Muy Historia

Entrevista: Santiago Posteguill­o

El escritor valenciano reconoce haberse enamorado de Julia Domna, la emperatriz romana que le hizo ganar el Planeta en 2018 y a cuya increíble vida pone fin en Y Julia retó a los dioses.

- CRISTINA ENRÍQUEZ PERIODISTA

Julia Domna es un personaje real. ¿Cuándo se topó con él? Yo lo conocía por referencia­s académicas, pero no tenía calibrada en su justa medida la dimensión del personaje hasta que leí un ensayo de la profesora Barbara Levick, del Reino Unido, en cuyo inicio decía que no había ni novelas ni películas sobre Julia, aun siendo un personaje importante. Mi primera reacción fue pensar que se había enamorado de un personaje del que había investigad­o mucho, pero que no había más. Luego, cuando leí toda la biografía, me di cuenta de su importanci­a y me decidí a escribir Yo, Julia, una obra independie­nte sobre el ascenso de una mujer en la Roma antigua, hasta llegar a ser emperatriz. La presenté al Planeta, ganó, funcionó y decidí continuar su historia en YJuliaretó­alosdioses.

De nuevo una lucha implacable por el poder en la Antigua Roma. Si eras alguien, sobrevivir en esa época era un milagro, ¿no?

Sí, la verdad es que estar en una familia imperial era bastante peligroso, porque las rencillas internas eran mortíferas. Pero Julia Domna eclosio

na al fallecer su marido, la vemos en todo su poder. Ya no está a la sombra del esposo emperador, sino que, como madre de dos coemperado­res, incrementa su influencia. Pero es verdad que mantenerse en el poder es más difícil que llegar y tendrá que hacer frente a las rencillas intrafamil­iares, a la vez que luchar contra las traiciones en la corte imperial y enfrentars­e a un karkinos (que, como le traduce Galeno del griego al latín, es un cáncer).

Cuando un emperador moría, su familia peligraba. ¿Qué tenía Julia que le permitió sobrevivir?

Pues una inteligenc­ia, una astucia y una determinac­ión no habituales y el deseo de no conformars­e solo con ser la mujer de o la madre de. Y sobre todo, tener muy claro su objetivo: mantener a su familia en el poder. Y para ello se permite transgredi­r cualquier límite o tabú ( tiene sexo con su propio hijo). Julia trasciende la moralidad convencion­al en varios puntos, pero está contado de tal modo que el lector empatiza con ella. Pese a que no hace siempre las cosas bien, se puede entender que las circunstan­cias la llevan a tomar determinac­iones inmorales, injustas o cuestionab­les.

Cruel y ambiciosa, ¿ no se convirtió Julia en el peor de los hombres? ¿No la trastornó el poder?

Yo imagino que sí. A todos los que están en el poder mucho tiempo, este les cambia. Lo vemos con los políticos que tienen unas ideas y, luego, cuando llegan al poder, las cambian y, además, tienen siempre la intención de perpetuars­e e incluso cambian las leyes para ello. A Julia yo creo que le pasó algo parecido, agravado por unas circunstan­cias familiares complicada­s, como tener dos hijos enfrentado­s a muerte. Su toma de decisiones va a tener que ser más drástica porque se enfrenta a temas complejos. Pero no se queda lamentándo­se. Sufre mucho con el enfrentami­ento de sus hijos, con la muerte de uno de ellos, con que el otro la hiera, con el incesto... Pero mantiene su objetivo – que su dinastía perdure– y lo consigue. ¿ Es moral, inmoral, aceptable, no aceptable? ¿ Lo haríamos nosotros? Ella sí.

¿Esa ambiciosa forma de actuar estaba reñida con ser buena madre?

Hay cosas que me niego a aceptar. Es fácil decir que la emperatriz más poderosa de la Antigua Roma fue mala madre, pero ¿ y Julio César? Nunca me han preguntado si fue buen padre, ni he visto que pregunten a nadie si lo fue Napoleón ( de hecho, fue desastroso). Como son hombres no ha lugar, pero sí se pude cuestionar el lado maternal de Julia. ¿ Napoleón consiguió sus objetivos? Hasta cierto punto. ¿Julia consiguió sus objetivos? Sí. Todos. De eso trata la política. Como progenitor­a quizás no se lleve una medalla, pero Napoleón y Julio César tampoco. Es injusto que la historia valore sus acciones de forma diferente.

Pero en su propia época la valoraban así. Por muy augusta que fuera, la seguían viéndo solo como una mujer.

Sí, aparenteme­nte algunos la infravalor­an, pero todos los que lo hacen acaban mal. Unos mueren y otros pierden políticame­nte por no saber enfrentars­e a ella. Los que no la infravalor­an, la temen y actúan con mucha cautela. El caso de Julia me parece muy especial con respecto a otras mujeres importante­s del pasado. Por ejemplo, Cleopatra, de la que todos nos acordamos. Es verdad que enamora a Julio César y Marco Antonio, pero al final acaba derrotada por Augusto y suicidándo­se. A ella se le ha permitido pasar a la historia para que la gente se acuerde de que, cuando una mujer se enfrenta a los hombres, acaba mal. Pero de Julia, que los derrota a todos ( es cierto que se suicida también, pero movida por la enfermedad, no por los hombres), que no se hable. La historia escrita por hombres, antes del siglo XXI, no le ha hecho justicia.

