Muy Historia

Isabel Oyarzábal Smith

Escritora, actriz, traductora y periodista, esta malagueña comprometi­da con la lucha feminista logró ser en los años 30 embajadora de España en Suecia, la primera en un cargo de ese nivel.

- HENAR L. SENOVILLA PERIODISTA

Nacida en junio de 1878 en el marco de una familia burguesa –de padre español y católico y madre escocesa y protestant­e–, Isabel Oyarzábal Smith es uno de los nombres propios que destacan en la lucha por el empoderami­ento de la mujer en la España del siglo XX. Con una formación intelectua­l profunda y un espíritu combativo y anticonfor­mista con el papel que se asignaba a las féminas hace un siglo, supo hacerse un hueco en aquel mundo de hombres y defender dentro y fuera de España sus ideas.

Dichas ideas, muy avanzadas, no solo las fue adquiriend­o gracias al ambiente cultural de la época que le tocó vivir, sino también por el contacto que durante su infancia y adolescenc­ia tuvo con Gran Bretaña, adonde viajó numerosas veces para visitar a la familia de su madre. En aquellos viajes, Oyarzábal conoció a figuras como Eunice Murray, sufragista y defensora de los derechos de la mujer.

Fue precisamen­te ese inconformi­smo y ese afán de libertad el que en 1905 la llevó a trasladars­e a Madrid con el fin de dar rienda suelta a otra de sus facetas: la artística y, más concretame­nte, la teatral. Así, entró en calidad de actriz en la compañía de María Tubau y Ceferino Palencia, en la que no solo actuó con el sobrenombr­e de Isabel Aranguren sino que adquirió la formación necesaria para convertirs­e años después en una admirada crítica teatral.

De su paso por aquella compañía, Oyarzábal también se llevaría un matrimonio, el que contrajo con el hijo de los dueños de aquella troupe, Ceferino Palencia Álvarez-Tubau, con quien se casó en 1909 y con quien tendría dos hijos: Ceferino (en 1910) y María Isabel (en 1914). El matrimonio vivió en diferentes lugares, incluso fuera de España, por las obligacion­es profesiona­les de ambos.

Las de Isabel se fueron diversific­ando a medida que participab­a en tertulias y actos culturales y conocía a importante­s nombres de las artes y las letras. De este modo, además de sus trabajos en la esfera teatral y como profesora de español, nuestra protagonis­ta desarrolló una fructífera carrera como periodista y escritora. Trabajaría como correspons­al de publicacio­nes inglesas como la revista Laffan New

Bureau o el periódico The Standard; como traductora de obras literarias como Silas Marner, de George Eliot; como intérprete en organismos como el Instituto Nacional de Estadístic­a. Y hay más. En 1907, deseando reivindica­r los derechos de la mujer, Oyarzábal se lanzó a la aventura de crear junto a su hermana Ana y su amiga Raimunda Avecilla la primera revista exclusivam­ente femenina de España: La Damayla Vida Ilustrada.

Aquella publicació­n le abriría las puertas de muchas otras, como Blanco y Negro, El Heraldo, Nuevo Mundo, La Esfera, ElSol, El Día, La Voz de Madrid... En todas ellas escribió a favor del derecho de la mujer al sufragio y de otras cuestiones sociales, como el estado de la sanidad y la educación españolas.

Aunque mucha de su obra periodísti­ca la firmó con el seudónimo de Beatriz Galindo, en las esferas intelectua­les todo el mundo sabía que Isabel Oyarzábal estaba detrás de aquellas creaciones. Ello la llevó a convertirs­e en conferenci­ante tanto en España como en el extranjero, y a relacionar­se cada vez más con la política.

UNA VIDA MARCADA POR LA POLÍTICA

Una política que estaba embravecid­a con la dictadura de Primo de Rivera y, más tarde, la proclamaci­ón de la II República. Fueron precisamen­te sus ideas progresist­as y republican­as las que le permitiero­n obtener diversos cargos en el seno de aquella República. Tras afiliarse al PSOE y a UGT y ser candidata socialista a las Cortes Constituye­ntes en 1931, Oyarzábal se convirtió en la primera mujer inspectora de trabajo en España. Y lo hizo por méritos propios, al aprobar la oposición convocada para el puesto. Un puesto al que seguirían el de delegada de España en algunas comisiones de la Liga de las Naciones y, al fin, el de embajadora española en Suecia, y Finlandia después. Cuando la República perdió la Guerra Civil, Isabel Oyarzábal y su familia se vieron obligados a exiliarse en México, donde nuestra heroína murió –concretame­nte en la capital del país azteca– en 1974 a la edad de 96 años.

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