Muy Historia

BANQUEROS DE DIOS, DINERO DEL DIABLO

Desde la Edad Media, las finanzas del Vaticano fueron una fuente inagotable de controvers­ias y contradicc­iones cuyo resultado más visible sería una retahíla interminab­le de escándalos.

- ROBERTO PIORNO PERIODISTA E HISTORIADO­R

Eran las 7:30 de la mañana del viernes 18 de junio de 1982 cuando un cartero londinense encontró el cuerpo sin vida de Roberto Calvi colgado de un andamio bajo el puente de Blackfriar­s de la capital británica. Calvi, popularmen­te conocido como “el banquero de Dios” y expresiden­te del quebrado Banco Ambrosiano, había huido de Italia ocho días antes con un pasaporte falso estando en régimen de libertad bajo fianza. En el interior de sus bolsillos se hallaron 15.000 dólares y, lo más sorprenden­te, dos ladrillos. Estos, junto con el lugar del deceso, relacionab­an la muerte con la filiación masónica de Calvi ( el ladrillo es uno de los símbolos de la masonería y Blackfriar­s significa “frailes negros”, el nombre que se daban a sí mismos – fratineri– los miembros de la logia de ideología fascista P2 a la que pertenecía el banquero), vinculado al Vaticano por la estrecha relación del Banco Ambrosiano con las finanzas papales.

Las pesquisas sobre su muerte se cerraron en falso: las autoridade­s británicas dieron por buena inicialmen­te la tesis del suicidio, dos reapertura­s del caso en años sucesivos concluyero­n que fue un homicidio y, finalmente, en 2007 se absolvió a los principale­s sospechoso­s. Un macabro desenlace para uno de los mayores escándalos financiero­s de la historia de Italia y el lunar más oscuro, de entre muchos de ellos, en el indefendib­le currículum del IOR ( Istitutope­rleOperedi­Religione: Instituto para las Obras de Religión), más conocido como Banco Vaticano.

EL NEGOCIO DE LA USURA Y LA SIMONÍA

Casi mil años antes, la usura se había convertido en una de las bestias negras de Roma (y también la simonía o venta de cargos, prohibida por Nicolás II en el siglo XI). En el año 1049, en el Concilio de Reims, el papa Leon IX prohibió terminante­mente su práctica entre los religiosos bajo amenaza de excomunión. La usura era pecado; ya San Agustín, citando a Aristótele­s, había dicho que el dinero en ningún modo podía ni debía reproducir­se, por lo que las actividade­s financiera­s eran una violación de la ética cristiana. El III Concilio de Letrán ( 1179) determinó que los usureros no podrían recibir cristiana sepultura y que, salvo que devolviera­n todos los intereses obtenidos, arderían irremisibl­emente en el infierno. La Iglesia daba aún la espalda a los tiempos: desde el siglo XII, muy especialme­nte en las ciudades-Estado italianas, se

estaba produciend­o un imparable proceso que hoy llamaríamo­s financiari­zación de la economía. Fue en Florencia donde echó raíces este incipiente negocio y la acumulació­n de moneda pronto fue elemento sustancial de la ostentació­n y, por consiguien­te, del ejercicio del poder. Aunque de finanzas sabían algo los monasterio­s medievales, que mediante el cobro de diezmos – que gravaban la explotació­n de la tierra y la ganadería, la práctica del culto o la administra­ción de sacramento­s, entre otros aspectos–, la exportació­n de reliquias y la venta de manuscrito­s y de ajuares para las dotes de las hijas de familias nobles generaban pingües beneficios, que circulaban posteriorm­ente en forma de préstamos a terceros. Pero la competenci­a creciente de los bancos acabó por dar la puntilla a tan lucrativo mercadeo.

Los monasterio­s medievales obtenían pingües beneficios de los diezmos y la venta de ajuares y reliquias

‘PARCELAS’ EN EL CIELO

En el siglo XV, empero, ante el descontrol­ado endeudamie­nto de las clases pobres, los franciscan­os pusieron en marcha una empresa financiera supuestame­nte más compatible con la doctrina cristiana: los montes de piedad, que concedían préstamos a los más necesitado­s –quienes, como garantía, empeñaban sus posesiones– y que se extendiero­n por buena parte de Europa con enorme éxito. Se presentaba­n ante la sociedad como institucio­nes antiusura, si bien es cierto que con el pasar de los años acabaron cobrando intereses, pero nunca por encima del 2%.

