Historia en el arte
Quizá el elemento más icónico de la Madonna Sixtina de Rafael sean los dos angelotes situados en la parte inferior, a menudo extraídos de la obra para conformar otras totalmente independientes. Pero lo que poca gente sabe es que su origen se encuentra en
No existe documentación alguna sobre el origen del cuadro, el cual tampoco está datado ni firmado, aunque bien es cierto que la falta de estos datos se explica por las circunstancias:
Rafael (1483-1520) fue una especie de pintor de corte pontificia y el papa Julio II podía contar con él en cualquier momento, lo cual no quita para que al margen de sus encargos pudiese recibir otros. En esta época, Italia era un escenario bélico, y 1512 fue sin duda un año crítico para Julio II. En abril su ejército fue aniquilado por los franceses y los milaneses. Sus consejeros le recomendaron huir de Roma, pero se quedó y, aprovechando que el enemigo había perdido a sus generales, su ejército de soldados suizos resultó vencedor en el campo de batalla. Algunas de las ciudades que logró incorporar acto seguido a los Estados Pontificios fueron Parma y Piacenza. Toda esta contextualización bélica es importante porque esta obra, que en origen formaba parte de un retablo, se elaboró en Piacenza, donde es posible que Julio II le encargase dicho cometido a Rafael, y no en Roma.
Si nos centramos en el cuadro, algo de lo más inusual es la expresión de los rostros. Normalmente, Norma las madonas de Rafael dirigen sus miradas preocupadas y maternales matern hacia un niño Jesús que también las corresponde con gestos y mira miradas de complicidad, que hacen ver al espectador su estrecha u unión familiar. Pero en este e caso no existe ningún tipo de felicidad maternofilial, ninguna muestra de cariño en entre ambos. Es más, sus mira miradas se dirigen al frente, y la explicación más co convincente que se ha dado de esto, después de numerosas teorías, es que ambos están v viendo el futuro, el fina nal de todo en la cruz. Esto Es se debería a que es posible que frente a esta imagen se hubiese ubicado una crucifixión en un tabique, a la cual estaría señalando la mano de san Sixto, que es el personaje que se encuentra a la izquierda de la composición.
NO TAN ANGELICALES
Por lo que respecta a las dos famosas figuras aladas que se encuentran en la parte inferior de la obra, se ha sabido gracias a análisis de color que fueron añadidas con posterioridad. Sus rostros mofletudos, su cabello alborotado y sus cuerpos rotundos llaman poderosamente la atención. Sus gestos y labios sellados – uno de ellos tiene la mano sobre la boca– indican o bien que deben guardar un respetuoso silencio ante la figura de la Virgen, o bien que se encuentran tremendamente aburridos ante la escena. Su iconografía es propia, más que de la Biblia, del Renacimiento. Antes que de ángeles se trata de putti, esas afables y rechonchas figuras infantiles que acompañan a Venus en la época clásica y que en el Renacimiento se recuperan. Rafael pintó putti en la parte inferior de sus cuadros al menos en otras dos de sus más de doce madonas, lo cual otorga ese carácter de la época a sus obras religiosas.