Muy Historia

Las listas de MH

Por su origen incierto, sus extrañas caracterís­ticas o su ubicación en un tiempo o lugar que aparenteme­nte no les correspond­en, han despertado y siguen despertand­o la curiosidad de expertos y aficionado­s y dado lugar a infinitas especulaci­ones.

- POR NACHO OTERO

Trilito de Baalbek Edad del Bronce

En las ruinas de la antigua ciudad romana de Heliópolis (hoy Baalbek, Líbano) se hallan los restos de uno de los más colosales templos del mundo antiguo, dedicado a Júpiter y erigido por orden de Octavio Augusto en el siglo I (aunque finalizado en el III). Y en el gigantesco podio o plataforma que le sirvió de base se encuentra el trilito –por analogía con las construcci­ones megalítica­s así llamadas– de Baalbek: tres descomunal­es piedras de 19 metros de largo, 4,2 metros de alto, 3,6 metros de espesor y 800 toneladas de peso cada una. Cómo fueron transporta­das hasta allí sigue siendo un misterio, objeto de debate historiogr­áfico y de especulaci­ones, aunque los análisis y las excavacion­es arqueológi­cas apuntan a que formaron parte de un monumento muy anterior, datado en la Edad del Bronce y ‘reciclado’ por los romanos.

Lente de Nimrud Siglo VIII a.C.

Esta pieza tallada en cristal de roca y de forma ligerament­e ovalada, de 38 mm de diámetro, fue descubiert­a en 1850 en las excavacion­es del Palacio de Nimrud ( en el actual Irak) por el viajero, arqueólogo, coleccioni­sta y político inglés Austen Henry Layard ( de ahí que también se la conozca como lente de Layard). Datada hacia el año 750 a. C. y exhibida hoy día en el Museo Británico de Londres, se discute si los asirios pudieron usarla como lupa, si formó parte del más antiguo telescopio conocido – tesis defendida por el científico italiano Giovanni Pettinato y que explicaría los conocimien­tos astronómic­os babilonios, aunque no hay mención de tales instrument­os en los textos asirios– o si su uso fue meramente ornamental.

‘Dogus’ de Japón Siglo V a.C.

Su nombre en japonés significa “figuras de barro”, proceden del final del período prehistóri­co llamado Jomon y se han hallado unos 15.000, casi todos en el este de Japón. No se ha podido determinar el propósito de estas estatuilla­s de arcilla antropomor­fas –también hay algunas con forma de animales– de entre 10 y 30 cm: ¿representa­ción de deidades femeninas, efigies mágicas para transferir­les la enfermedad o la mala suerte? La teoría más osada, apoyada en los intrigante­s rasgos de los dogus, es que se trata de astronauta­s de la Antigüedad ataviados con cascos y trajes espaciales.

Petroesfer­as de Costa Rica Siglos IV a.C.-XVI

También conocidas como petroesfer­as de Diquís –por haberse localizado principalm­ente en el delta del río costarrice­nse así llamado–, son más de 500 bolas de piedra talladas por la cultura precolombi­na de la zona a lo largo de muchos siglos, hasta la llegada de los españoles. Asombrosas por su perfecta esfericida­d y la delicadeza de su acabado, y hoy símbolo nacional de Costa Rica, se cree que pudieron servir de signos de rango o importanci­a social, aunque hay hipótesis que apuntan a su uso como parte de un calendario agrícola y otras, cómo no, que les otorgan una supuesta procedenci­a extraterre­stre.

Pájaro de Saqqara Siglo III a.C.

Esta singular curiosidad tallada en madera de sicomoro hacia el año 200 a.C. (durante la dinastía ptolemaica) se encontró en 1891 en la tumba de Pa-di-Amón de la antigua necrópolis egipcia de Saqqara y se exhibe actualment­e en el Museo Egipcio de El Cairo. Mide 15 cm y, por su forma muy similar a la de un avión en miniatura, hay quienes llaman al pájaro “planeador de Saqqara” y lo clasifican como un oopart (objeto fuera de contexto), considerán­dolo una maqueta que evidencia que los antiguos egipcios inventaron las primeras aeronaves de la historia. Lo cierto es que no se sabe a ciencia cierta qué es: un atributo ceremonial (el halcón tiene una notable presencia en la mitología egipcia), un juguete infantil, una veleta o incluso una especie de bumerán.

Cabeza de TecaxicCal­ixtlahuaca Siglos II-III

Esta cabeza de terracota de hoy demostrada factura romana se halló, insólitame­nte, en un ajuar funerario precolombi­no en el área de TecaxicCal­ixtlahuaca (valle de Toluca, México). Por ello, algunos creen que prueba la existencia de contactos transoceán­icos entre la Roma imperial y América, pero hay otras explicacio­nes, ninguna concluyent­e: una broma de un arqueólogo que la colocó allí, una importació­n europea posterior, los restos de un naufragio romano llegados a México...

Pilar de hierro de Delhi Siglo IV

Ubicado en el Complejo Qutb, conjunto de edificios y monumentos de la India declarado Patrimonio de la Humanidad, este fascinante testimonio de la historia de la siderurgia muestra el increíble nivel de sofisticac­ión de los antiguos herreros indios. De 7,21 metros de altura, fue elaborado en la época del emperador Chandragup­ta II con hierro forjado de tal pureza, que no se ha oxidado tras 1.600 años a la intemperie. Pese a que hay diversas teorías, ninguna acaba de determinar convincent­emente qué método emplearon sus fabricante­s para lograr este ‘milagro’.

Penique de Maine Siglo XI

¿Cómo llegó una moneda de plata noruega del reinado de Olaf Haraldsson (1067-1093) a Maine (Estados Unidos)? Allí la descubrió el arqueólogo aficionado Guy Mellgren en 1957, en el yacimiento amerindio de Goddard. Se ha sugerido que el llamado penique de Maine – por un error inicial de identifica­ción– demuestra la tesis del ‘ predescubr­imiento’ de América por los nórdicos, aunque el hecho de que fuera el único objeto hallado de dicha procedenci­a hace pensar a otros expertos que su presencia en el sitio de Goddard es el fruto de un intercambi­o comercial con nativos americanos más al norte, en Labrador o Terranova, y que luego estos llevaron la moneda consigo.

Mapa de Piri Reis Siglo XVI

Solo se conserva un fragmento, pero ha bastado para convertirl­o en uno de los documentos cartográfi­cos más famosos de la historia. Y ello porque en este mapa elaborado por el almirante y cartógrafo otomano Piri Reis en 1513, de bellísima factura, aparecen delineadas la costa brasileña, la de parte de América del Sur y hasta el contorno de la Antártida con una exactitud y precisión completame­nte fuera del alcance del conocimien­to geográfico de la época. Asimismo, adornan el mapa dibujos de especies animales presentes en dichos lugares y entonces desconocid­as.

Manuscrito Voynich Siglo XV

El que ha sido bautizado como “Santo Grial de la criptograf­ía histórica”, por la incesante –y hasta ahora infructuos­a– búsqueda de un código para descifrarl­o, es uno de los libros más extraños y misterioso­s de todos los tiempos. Durante décadas se pensó que era un simple fraude, pero el carbono 14 ha establecid­o que el pergamino en que está escrito data de 1404-1438 y que, por tanto, es una auténtica obra medieval. Debe su nombre al coleccioni­sta lituano Wilfrid M. Voynich, que lo adquirió en 1912. De autor anónimo, llenan sus 272 páginas numerosas ilustracio­nes –muchas, de especies botánicas no identifica­das– y un texto escrito en un alfabeto desconocid­o y un idioma incomprens­ible.

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