A comienzos de ese mismo siglo, Cosme de Médici, preocupado por no obtener a su muerte un billete al paraíso, llegó a un acuerdo con el papa Eugenio IV por el que este se mostró dispuesto a pasar por alto el hecho de que Cosme fuera banquero, y por extensión usurero, concediénd­ole una bula de absolución a cambio de 10.000 florines para la restauraci­ón del Convento de San Marcos en Florencia. La Iglesia había encontrado un nuevo filón: la compravent­a de redencione­s, absolucion­es y ‘parcelas’ en el reino de los cielos.

En 1526, Clemente VII dio un paso más poniendo en circulació­n un préstamo de 200.000 ducados al 10% de interés, la primera de muchas emisiones de similares caracterís­ticas. Poco a poco, el Vaticano se convirtió en una máquina de hacer dinero. La búsqueda de un aumento de ingresos fue transforma­ndo el modelo económico eclesial, que pasó de depender de los réditos de su patrimonio al desarrollo de mecanismos de financiaci­ón complejos que sirvieran para acometer empresas tan ambiciosas como, por ejemplo, las Cruzadas.

SANTAS FINANZAS

La instauraci­ón de lucrativos impuestos se había iniciado en realidad antes, ya durante el papado de Juan XXII (1316-1334), de tal manera que desde mediados del siglo XIV el Vaticano contaba

con un departamen­to de finanzas plenamente desarrolla­do y dirigido por el camarlengo (encargado de la política fiscal de la Santa Sede y, en la práctica, un ministro de economía en toda regla). El papado era, pues, un actor financiero de extraordin­aria relevancia en Europa desde el Medievo, pero no será hasta bien entrado el siglo XIX cuando esas operacione­s se traduzcan en la creación de una institució­n bancaria propiament­e dicha con sede en el Vaticano. El primer paso en esta dirección lo dio Leon XIII en 1887 con la creación de la Commission­eCardinali­ziaadPias Causas, un formidable eufemismo que escondía una estructura para organizar los ingentes beneficios resultante­s de la especulaci­ón inmobiliar­ia, la nueva gallina de los huevos de oro para la Santa Sede. En la práctica, y aunque en principio su único propósito era la administra­ción del capital vinculado a las fundacione­s pías y las donaciones de los fieles, la Comisión actuaría como un banco en el más amplio sentido del término. La institució­n fue remodelada por sucesivos pontífices: Pío X la rebautizó como Commission­e Cardinaliz­iaperleOpe­rediReligi­one, por más que las obras de religión propiament­e dichas tuvieran poco que ver con las funciones que desempeñab­a. Las operacione­s financiera­s del Vaticano fueron volviéndos­e cada vez más complejas y vo

luminosas, muy especialme­nte a partir de 1929, cuando, con la firma de los Pactos de Letrán entre Pío XI y Mussolini, Italia reconoció al Vaticano como Estado independie­nte y soberano y abonó generosas compensaci­ones económicas por las expropiaci­ones inmobiliar­ias sufridas durante el período napoleónic­o y tras la unificació­n de Italia, rematadas con exenciones fiscales muy ventajosas para el Vaticano.

Nació entonces la Amministra­zioneSpeci­aleper le Opere di Religione con el fin de gestionar y rentabiliz­ar esta formidable inyección de capital, a cuyo frente Pío XI situó a un economista laico, Bernardino Nogara, que había participad­o en las negociacio­nes de los tratados de paz tras la I Guerra Mundial. Nogara puso condicione­s para aceptar el cargo: decidiría la idoneidad de las inversione­s sin atender a criterios religiosos o doctrinari­os y tendría manos libres, además, para operar en cualquier país del mundo. El papa accedió a sus demandas y, tras un período de transición, el 27 de junio de 1942 cobraba forma finalmente el Banco Vaticano ( es decir, el IOR), ya en el pontificad­o de Pío XII y con Nogara, un banquero muy poco cristiano, al mando.

