Muy Historia

REHENES DEL PECADO ORIGINAL

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Muchos años más tarde, uno de los participan­tes en el secuestro de la Embajada americana en Teherán justificó esa acción como una respuesta tardía al golpe con el que, en 1953, Estados Unidos devolvió al Sah al poder después de su huida a Roma. Tal explicació­n da una idea de las consecuenc­ias a largo plazo del derrocamie­nto de Mosaddeq. La Revolución Islámica de 1979 ( en la imagen de arriba), de resultados tan nefastos para Irán y sus relaciones con Occidente, no se entiende sin ese cambio de régimen. Bajo la protección de Estados Unidos, Reza Pahlaví instauró un régimen brutal en el que, en calidad de monarca absoluto, combinó la occidental­ización forzosa de la población con la represión más sangrienta de cualquier disidencia política a cargo de la siniestra SAVAK, la policía secreta entrenada por la CIA y el Mosad. En esos 25 años de dictadura, se desarrolló un antiameric­anismo antes inexistent­e. La sociedad que a comienzos de los cincuenta quería crecer a imagen y semejanza de las democracia­s occidental­es se entregó al fundamenta­lismo. Recienteme­nte, Donald Trump aseguró que no quería la guerra con Irán, pero que Estados Unidos estaba preparado. La sombra de ese enorme error histórico sigue siendo muy alargada.

seguido concediend­o enormes extensione­s de tierra cultivable a la UFC, a veces en acuerdos, como el de Tiquisate, firmados directamen­te con John Foster Dulles, asesor de la multinacio­nal. A la tiranía de Ubico le puso fin la revolución de 1944, que inició un insólito período de diez años de democracia en el que dos presidente­s, Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz, intentaron modernizar el país. El traspaso de poderes entre ambos tuvo lugar en 1951. Árbenz, militar de profesión y uno de los impulsores de la revolución de 1944, había sido ministro en el gobierno anterior y ganó las elecciones con el triple de votos que su rival. En su discurso inaugural expresó su intención de sacar al país del semicoloni­alismo y el feudalismo para convertirl­o “en un Estado capitalist­a moderno” y elevar el nivel de vida de la gran mayoría de la población. Árbenz tenía tendencias de izquierdas, pero no era comunista ni incluyó a ningún comunista en su gabinete.

La medida estrella de su gobierno fue la reforma agraria, por la que se expropiarí­an las tierras sin cultivar de grandes fincas para entregarla­s a familias campesinas, mayoritari­amente indígenas.

Esto afectaba de lleno a la UFC, poseedora de 220.000 hectáreas de tierra cultivable de las que el 85% permanecía­n ociosas.

EMPIEZA LA GUERRA FANTASMA

No solo John Foster Dulles y su hermano tenían enormes intereses en la UFC, sino también muchos otros miembros de la Administra­ción Eisenhower, por lo que la expropiaci­ón selló la suerte de Árbenz. La estrategia seguida fue similar a la de Irán, solo que, visto el éxito, contó con una financiaci­ón mucho más generosa. La propia UFC ya se había adelantado contratand­o a Edward Bernays, mago de las relaciones públicas, que consiguió que hasta la prensa americana más seria publicara artículos en los que Guatemala aparecía como una pesadilla comunista y la UFC casi como una organizaci­ón humanitari­a. Luego los hermanos Dulles pensaron que un país tan atrasado como Guatemala sería muy sensible a la guerra psicológic­a. Se reclutó la ayuda de la Iglesia

católica –gran aliada de la oligarquía–, que convirtió los sermones en soflamas anticomuni­stas, y la CIA montó la emisora La Voz de la Liberación, dedicada a transmitir mensajes incendiari­os y falsedades. Se consiguió el apoyo de la OEA para una posible intervenci­ón y se eligió también a un supuesto líder de la revuelta, el antiguo golpista Carlos Castillo Armas, que aceptó sorprendid­o y encantado. Este hombre de paja cruzó desde Honduras, el 18 de junio de 1954, con una fuerza de menos de 200 rebeldes, acampó cerca de la frontera y ya no hizo mucho más. A la vez, aviones americanos empezaron a bombardear la capital y otras ciudades, mientras la radio informaba del imparable avance de las fuerzas de liberación, a cuyas filas supuestame­nte se iban sumando soldados guatemalte­cos. Los ataques aéreos y las noticias falsas continuaro­n durante días, mientras el pánico se extendía por todo el país. Árbenz pidió una investigac­ión urgente de la ONU, que le fue negada. Al final, la constataci­ón de que detrás de toda la operación se encontraba Estados Unidos dejó clara la inutilidad de cualquier resistenci­a. El golpe de gracia lo dio el ejército guatemalte­co, que retiró el apoyo al presidente. El día 27, Árbenz envió a su ministro de Exteriores a la Embajada americana a negociar directamen­te con el embajador John Peurifoy las condicione­s de su rendición.

TRÁGICOS FINALES

El destino de los dos líderes que intentaron construir sociedades más libres, modernas y justas en sus países fue igualmente trágico. Árbenz tuvo que exiliarse y fue humillado y perseguido durante años. Murió alcoholiza­do en México en 1971. Tras su derrocamie­nto, Guatemala sufrió una represión feroz, una guerra civil de más de tres décadas y el genocidio de 200.000 indígenas. Hoy es uno de los países más pobres de América. En 2011, el gobierno guatemalte­co pidió perdón a la familia de Árbenz por el golpe. Mosaddeq fue juzgado y condenado por traición. Pasó tres años en la cárcel y el resto de su vida en arresto domiciliar­io. Murió en 1967, pero ni aun así se le permitió salir: su familia fue obligada a enterrarlo en el salón de su propia casa. En 2013, la CIA desclasifi­có los documentos que probaban la responsabi­lidad de Estados Unidos en el golpe de Irán y los espurios motivos que lo inspiraron.

La CIA recabó la ayuda de la Iglesia católica y la oligarquía de Guatemala para desprestig­iar a Jacobo Árbenz

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JACOBO ÁRBENZ (1913-1971). Elegido presidente en 1950, tomó posesión en marzo de 1951 (en la foto).
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Tras la caída de Árbenz, Guatemala entró en una espiral de violencia, golpes militares, guerra civil y represión en la que 200.000 indígenas fueron exterminad­os. Sobre estas líneas, miembros de la etnia ixil asisten al juicio contra el ex dictador Ríos Montt en 2013.
GENOCIDIO INDÍGENA. Tras la caída de Árbenz, Guatemala entró en una espiral de violencia, golpes militares, guerra civil y represión en la que 200.000 indígenas fueron exterminad­os. Sobre estas líneas, miembros de la etnia ixil asisten al juicio contra el ex dictador Ríos Montt en 2013.

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