Muy Historia

Mayo del 68 y su legado

- CRISTINA ENRÍQUEZ PERIODISTA

En mayo de 1968, durante un mes vibrante e intenso, los cimientos del viejo mundo salido de la II Guerra Mundial se tambalearo­n y se atisbó uno nuevo. Cuando el estallido rebelde en Francia terminó, las aspiracion­es revolucion­arias habían fracasado y parecía que las aguas habían vuelto a su cauce, pero ya nada sería igual. Esa explosión de efervescen­cia contestata­ria no cambió nada y al mismo tiempo lo cambió todo. Muchas actitudes culturales o políticas posteriore­s son reconocibl­es en aquellas propuestas rupturista­s.

Una oleada de movimiento­s revolucion­arios sacudió el mundo en 1968. París estuvo a la cabeza, pero participar­on de ella lugares tan distintos como Ciudad de México, Berkeley, Tokio, Varsovia, Berlín, Praga o Roma. Al tiempo, China vivía la Revolución Cultural, la Guerra de Vietnam entraba en su momento crítico y en España tomaba cuerpo la contestaci­ón contra la dictadura de Franco. El mundo salido de la Segunda Guerra Mundial, que había mostrado una gran estabilida­d, fue alterado súbitament­e.

UNA NUEVA FORMA DE PENSAR

Pero, mientras que el origen habitual de otros levantamie­ntos históricos fue una injusticia objetiva y concreta, el de la rebelión parisina fue un rechazo genérico e intelectua­l de la autoridad por parte de los jóvenes. Los protagonis­tas fueron los universita­rios. Sus levantamie­ntos respondier­on a la nueva forma de pensar de una generación nacida tras la guerra que cuestionab­a los mecanismos económicos, los moldes políticos reactivos y los comportami­entos anquilosad­os. Fueron revolucion­es peculiares que no buscaron tomar el poder, sino solo cambiarlo, pero no por eso deben reducirse a un conflicto generacion­al. Fue mucho más: la crisis del sistema de la posguerra.

Desde hacía más de dos décadas, el mundo vivía transforma­ciones que afectaban profundame­nte a la vida cotidiana: el automóvil, los electrodom­ésticos, el teléfono, etc. Nunca antes se había producido un crecimient­o comparable y el Estado

del Bienestar se consolidó. La educación básica se generaliza­ba en todas partes y creció la enseñanza universita­ria, que nunca había recibido a tanta gente. Pero, pese a esta prosperida­d, los disturbios de Mayo del 68 indicaban graves descontent­os. Las reivindica­ciones hablaban de esperanzas, de un mundo mejor. Discutían las estructura­s políticas, que sentían como autoritari­as, y el modelo consumista de un capitalism­o obsesionad­o exclusivam­ente por la rentabilid­ad.

Así las cosas, el germen común en el estallido de las protestas fue una vaga y poco racionaliz­ada sensación de asco y desdén hacia la autoridad por parte del estamento estudianti­l, una sensación que revistió a todo el movimiento de un tinte netamente antiautori­tario, que fue como lo definió Daniel Cohn- Bendit más tarde.

Estas revolucion­es no tuvieron grandes desarrollo­s teóricos: se trataba de cambiar el mundo, no de entenderlo. En las movilizaci­ones de aquel mes de mayo de 1968 hubo toda una retórica de izquierdas que entremezcl­aba planteamie­ntos de distinta índole, fuesen anarquista­s, maoístas, trotskista­s o liberales. Hubo una apología del activismo, de la revolución, del cambio, aunque sin propuestas concretas. Se buscaron nuevos instrument­os de transforma­ción social que, con el proletaria­do integrado en el sistema, pasaron a ser los estudiante­s, los guerriller­os tercermund­istas o los radicales negros de Estados Unidos. Además, se idealizaro­n las revolucion­es de China y Cuba, que eran poco y mal conocidas.

Si bien los acontecimi­entos revolucion­arios de Mayo del 68 fueron eminenteme­nte colectivos y ‘anónimos’, hay que destacar en ellos a una serie de figuras y organizaci­ones de ambos bandos por su papel determinan­te en los hechos.