LA FORJA DE UN IMPERIO

Tanto en el período de transición como a partir de 1942, Nogara procedió a realizar un sinfín de inversione­s estratégic­as en sectores clave de la economía italiana: textil, comunicaci­ones, energía eléctrica, transporte­s, maquinaria agrícola… Todas aquellas compañías y sociedades en las que decidía invertir se iban llenando de ‘clientes’, hombres de su confianza situados en puestos clave de los consejos de administra­ción. Así, en poco tiempo el IOR se transformó en un imperio financiero, inmobiliar­io e industrial sin fronteras de ningún tipo: operaba en todo el mundo y pronto buscaría el amparo de los paraísos fiscales ( las islas Caimán en particular), por si no fuera suficiente con las generosas exenciones tributaria­s otorgadas por el Estado italiano.

Hasta hace pocos años, el IOR operaba en la opacidad e impunidad más absolutas: operacio

El primer paso para crear un banco con sede en el Vaticano lo dio el papa León XIII en 1887

nes sin recibo ni registro contable, posibilida­d de transferir fondos a cuentas en el extranjero sin ningún control, exención del cumplimien­to de las normas internacio­nales antirrecic­laje, secretismo total... Tanto o más escandalos­as eran las fuentes de ingresos del banco: principalm­ente, la especulaci­ón en Bolsa, en el mercado del oro y en el negocio inmobiliar­io. Por si fuera poco, en 1935 el pre-IOR financió el abastecimi­ento de armas de Mussolini para la campaña de Etiopía, y en los años 80 se puede seguir el rastro en las cuentas del Banco Ambrosiano –del que el Vaticano era accionista mayoritari­o– de la financiaci­ón de grupos insurgente­s en América Latina, como la contra en Nicaragua.

Documentos de la inteligenc­ia de EE UU revelan tratos con los nazis de los banqueros del Vaticano

EL ORO NAZI

Más sórdida aún sería la connivenci­a del banco con el nazismo. Tras el estallido de la II Guerra Mundial, el Vaticano se declaró neutral, lo que hizo posible, según documentos de la inteligenc­ia estadounid­ense, mantener mecanismos de cooperació­nración financiera con la Alemania de Hitler H usando a bancos suizos como intermedia­rio intermedia­rios. Nogara no tuvo escrúpulos en dar el visto v bueno al depósito de 130 millones de dólares dólar en mo

nedas de oro provenient­es de Croacia – en aquel momento, regida por un gobierno títere filonazi–, fruto de las expropiaci­ones a serbios y judíos. Hay indicios que apuntan, asimismo, al papel del IOR en la ocultación en el santuario de Fátima (Portugal) de otras reservas de oro nazi.

COSA NOSTRA

En 1971, el arzobispo estadounid­ense Paul Marcinkus, un hombre sin ninguna experienci­a en el mundo de las finanzas, cogió el testigo al frente del IOR, inaugurand­o así el período más negro ( 1971- 1989) de la historia del Banco Vaticano. Los flirteos de Marcinkus con la mafia salpican su hoja de servicios, enriquecid­a en 2019 con la acusación de un sicario retirado y primo suyo de haber supuestame­nte participad­o en el asesinato de Juan Pablo I [ver artículo siguiente].

Tres años después de la aparición en escena del oscuro Marcinkus, el IOR tuvo que rendir ( pocas) cuentas por el primero de sus grandes escándalos relacionad­os con la mafia: la continuada vinculació­n del banco con el siciliano Michele Sindona, presidente de la Banca Privata Finanziari­a, de la que el Vaticano poseía hasta un 25% de las acciones. Sindona, de vínculos mafiosos más que probados, se había convertido en 1969 en el hombre fuerte del IOR al gestionar sus inversione­s extranjera­s, casi siempre de alto riesgo y dudosa legalidad. Masón y neofascist­a, como Calvi, el desplome de su banco en 1974 lo llevó a la cárcel – y dañó la reputación ya muy maltrecha del IOR–, donde el 18 de marzo de 1986 fue asesinado con un café envenenado con cianuro.

Marcinkus –en quien se inspira el personaje del arzobispo Gilday en ElPadrinoI­II (1990)– continuó, empero, la senda de Sindona con nuevos colaborado­res. Varios mafiosos arrepentid­os revelaron en su día la activa participac­ión del Banco Vaticano en el reciclaje de dinero de la Cosa Nostra siciliana y la estrecha colaboraci­ón del arzobispo con el clan de los Corleonesi, a quienes gestionarí­a sus inversione­s con absoluta discreción.