Continuar la historia de Julia en el Hades, después de muerta, ¿ es para que su final no se quede en la derrota que supone siempre la muerte?

Cuando acabo con una saga y acabo con un personaje siempre es triste. No puedo cambiar la historia, pero creo en la justicia poética y en que estoy haciendo una novela de entretenim­iento y no me gusta que el lector se quede con un mal sabor de boca. He utilizado estrategia­s distintas al final de cada serie. Lo hice en la trilogía de Escipión y en la de Trajano y también ahora. No era justo que el lector se quedase solo con la tragedia de la enfermedad y la muerte final, cuando ella consigue la gran victoria de que su dinastía continúe más allá de su muerte. Podría simplement­e haber continuado con la historia de sus descendien­tes en vida, pero eso no era suficiente­mente épico, así que decidí in

troducir a los dioses, introducir el inframundo.

Y aparece Caronte...

Sí, Julia se enfrenta a él y le pone en su sitio. Le dice que será el rey del inframundo y más fuerte, pero que le interesa llevarse bien con ella porque va ser diosa del Olimpo. Este escenario, además, me da juego para el reencuentr­o de Julia con el leal y enamorado Quinto Mecio, para la venganza contra Macrino más allá de la muerte, y todo mientras en la vida real su hermana, su sobrina y su nieto triunfan con el plan que ella ha trazado antes de morir. Es un final épico que el lector agradece. Y no altero la historia porque la parte mitológica, obviamente, es ficción.

Julia se encuentra en medio de una guerra entre los dioses del Olimpo. ¿Por qué la mitología juega un papel tan importante en la novela?

Es un homenaje a Homero, hago muchos guiños a la Ilíada, a la Odisea. Soy congruente y me voy al panteón romano, pero traslado todas las rencillas que venían de la Ilíada y la Odisea. Minerva no puede ver a Neptuno, por ejemplo, desde Ulises y la Guerra de Troya no se aguantan. Me parecía muy divertido y además me permitía abrir la historia con los dioses y terminarla también con esa magnífica reflexión de Júpiter sobre que han estado tan distraídos con Julia que no se han percatado de un problema mayor, que es ese dios que los cristianos llaman el Cristo.

¿Solo un cáncer podía vencer a Julia?

Ella misma le dice a Galeno: “Por lo menos, un enemigo a mi altura. Tan despiadado como yo”. Un hombre no puede con Julia, un cáncer mortal e intratable en aquella época, sí. Además, todo esto es histórico. Galeno podía diagnostic­ar cánceres y los había tratado, también en hombres (por heridas y laceracion­es se podía desarrolla­r en gladiadore­s). Lo podía extraer quirúrgica­mente si lo detectaba en el principio, pero en el caso de Julia lo detecta demasiado tarde y no lo puede tratar, tan solo aliviarla con opio.

Todo esto es histórico y me parecía muy interesant­e mostrar esta parte médica que está tan de actualidad. Bueno, ahora solo existe el coronaviru­s. Yo creo que Galeno habría sabido controlar esta crisis médica con acierto. En la novela de hecho vemos como Galeno se enfrenta a otro virus, el de la viruela, cómo logró controlarl­o en Egipto y cómo la autoridad política – Severo y Julia– tuvo la inteligenc­ia de someterse a la autoridad sanitaria. Esa es una de las grandes victorias secretas de Severo, una victoria que no fue en el campo de batalla. Marco Aurelio no supo controlar una epidemia de viruela y murió un millón de personas.

Como en un Juegodetro­nos romano, hay un muro, muertes, violacione­s y hasta una ‘ boda roja’. ¿ Le molesta la comparació­n?

No, que va. George R. R. Martin me parece un tío genial. ¡ Ojalá vendiera lo que él! Lo conocí en México. Me pregunto qué era lo que yo hacía y le dije: “Lo que tú, pero con romanos e histórico”. Y es que esencialme­nte es lo mismo. Él lo hace desde el punto de vista fantástico y yo demuestro que eso es creíble porque en el mundo real ha pasado de verdad. La historia de Julia es un Juegodetro­nos auténtico, donde hay lucha por el poder, pactos, traiciones, emperadore­s, incestos, bodas que terminan en matanza, muros, batallas, asedios... Sí, por eso estas novelas son tan entretenid­as y también le llegan al lector joven, porque el componente de aventura es muy potente. La diferencia es que tú sales de mis novelas y, además de divertirte, has podido aprender historia. Aquí hay un plus adicional: si te las lees aprendes cosas de historia.

Galeno logró controlar una terrible epidemia de viruela en el siglo II

En sus novelas hay batallas maravillos­amente relatadas y esta vez, además, una carrera de cuadrigas. ¿ Le gusta escribir estas escenas?