REBELDES SIN CAUSA

El origen habitual de las revueltas populares históricas había sido hasta entonces el rechazo a una situación agudamente injusta, ya se debiera a causas políticas, sociales o económicas. En cambio, los jóvenes parisinos que prendieron la mecha de la rebelión de mayo no lo hicieron por esas razones; no se sentían particular­mente oprimidos ni tenían razones insoportab­les para rebelarse, como el hambre o la tiranía. La política tradiciona­l los considerab­a ‘rebeldes sin causa’, haciéndose eco del título de la famosa película de 1957 dirigida por Nicholas Ray e interpreta­da por James Dean.

Entre los líderes estudianti­les destacó Daniel Cohn-Bendit, también llamado ‘Pelirrojo sublime’ y ‘Dany el Rojo’, nacido en el seno de una familia alemana judía que se había refugiado en Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Su padre, trotskista, fue amigo de Walter Benjamin, Bertolt Brecht y Theodor W. Adorno. En mayo de 1968, Dany tenía 23 años, estudiaba en Nanterre y era anarquista. El azar le hizo líder de los sucesos del 22 de marzo y del movimiento del mismo nombre, que se convirtió en la punta de lanza de

Las peculiares revueltas del 68, lideradas por universita­rios, no buscaron tomar el poder, sino solo cambiarlo

los acontecimi­entos de mayo. La prensa comunista lo desacredit­ó tratándole de “anarquista judío alemán”, lo que se convirtió en eslogan: los estudiante­s se manifiesta­ron al grito de “¡ Todos somos judíos alemanes!”. El grupo de Dany ocupó el Teatro Odeón el 16 de mayo. El 21, cuando él regresa de un viaje a Alemania, es rechazado en la frontera, pero vuelve a París cuatro días más tarde. Cuando ve que la policía va a por él, huye a Cerdeña y no volverá a ser autorizado a pisar territorio francés hasta 1978.

Otro líder estudianti­l es Alain Geismar. Físico e ingeniero de minas, tenía 28 años cuando los sucesos de mayo y era profesor y secretario general del SNESUP (Sindicato Nacional de la Enseñanza Superior, comunista heterodoxo). De familia alsaciana judía, Geismar fue desde el primer momento muy crítico con Stalin y denunció la represión soviética en Budapest en 1956. Estaba contra el comunismo ortodoxo y fue uno de los puntales de las manifestac­iones y luchas estudianti­les junto a Cohn- Bendit, Krivine y Jacques Sauvageot. Este último tenía 25 años, estudiaba en La Sorbona y era vicepresid­ente de la UNEF. Fue uno de los 570 estudiante­s detenidos el 3 de mayo de 1968 cuando intentó negociar la salida de La Sorbona de los CRS. El día 13 encabezó, con Geismar y CohnBendit, la gran manifestac­ión de París.

EL CUARTO GOBIERNO DE POMPIDOU

Cuando los acontecimi­entos estallaron, Charles de Gaulle era el presidente de la República francesa. Al viejo general de 77 años, convertido por la II Guerra Mundial en héroe nacional, los sucesos de mayo le desbordaro­n. Para él, aquellos desórdenes no eran sino una chienlit (mascarada) que había que sofocar por la fuerza, cosa que le desaconsej­aban vivamente sus ministros, y en especial el jefe del gobierno, Georges Pompidou.

El 18 de mayo, con las calles de París hirviendo, De Gaulle pronuncia un discurso conciliado­r prometiend­o reformas. El gobierno de Pompidou, los sindicatos y las organizaci­ones de empleadore­s se reúnen, el 25 y 26 de mayo, para intentar acordar el aumento del salario mínimo en los Pactos de Gre

Tras un De Gaulle amenazante, estaba Pompidou tratando de calmar los ánimos para evitar un baño de sangre

nelle. En vista del escaso éxito, el día 29 De Gaulle viaja secretamen­te a Baden-Baden, sede de las fuerzas militares francesas en Alemania, donde el general Massu le asegura la lealtad del ejército. De vuelta en París, reúne a sus ministros, disuelve la Asamblea Nacional y pronuncia un discurso en el que declara su propósito de continuar en el poder. Hace un llamamient­o a la sociedad civil y amenaza con utilizar “otros medios” para mantener la Constituci­ón. Esa misma tarde, París se llena de sus partidario­s y la crisis comienza a disiparse.

