Historias del cine
Cine y literatura son sinónimos de posibilidad, son artes de ficción casi siempre, a pesar de excepciones como el documental o las literaturas testimoniales. Una de las premisas con las que han jugado frecuentemente los dos es la siguiente: ¿qué hubiera pasado si, en lugar de esto, hubiera ocurrido aquello? Doy un ejemplo: ¿y si Franco hubiera perdido la Guerra Civil? ¿Y si los nazis hubieran vencido en la Segunda Guerra Mundial? ¿Y si ambas cosas hubieran sucedido? Vayamos con Shakespeare: ¿ y si Shakespeare no hubiera sido Shakespeare? ¿ Y si no hubiera escrito las obras que se le atribuyen y lo hubieran hecho otros? Esta pregunta, que podría ser el percutor perfecto para un guión de cine o para una novela, se ha planteado en múltiples ocasiones. Lo cierto, aunque parezca increíble, es que parece ser así: que Shakespeare no fue Shakespeare, o no el Shakespeare que nosotros concebimos. Al escribir esto pienso, no sé el motivo, en ese cuadro de Magritte titulado Estonoes
unapipa (1928-1929). Y pienso también en la falsificación del retrato de Cervantes atribuida a Juan de Jáuregui. Las imágenes, en ambos casos, se han quedado grabadas como arquetipos jungianos o como una referencia errónea en el palimpsesto Google. Magritte niega la existencia de la pipa en su cuadro, aunque la pipa esté ahí. Sabemos que el retrato de Cervantes es falso, pero cada vez que escuchamos su nombre nos viene a la mente esa imagen.
Con Shakespeare sucede algo parecido. Está pero no es, es pero no está. En definitiva, se trata de la ambigua frase de
Hamlet: « Tobe,ornottobe,thatisthequestion ». ¿Existió Shakespeare? Además de insigne bardo, marca e icono cultural del Imperio británico, Shakespeare es el autor más adaptado al cine de todos los tiempos: Polanski, Kurosawa, Al Pacino, Olivier, Welles, Branagh... Casi nadie ha podido escapar al influjo de su genio, porque Shakespeare fue un ser fabuloso. Otra prueba de su ubicuidad es que el poeta de Stratford-upon-Avon goza de una treintena de adaptaciones pornográficas de su trabajo, algunas tan sutiles como HamletX (1996), de Luca Damiano, o Julietay
Romeo (1997), de Joe D´Amato. ¿Ha merecido algún otro literato ese dudoso honor?
Harold Bloom, uno de los más conocidos críticos de Occidente por sus saberes literarios, su anglocentrismo y sus ataques a las feministas, niega cualquier posibilidad de que Shakespeare no fuera Shakespeare. Sin embargo, hay notables personalidades de la cultura como Orson Welles, Sigmund Freud, Charlie Chaplin, John Gielgud o Mark Twain que han mostrado sus dudas abiertamente, poniendo de manifiesto con sólidos argumentos que Shakespeare difícilmente pudo ser Shakespeare. Muchos de esos testimonios quedan recogidos y bien documentados por el colectivo Doubt About Will en su página web: www.doubtaboutwill.org.
LOS ARGUMENTOS DE MARK TWAIN
A mí, particularmente, entre todas esas versiones que cuestionan la autoría de Shakespeare me fascinan dos: Anonymous (2011), del director de cine Roland Emmerich, y ¿Ha
muertoShakespeare?, de Mark Twain. La película parece una secuela del escrito de Twain, aunque el guionista John Orloff y el director Roland Emmerich apuntan quién pudo ocultarse tras la máscara de Shakespeare, algo que no hace Twain en su ensayo. Se trataría de Edward de Vere, decimoséptimo duque de Oxford, tesis que se ha barajado en numerosas ocasiones durante el siglo XX.
Mark Twain, sin embargo, no llega a atribuir una identidad concreta a Shakespeare, pero ofrece sobrados motivos
en su escrito para cuestionarla. El personaje de Stratfordupon-Avon no tuvo la oportunidad de educarse como “un Shakespeare”, desconocía las lenguas clásicas, no tuvo los conocimientos jurídicos necesarios que constituyen la base de sus metáforas y difícilmente podría haber adquirido todos esos saberes relacionados con la astronomía, el arte de la guerra o la historia. Y, por si fuera poco, no existe ni un solo documento manuscrito de Shakespeare, en su testamento no figuran libros físicos ni derecho alguno sobre sus trabajos dramáticos y, además, su muerte pasó del todo desapercibida, contrariamente a lo sucedido con otros dramaturgos y escritores de su tiempo ( Ben Jonson, Francis Bacon, Water Raleigh...). ¿Cómo es todo eso posible? Twain no niega que existiese un actor y empresario llamado William Shakespeare, pero sí que esa misma persona fuera la que escribiese VenusyAdonis, los deslumbrantes
Sonetos en pentámetro yámbico y la retahíla de obras dramáticas cercana a la excelencia de los clásicos grecolatinos. Para Twain, la tesis más plausible es que su verdadero autor fuese Francis Bacon, aunque no lo afirma.
OTRA VERSIÓN DEL BARDO
Con una base argumental parecida a la de Twain, Emmerich y Orloff nos muestran en su film a un Shakespeare más que atípico (imagen bajo estas líneas). Las imágenes revelan de manera deslumbrante el solapamiento de las intrigas palaciegas y las luchas por el poder durante el reinado de Isabel II con las tramas de las obras de Shakespeare. Ese Shakespeare, que ocultaría al duque de Oxford según
Anonymous, estaría transformando en drama con levísimas variantes la historia de Inglaterra: las injerencias de Robert Cecil y William Cecil en la política de la reina Isabel, la batalla por la sucesión al trono tras la muerte de esta, las tensiones internas por la cuestión irlandesa debido a la religión, así como el estado de alerta constante ante las amenazas de Francia y España. Parece que solo alguien vinculado a la corte y con un vastísimo acervo cultural, como el duque de Oxford, podría haber hilado tan fino.
Cuando uno acude a estas fuentes, e insisto en la palabra “fuentes” – el trabajo de Twain está basado en documentos reales y no en hipótesis; la película de Emmerich sigue la teoría oxfordiana apoyada por relevantes estudiosos y eruditos; la Declaración publicada en Doubt About Will recoge testimonios de grandes personalidades–, uno vuelve a pensar en la relación que mantiene lo imaginario con lo real y en cómo la historia podría llegar a ser una construcción tan ficticia e ilusoria como la de los mitos. Twain escribe irónicamente en su libro: « No creo que antes de 2209 Shakespeare abandone su pedestal » . Quizá para esa fecha, también nosotros dejemos de pensar en la pipa de Magritte solo como una pipa y en el retrato de Cervantes como un espejo en el que este se miraba cada mañana. Ser o estar, esa parece la cuestión.
Orson Welles, Freud, Chaplin y Twain, entre otros,
dudaron de que Shakespeare
pudiese ser Shakespeare