EL MODELO FALANGISTA
La derecha no permaneció impasible ante la subversión de los roles sexuales que traía la República y en 1934 creó una organización para promocionar su propio modelo de mujer: la Sección Femenina, rama de la Falange Española destinada a permitir la participación de todas aquellas simpatizantes que no eran admitidas en un partido solo de hombres. A la cabeza del proyecto, hasta su desaparición en 1977, estuvo Pilar Primo de Rivera, hermana de José Antonio e hija del dictador Miguel, ferviente católica y gran admiradora de la Alemania nazi.
El ideario de la Sección Femenina consistía en la total y completa sumisión de la mujer al hombre en todos los aspectos de la vida: legal, económico, familiar, sexual y de cualquier otra clase, exactamente lo contrario de lo que perseguían las valientes reformistas de la República. “No traiciones tu magnífico destino entregándote a tareas varoniles”, se decía en una guía que recogía palabras que dirigió José Antonio a las mujeres en 1935. La Sección Femenina no tuvo demasiado peso en tiempo de paz, pero registró un crecimiento espectacular durante la guerra ( de 2.500 a 900.000 militantes). Luego, a lo largo de toda la dictadura, desempeñó un papel fundamental en el adoctrinamiento de las mujeres españolas.
nal reivindicación feminista, para que los hombres asumieran sus responsabilidades para con los hijos que tan alegremente engendraban. Ya iniciada la guerra, durante la presidencia de Largo Caballero, la cenetista Federica Montseny, ministra de Sanidad, elaboró el primer proyecto español de Ley de Aborto, que quedó en suspenso debido a la oposición de otros miembros del Gobierno. Sí tuvo más aplicación, en cambio, la regulación del aborto aprobada en Cataluña siendo consellerencap Josep Tarradellas. La República supuso el acceso de mujeres a cargos de responsabilidad que nunca antes habían ejercido. En abril de 1931, Victoria Kent fue nombrada directora general de Prisiones, desde donde, en poco más de un año, introdujo un importante número de reformas que dignificaron la vida de los reclusos (mejoras en la alimentación, la libertad de culto, permisos, eliminación de grilletes y cadenas...). Creó además un cuerpo femenino de funcionarias de prisiones, fundó el Instituto de Estudios Penales y mandó construir la Cárcel de Mujeres de Ventas –donde no había celdas de castigo–, luego convertida por Franco en un atroz centro de torturas.
Fue también el momento en que, por primera vez, se dio el nombramiento de una mujer para un puesto diplomático. Se trata de Isabel Oyar
Una ley de divorcio tan avanzada como la española no llegó a Inglaterra o Francia hasta los años setenta
zábal, delegada de España ante la Sociedad de Naciones y, durante la Guerra Civil, embajadora en Suecia (la primera vez que una mujer ocupaba semejante cargo).
La nueva legislación significó una ampliación del campo laboral de las mujeres, así como de sus derechos como trabajadoras, a todos los niveles. El artículo 33 de la Constitución republicana decía claramente: “Toda persona es libre de elegir profesión”. El 40 establecía: “Todos los españoles, sin distinción de sexo, son admisibles a los empleos y cargos públicos según su mérito y capacidad, salvo las incompatibilidades que las leyes señalen”. Esto implicaba abrir el funcionariado a la mujer en toda su extensión, más allá de las labores auxiliares que había desempeñado tradicionalmente. La mención a las incompatibilidades, sin embargo, auguraba una limitación arbitraria de esas funciones. Y así ocurrió: Clara Campoamor luchó en las Cortes para que las mujeres pudieran optar a la judicatura, sin ningún éxito.
ELLAS SE UNEN
Este impulso reformista en relación a la mujer venía precedido de la labor realizada, sobre todo en las dos décadas anteriores, por una serie de asociaciones e instituciones que en la República alcanzaron gran relevancia. La Residencia de Señoritas, dirigida por la pedagoga y feminista María de Maeztu, destaca como una de las más importantes. Compartía el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza y la Residencia de Estudiantes y se proponía fomentar el acceso de la mujer a la universidad. Vinculado a la Residencia nació el Lyceum Club Femenino, que defendía los intereses de la mujer, promocionaba la cultura y ofrecía un lugar de encuentro en el que debatir con libertad. Por allí pasó la élite de la intelectualidad femenina de la época.
Entre las incipientes asociaciones feministas del período hay que destacar la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, de carácter moderado, que editaba la revista Mundo Femenino. Durante el período republicano la dirigieron, primero, Benita Asas Manterola y, a partir de 1932, Julia Peguero Sanz. De allí salió en 1934 Acción Política Feminista Independiente, un partido que intentó infructuosamente integrarse en el Frente Popular. En posturas más radicales se encontraban la Unión de Mujeres Antifascistas, impulsada en 1933 por Dolores Ibárruri, y la organización Mujeres Libres ( 1936), de ideología anarcosindicalista.