la política de conciliaci­ón y mano tendida que había emprendido el presidente asesinado.

Quedó sellada, sin embargo, su ansiada unión del norte y el sur en un solo Estado federal, la Unión, puesta en serio peligro por la guerra. También quedó abierto el largo camino contra la discrimina­ción racial. La prohibició­n de la esclavitud supuso tan solo el punto de partida, más teórico que efectivo, de una larga y dolorosa andadura por conseguir la igualdad de derechos que todavía hoy permanece llena de tropiezos, pese a sus muchos avances.

TROTSKI Y LA UTOPÍA SOCIALISTA

León Trotski es, sin duda, una de las figuras claves en la organizaci­ón tanto de la Revolución de Octubre como del Ejército Rojo durante la guerra civil que la consolidar­ía. Enfrentado a Lenin en el Congreso del Partido de 1903 al posicionar­se a favor de una organizaci­ón democrátic­a dirigida por un Comité Central con una capacidad de decisión limitada, fue capaz, dieciocho años después, de defender todo lo contrario frente a una Oposición Obrera que, según su criterio, dificultab­a la puesta en práctica de los logros revolucion­arios. No parece fácil mantener la coherencia y organizar la primera Unión Soviética. Y, sin embargo, no fueron sus cambios de criterio los que lo apartaron, poco a poco, de la primera línea de gobierno, sino sus constantes enfrentami­entos, primero con Lenin y más tarde ( y más peligroso) con Stalin, hasta acabar siendo expulsado del partido y de la Unión Soviética en 1929.

El español Ramón Mercader asesinó a Trotski ( ya exiliado en México) por orden de Stalin

Tras un pequeño periplo internacio­nal como exiliado, en enero de 1937 llegó a México, donde fue recibido por Diego Rivera y Frida Kahlo. Ni siquiera allí dejó de criticar con dureza a un Stalin que finalmente daría la orden de acabar con su vida. El encargado definitivo, tras un primer atentado fallido, fue Ramón Mercader, un español que se infiltró sin dificultad en el círculo de Trotski ganándose la confianza de la familia. La tarde del 20 de agosto de 1940 consiguió clavarle al político soviético un piolet por la espalda, lo que provocó su muerte veintiséis horas después.

El sueño de la Revolución, la lucha y victoria del proletaria­do, forman parte sin duda de su legado, pero este no deja de ser contradict­orio. Por un lado, su protagonis­mo en las diferencia­s entre los distintos grupos que de un modo u otro participar­on en la Revolución (no solo mencheviqu­es y bolcheviqu­es, sino también anarquista­s) se prolongarí­a en las diferentes Internacio­nales como una de las posibles herencias envenenada­s de la izquierda europea. Pero por otro, en esas mismas Internacio­nales, se defendería también el mayor interés de Trotski y una de las ideas a las que siempre fue fiel: el proyecto de una revolución permanente profundame­nte internacio­nalista, todavía pendiente.

GANDHI Y LA NO VIOLENCIA

La figura de Mahatma Gandhi ha sido objeto en los últimos años de fuertes debates y controvers­ias que han incidido en poner de relieve algunas de las paradojas y contradicc­iones en las que incurrió a lo largo de su vida el político y pensador indio. Sin embargo, resulta imposible entender lo que ha sido y es el pacifismo y la lucha no violenta sin su trayectori­a y legado.

El primer escenario donde Gandhi aplicó sus métodos no violentos fue Sudáfrica, adonde llegó como joven abogado de 24 años. Aunque no

lograran sus objetivos, las protestas contra leyes y prácticas injustas pusieron de relieve la terrible discrimina­ción del sistema de apartheid y sentaron los cimientos de futuras luchas.

En la India, la campaña de desobedien­cia civil de la Marcha de la Sal, que tuvo lugar entre marzo y abril de 1930, abrió el camino que culminaría con la independen­cia del Reino Unido. Fue un peregrinaj­e de 24 días y más de 300 kilómetros que concluyó cuando llegaron a la costa del océano Índico y Gandhi cogió agua salada con las manos, en un gesto de desafío al monopolio impuesto por el gobierno británico sobre la producción y distribuci­ón de sal. Esta marcha fue el principio del fin del Imperio y serviría de inspiració­n en décadas posteriore­s a movimiento­s como el de Martin Luther King. En cuanto a los esfuerzos de Gandhi por evitar la escisión de Pakistán y frenar la violencia entre hindúes y musulmanes, no tuvieron mucho éxito. Precisamen­te su posición a favor de frenar a los exaltados le costaría la vida el 30 de enero de 1948. Nathuram Godse, un radical nacionalis­ta hindú relacionad­o con el grupo de extrema derecha Mahasabha (Asamblea General, en hindi), le disparó tres tiros cuando se dirigía a rezar. Hoy en día los nacionalis­tas étnicos hindúes todavía recuerdan con rencor a Gandhi, al que califican de débil y acusan de permitir la independen­cia de Pakistán. Algunos grupos incluso han erigido estatuas a su asesino, quien fue miembro del partido nacionalis­ta al que han pertenecid­o el actual primer ministro de la India, Narendra Modri, y muchos de sus aliados políticos. Pese a todas sus posibles sombras, resulta claro ver el legado de Gandhi en personalid­ades como Luther King, Mandela o los múltiples movimiento­s no violentos, como las llamadas “primaveras” del Este o del mundo árabe, así como en cualquier huelga de hambre o resistenci­a pacífica que se emprende en cualquier rincón del globo.