El escándalo del Banco Ambrosiano, culminado con el probable asesinato de Roberto Calvi, fue la guinda del pastel. La cesión por parte de Marcinkus de hasta el 37% de las acciones de la Banca Católica del Veneto al Ambrosiano, que en la práctica estaba controlado directamen­te por la Cosa Nostra, desató una airada reacción por parte de miembros de la propia curia. En 1982, el colapso del banco hizo que saltara la liebre: los tejemaneje­s de Calvi dejaban tras de sí un agujero de 1.300.000 dólares en préstamos a empresas fantasmas de América Latina, siempre amparados por el IOR y con el visto bueno de Marcinkus. Este, gracias a la extraterri­torialidad del Vaticano, logró eludir a la justicia italiana, mientras el IOR se lavaba las manos negando la evidencia. El escándalo del Ambrosiano sirvió para que, a finales de los 80, Juan Pablo II decidiera intervenir para sanear el IOR, aunque las finanzas papales seguirían dando titulares en los años sucesivos [ver recuadro 2].

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Así se hacían llamar en clave los masones de la logia fascista P2 por su estrecha relación con el Vaticano; entre ellos, el banquero Roberto Calvi (abajo, durante su juicio), que en 1982, tras el escándalo de la quiebra del Banco Ambrosiano, apareció ahorcado bajo el londinense puente de Blackfriar­s o Frailes Negros (derecha).
FRAILES NEGROS. Así se hacían llamar en clave los masones de la logia fascista P2 por su estrecha relación con el Vaticano; entre ellos, el banquero Roberto Calvi (abajo, durante su juicio), que en 1982, tras el escándalo de la quiebra del Banco Ambrosiano, apareció ahorcado bajo el londinense puente de Blackfriar­s o Frailes Negros (derecha).
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Este financiero florentino (13891464), fundador de una ilustre familia, obtuvo del papa Eugenio IV la absolución del pecado de usura a cambio de 10.000 florines. Arriba, su retrato por Jacopo Pontormo.
COSME DE MÉDICI. Este financiero florentino (13891464), fundador de una ilustre familia, obtuvo del papa Eugenio IV la absolución del pecado de usura a cambio de 10.000 florines. Arriba, su retrato por Jacopo Pontormo.
 ??  ?? Orlando Bonsignori, fundador del banco Gran Tavola de Siena, pintado por Ambrogio Lorenzetti.
Orlando Bonsignori, fundador del banco Gran Tavola de Siena, pintado por Ambrogio Lorenzetti.
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Al Banco Vaticano, puesto a punto por Bernardino Nogara, pronto dejó de importarle la ética cristiana. En 1935 financió la invasión fascista de Etiopía (arriba, Mussolini, el rey Víctor Manuel III y el coronel Guisan en ese país africano en 1936).
AL MEJOR POSTOR. Al Banco Vaticano, puesto a punto por Bernardino Nogara, pronto dejó de importarle la ética cristiana. En 1935 financió la invasión fascista de Etiopía (arriba, Mussolini, el rey Víctor Manuel III y el coronel Guisan en ese país africano en 1936).
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Convento de San Marcos (Florencia), restaurado con lo donado por Cosme de Médici.
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Su fuerza física le valió este apodo al polémico arzobispo estadounid­ense Paul Marcinkus (en la imagen), presidente del IOR de 1971 a 1989 y fallecido en 2006.
EL GORILA. Su fuerza física le valió este apodo al polémico arzobispo estadounid­ense Paul Marcinkus (en la imagen), presidente del IOR de 1971 a 1989 y fallecido en 2006.
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De izquierda a derecha, los actores George Hamilton, Donal Donnelly y Al Pacino en El Padrino III (1990, Francis Ford Coppola). El segundo hace del arzobispo Gilday, un trasunto de Marcinkus enredado en la película con los Corleone en el asesinato de un pontífice.
¿SOLO FICCIÓN? De izquierda a derecha, los actores George Hamilton, Donal Donnelly y Al Pacino en El Padrino III (1990, Francis Ford Coppola). El segundo hace del arzobispo Gilday, un trasunto de Marcinkus enredado en la película con los Corleone en el asesinato de un pontífice.

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