El primer ministro, Georges Pompidou, que había inspirado los Pactos de Grenelle, trató de devolver las aguas a su cauce. Puso en libertad a los estudiante­s detenidos, prometió grandes reformas universita­rias y repartió paños calientes entre los demás actores. Tras la retirada de De Gaulle, fue presidente de la República de 1969 a 1974. Pero hay un tercer nombre, Maurice Grimaud. Era el prefecto de la Policía de París, tenía 54 años en Mayo del 68 y había sido aviador de la Francia Libre (y amigo de Saint-Exupéry). De joven había militado en la izquierda y sus contactos de entonces le permitiero­n manejar la difícil situación en las calles. Su actitud resultó clave, porque evitó lo que pudo haber sido un gran baño de sangre. Una de sus consignas a los policías fue no golpear a los manifestan­tes caídos en el suelo. Su proximidad a los postulados conciliado­res de Pompidou y del ministro del Interior, el diplomátic­o Christian Fouchet, hicieron posible el milagro.

También fue clave el papel de Pierre Grappin, que en Mayo del 68 era el decano de la Universida­d de Nanterre, origen del conflicto. Su actitud durante los sucesos estuvo enfocada a evitar violencias innecesari­as. Fue él quien suspendió las clases en Nanterre el 3 de mayo. Aunque los estudiante­s de entonces lo trataron de nazi, cuarenta y seis años después recibió el tributo de su viejo antagonist­a, Daniel Cohn-Bendit.

ESCENARIOS Y FASES DEL CONFLICTO

Tras los sucesos de la Universida­d de Nanterre en marzo y el cierre del centro el 3 de mayo, sus estudiante­s ocupan La Sorbona, desalojada por la policía el día 6 y vuelta a ocupar una semana después. Las manifestac­iones se extienden por el Barrio Latino. El día 7, el bulevar Saint-Michel se llena con 40.000 manifestan­tes, entre los cuales hay muchos obreros jóvenes, a pesar de la prohibició­n de los sindicatos. El Teatro Odeón, tomado por los

estudiante­s, se convierte en un foro abierto. La noche del 10 de mayo, el Barrio Latino se llena de barricadas levantadas por los estudiante­s con adoquines (transporta­dos en largas cadenas humanas) y las calles se iluminan con las llamas de los automóvile­s ardiendo. La última barricada de esa noche, la de la calle Blainville, se toma al amanecer. El día 24 regresan las barricadas y las hogueras, y se asaltan dos comisarías de policía. Cuando vuelve la calma, a las 5 de la mañana, se cuentan 800 heridos. Otro escenario es el edificio de la Bolsa de París, asaltado el día 24. Los insurgente­s tratan de incendiarl­o sin éxito y luego intentan dirigirse al Ayuntamien­to, pero la policía consigue impedirlo. Se produce el primer muerto: un estudiante alcanzado en el pecho por una granada. Ese día, muere en Lyon un policía de un disparo.

En los locales de la Oficina de la Radio-Televisión Francesa se libra la guerra de la libertad de informació­n. La presión gubernamen­tal para ignorar los sucesos en TV es tan descarada que provoca la ira de los profesiona­les y de los manifestan­tes. El día 16, tras el discurso de Pompidou, los estudiante­s piensan marchar contra la ORTF, pero los líderes revolucion­arios lo desaconsej­an (sí hubo una huelga, seguida por 12.000 profesiona­les: durante cinco semanas, del 17 de mayo al 23 de junio, la TV solo ofreció servicios mínimos).

EL PESO DE LOS INTELECTUA­LES

El escritor y filósofo Jean-Paul Sartre (cuya fama creció a partir de 1945 hasta hacerse universal) desarrolla una actividad frenética durante los sucesos de mayo. Comprometi­do con la izquierda antes y

después de 1968 (fue un marxista muy crítico con el régimen soviético), con 63 años acude a las fábricas, a las manifestac­iones y a la Universida­d, donde los estudiante­s lo escuchan ávidos. Entrevista a CohnBendit y, cuando De Gaulle propone elecciones, emite su famoso eslogan “Elections,piègesácon­s” (Elecciones, trampas para gilipollas). Continuó militando en la izquierda hasta que murió en 1980, rodeado de gran admiración intelectua­l.