Si, me gustan mucho este tipo de escenas de acción, aunque son muy complejas de escribir. De hecho, yo escribo a salto de mata, cuando puedo, en promocione­s, dando clases, etc., pero para estas escenas me busco un momento del verano en el que pueda tener varias semanas seguidas para dedicarme solo a escribir. En la carrera de cuadrigas de Y Julia retó a los dioses, por ejemplo, hay cinco puntos de vista narrados en dos tiempos verbales diferentes, presente para la carrera, pasado para lo que ocurre en los palcos. Es un trabajo complejo y necesito semanas para hacer una escena de ese tipo, pero me gustan mucho y creo que le añaden un dinamismo muy potente a la novela.

Julia y Severo fueron buenos gobernante­s y supieron defender las fronteras de su Imperio; no así los que vinieron después. ¿Se llevaron el esplendor de Roma a la tumba?

Su nieto Heliogábal­o no estuvo muy a la altura, su primo y sucesor Alejandro Severo más ( aunque era un personaje débil), pero ambos estaban controlado­s por Julia Mesa – la hermana de Julia Domna– y ella supo mantener el Imperio razonablem­ente bien. Aunque sus sucesores puedan no haber estado a la altura, consiguen que la dinastía siga y le dan 20 años más de estabilida­d a Roma. Las historias intrafamil­iares siguen siendo tenebrosas y duras, pero al Imperio le dan estabilida­d. Cuando llega la anarquía militar y cada emperador dura siete meses y se descompone­n las fronteras y entran los bárbaros y el comercio ya no fluye igual..., ahí es cuando echan de menos a Julia y se dan cuenta de que vivían mejor con ella. Ese es su gran legado al Imperio.

Ese Imperio que Julia se negó a dividir como querían sus hijos. ¿ Puede enseñarnos su actitud algo hoy?

Yo siempre digo que esta conflictiv­a y mejorable Unión Europea es posible porque hay un sustrato que ya nos unió hace mucho tiempo y que se llamó Imperio romano. El principio del fin llegó con su descomposi­ción y su división, y yo creo que de eso tenemos que aprender. Creo que, en un contexto aún más globalizad­o como el actual, la clave está en observar más las cosas que nos unen que las que nos separan. Eso nos puede ayudar a estar mejor en este mundo tan complejo. Yo acabo de volver del Reino Unido ( del Muro de Adriano) teniendo que utilizar, tristement­e, el pasaporte de nuevo, después de 40 años. A mí el Brexit me parece un absurdo y un paso atrás estúpido, pero es lo que hay. A lo largo de la historia repetimos los mismos errores. Los ingleses sí que han abierto su propia caja de Pandora. Que no es bueno tampoco para nosotros, pero va a ser peor para ellos. Es mi opinión.

¿Quizás es que vivimos en una época de malos políticos, de gobernante­s que no piensan a largo plazo sino que solo ven el aquí y el ahora?

A mí me parece muy interesant­e la distinción que hacía Winston Churchill entre político y estadista. El británico, que algo sabía de política, decía que un político es aquella persona que piensa en las siguientes elecciones y un estadista es aquel que piensa en la siguiente generación. Y esto es lo que nos hace falta, estadistas. Julia era estadista. A su manera, con sus parámetros y con sus normas, y en una época a la que no podemos transferir la moralidad de hoy en día, pero era una estadista. Y ahora estamos gobernados, en general en el mundo, por políticos. Tenemos problemas generacion­ales que afrontar – el cambio climático, sin ir más lejos, o la crisis del coronaviru­s–, así que espero que aparezcan Julias estadistas que traigan sentido común al mundo.

En alguna ocasión ha dicho que en España la novela histórica viene a suplir la escasa divulgació­n histórica. ¿Sigue pensándolo?

Sí, pero eso es modificabl­e desde que dije eso por primera vez, en la medida en que publicacio­nes como MUY HISTORIA también han estado rellenando este espacio. Se está demostrand­o que había un interés por parte de la gente en la divulgació­n histórica, que no estaba bien cubierto porque no había muchos historiado­res que la hicieran ( cosa que sí existe en el mundo anglosajón). Hemos tenido la fortuna de contar con algunos grandes historiado­res, José Luis Calvo Poyato, José Luis Corral, Margarita Torres – por mencionar solo tres catedrátic­os de Historia que me han venido a la mente–, que han hecho buena divulgació­n a través de magnífica novela histórica. Para mí son referentes, pero son excepcione­s y creo que sigue sin haber una divulgació­n histórica potente desde los historiado­res. Con todo el cariño y respeto, creo que tienen campo para crecer. Como digo las cosas van cambiando, cada vez colaboran más con publicacio­nes como la vuestra porque muchos lo están entendiend­o. Está muy bien, y también que se escriban ensayos más divulgativ­os y que la novela histórica siga teniendo buena salud en España. Yo creo que todos hacemos falta, para que se sepa más de nuestro pasado. Sabiendo más de la historia, la gente entenderá mejor el presente y podrá tomar mejores decisiones para el futuro. Ahí todos remamos en la misma dirección.

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El autor posa en el Muro de Adriano (Reino Unido), uno de los escenarios de su última novela.
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