SU VIDA DA UN VUELCO
Tras recibir al cacique y aceptar sus presentes, Cortés se dirigió por mar hacia la isla de San Juan de Ulúa ( su nombre entonces era Chalchicueyecán o Chalchichuecán). Cuando la expedición fondeó en Chalchicueyecán, el destino de Malinalli cambió por completo. Estaban todavía organizando su campamento cuando aparecieron unos emisarios de Moctezuma que querían saber las intenciones de los recién llegados. Allí surgió un gran obstáculo, pues el traductor de Cortés, Jerónimo de Aguilar, hablaba maya, pero los súbditos de Moctezuma hablaban náhuatl. Malinalli intercambió algunas frases con ellos dejando ver a los conquistadores que conocía el idioma náhuatl. Este fue el momento en que la ya bautizada como doña Marina se hizo notar como imprescindible traductora. Hablaba el náhuatl por ser su idioma materno y el maya por haberlo aprendido en su cautiverio, pues era el idioma de sus amos en Potonchán, y aprendió rápidamente el castellano. Hernán Cortés tenía claro que ahora necesitaba de los servicios de esta mujer como ‘lengua’, pero se la había entregado ya como un regalo a uno de sus hombres, Alonso Hernández Portocarrero, así que para revertir la propiedad decidió que este debía marcharse a España cuanto antes. Por eso, el 26 de julio de 1519 lo envió de regreso como su emisario ante la corte de Carlos V. Cortés se libraba de una manera honrosa del dueño de la indígena y esta podía dedicarse a su servicio. En todo caso, a Malinalli-Marina le prometió buen trato, la libertad y un matrimonio ventajoso.