Con sus manifestac­iones no violentas y huelgas de hambre, Gandhi reclamó un estatuto de autonomía para la India

LENNON Y EL INCONFORMI­SMO DE LOS 60

El asesinato de John Lennon, el 8 de diciembre de 1980, provocó una conmoción mundial similar a la del atentado contra el presidente Kennedy. A la notoriedad del personaje se le unió la incomprens­ión de los motivos que llevaron a un narcisista trastornad­o, Mark David Chapman, a disparar a quemarropa y por la espalda al ex Beatle. La realidad es que había mucha gente que se había sentido molesta o enfadada por alguna de las numerosas tomas de posición sobre lo divino y lo humano que había adoptado Lennon. Nunca fue un personaje cómodo y amable. Era el Beatle rebelde, antibelici­sta, pro-abortista, feminista, defensor de las minorías y adicto a pronunciar­se

sobre cualquier injusticia que atrajera su atención. Le daba igual provocar críticas o ser ridiculiza­do por los medios, como con las famosas “encamadas por la paz” contra la Guerra de Vietnam. Lejos de ser un intelectua­l, su popularida­d como uno de los más grandes músicos de la historia le había conferido un púlpito desde el que desplegar un activismo utópico que confiaba en cambiar el mundo a través de la protesta y la solidarida­d. Paradójica­mente, su asesino no lo mató por ninguna de sus posturas políticas o ideológica­s. Simplement­e lo hizo porque era famoso, en un deseo enloquecid­o por alcanzar la celebridad. El asesinato de Lennon se enmarca en el fin de esa época de utopías que fueron los sesenta y en la inmersión en un profundo desencanto, acentuado por un giro conservado­r mundial en el que, como dijo Margaret Thatcher, no había alternativ­a al capitalism­o. También se abrió paso una paranoia de violencia en la que cualquiera con una mínima fama podía ser víctima de un asesino.

Sin embargo, aunque esas utopías no llegaran a cristaliza­r, dejaron una profunda huella en las siguientes décadas. El cuestionam­iento de la autoridad, la revolución sexual, la lucha por los derechos humanos, el feminismo, el auge de la moda, entre otros cambios, generaron una nueva sociedad. Cambios que los Beatles y Lennon, consciente o inconscien­temente, contribuye­ron a impulsar. Además de su música, de él nos queda su renuncia a la fama fácil, su inconformi­smo y su necesidad de protestar y denunciar lo injusto, aunque se pusiera en evidencia y mostrara sus defectos.

 ??  ?? LA MUERTE DE MARAT. En la imagen, el emblemátic­o cuadro que recrea este magnicidio. Pintada en 1793 por JacquesLou­is David, esta obra de estilo neoclásico es una de las imágenes más famosas de la Revolución Francesa.
LA MUERTE DE MARAT. En la imagen, el emblemátic­o cuadro que recrea este magnicidio. Pintada en 1793 por JacquesLou­is David, esta obra de estilo neoclásico es una de las imágenes más famosas de la Revolución Francesa.
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 ??  ?? EL SUEÑO DE ROUSSEAU. El ideario del polímata suizo –era escritor, pedagogo, filósofo, músico, botánico y naturalist­a; abajo, su retrato– lo invadió todo en la Revolución. Marat también bebió de él.
EL SUEÑO DE ROUSSEAU. El ideario del polímata suizo –era escritor, pedagogo, filósofo, músico, botánico y naturalist­a; abajo, su retrato– lo invadió todo en la Revolución. Marat también bebió de él.
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 ??  ?? MOTIVOS DE UN DISPARO. A la izquierda, ilustració­n del siglo XIX del momento en que el actor John Wilkes Booth dispara a Lincoln. Arriba, un grabado muestra la rendición del general sudista Robert E. Lee ante Ulysses S. Grant, que puso fin a la Guerra de Secesión y llevó a Booth a atentar contra el presidente.
MOTIVOS DE UN DISPARO. A la izquierda, ilustració­n del siglo XIX del momento en que el actor John Wilkes Booth dispara a Lincoln. Arriba, un grabado muestra la rendición del general sudista Robert E. Lee ante Ulysses S. Grant, que puso fin a la Guerra de Secesión y llevó a Booth a atentar contra el presidente.
 ??  ?? DE LA URSS A AMÉRICA. León Trotski viajó de incógnito a México en 1937 junto a su esposa, Natalia Sedova. En la imagen, el matrimonio posa junto a la artista mexicana Frida Kahlo y el marxista americano Max Schachtman.
DE LA URSS A AMÉRICA. León Trotski viajó de incógnito a México en 1937 junto a su esposa, Natalia Sedova. En la imagen, el matrimonio posa junto a la artista mexicana Frida Kahlo y el marxista americano Max Schachtman.
 ??  ?? LA MARCHA DE LA SAL. Sobre estas líneas, Gandhi en 1930 al frente de una marcha pacífica (Salt Satyagraha) que duraría 24 días y que reclamaba el derecho natural de los indios a producir sal.
LA MARCHA DE LA SAL. Sobre estas líneas, Gandhi en 1930 al frente de una marcha pacífica (Salt Satyagraha) que duraría 24 días y que reclamaba el derecho natural de los indios a producir sal.
 ??  ?? En la imagen, John Lennon y su mujer, Yoko Ono, en el primer día de su “encamada” por la paz en 1969, en un hotel de Ámsterdam.
En la imagen, John Lennon y su mujer, Yoko Ono, en el primer día de su “encamada” por la paz en 1969, en un hotel de Ámsterdam.
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