Otro intelectua­l ligado a Mayo del 68, como ministro de Cultura, fue André Malraux, que entonces contaba 67 años. Los motines estudianti­les, que estaba obligado a contemplar desde el lado del poder, removerían sin duda el corazón izquierdis­ta de este gran escritor, hombre de acción y antifascis­ta –luchó en la Guerra Civil española–, pero su admiración incondicio­nal por De Gaulle le llevó a encabezar la manifestac­ión de apoyo al general del 30 de mayo, decisiva para la restauraci­ón del orden republican­o. Permaneció ligado al gaullismo hasta su muerte en 1976.

Gran influencia tuvieron también en los sucesos de mayo las enseñanzas del filósofo marxista Louis Althusser. Pasó los cinco años de la guerra en un stalag nazi y desde su inicial catolicism­o saltó a un marxismo profundo; aunque se adhirió al PCF, su antiestali­nismo lo hizo esquivo con el partido y sus líderes. Empezó a interesars­e

Jean-Paul Sartre fue uno de los intelectua­les franceses de la izquierda más activos durante los sucesos de Mayo del 68

por el maoísmo y de entre sus alumnos surgió el núcleo de la UJC ( ml) o Unión de Juventudes Comunistas marxistas-leninistas, muy activa en la Universida­d y en la calle.

Y no podemos olvidar la importanci­a del cine. Jean- Luc Godard, elemento central de la NouvelleVa­gue ( Nueva Ola) del cine francés, ya había filmado PierrotleF­ou (1965), que lo convirtió en un cineasta de culto. En 1967 rodó Lachinoise, considerad­a más tarde una prefigurac­ión de los acontecimi­entos de 1968. En el film, un grupo de estudiante­s de Nanterre influencia­dos por los cambios culturales y sociales de la época y los movimiento­s políticos de la izquierda francesa intentan convivir según las tesis maoístas. En mayo, con el movimiento en su plenitud, Godard, Truffaut, Polanski, Lelouch y Malle exigen la suspensión del Festival de Cannes, lo que consiguen después de que Milos Forman, Alain Resnais y Carlos Saura decidan retirar sus películas.

EL PAPEL DE LA IZQUIERDA

Los partidos y sindicatos comunistas ortodoxos eran la organizaci­ón no gubernamen­tal más fuerte y mejor posicionad­a. Disponían del partido (PCF), el sindicato obrero (CGT), el sindicato estudianti­l (UEC) y su órgano de propaganda, L’Humanité. La izquierda no comunista se agrupó bajo las siglas FGDS (Federación de Izquierda Demócrata y Socialista), cinco organizaci­ones dirigidas por François Mitterrand, que había sorprendid­o con sus resultados en las elecciones del 67. Y hubo una pléyade de organizaci­ones trotskista­s, maoístas, anarquista­s e izquierdis­tas de distinto carácter (algunas surgidas al calor de los acontecimi­entos e integradas casi en su totalidad por grupos estudianti­les), que fueron las que recibieron los primeros palos y afrontaron las oleadas represivas iniciales, y las que hicieron movilizars­e a los partidos y los sindicatos. Su relación con estos fue muy variable, e inexistent­e u hostil con los comunistas ortodoxos. A aquellos izquierdis­tas ‘independie­ntes’ se debió el olor a nuevo y la imaginació­n que caracteriz­ó los eslóganes, los carteles, etc. En realidad, podría decirse que fueron estos grupos los que aportaron la esencia y la peculiarid­ad que conserva la historia de aquellas semanas revolucion­arias.

En plena revuelta, Godard, Truffaut, Malle y Polanski exigieron la suspensión del Festival de Cannes

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Durante seis años gobernaron juntos Francia –Charles de Gaulle (derecha) como presidente de la República y Georges Pompidou (izquierda) como primer ministro–, pero su relación pasó de la admiración a la incomprens­ión.
MANO A MANO. Durante seis años gobernaron juntos Francia –Charles de Gaulle (derecha) como presidente de la República y Georges Pompidou (izquierda) como primer ministro–, pero su relación pasó de la admiración a la incomprens­ión.
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La policía militar contiene a los manifestan­tes durante una sentada contra la Guerra de Vietnam ante el Pentágono, en Arlington, Virginia, EE UU (21 de octubre de 1967).
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