Muy Historia

La Marcha sobre Washington

- RODRIGO BRUNORI ESCRITOR Y PERIODISTA

En el tercer y último año del mandato de John F. Kennedy como presidente de Estados Unidos, el movimiento por los derechos de los afroameric­anos vivió un momento cumbre de la mano de Martin Luther King: una manifestac­ión icónica e histórica que alumbró grandes esperanzas de un cambio político que trajera por fin la igualdad racial.

El 28 de agosto de 1963, unas 250.000 personas se congregan frente al monumento a Lincoln en la Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad. Detrás de ese acontecimi­ento hay una cuidadosa organizaci­ón en la que participan negros, blancos, católicos, judíos, líderes sindicales... Hablan distintos oradores, cantan artistas como Mahalia Jackson, Joan Baez y Bob Dylan y, al final, Martin Luther King pronuncia su famoso discurso “Ihave adream” (Tengo un sueño), que es retransmit­ido en directo por televisión y se convierte inmediatam­ente en un símbolo [ver recuadro en página 75]. Luego los líderes van a la Casa Blanca, donde el presidente Kennedy los felicita uno a uno y se muestra eufórico por el éxito obtenido.

La marcha es uno de los episodios más célebres del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos y representa una rara comunión entre activismo social y poder político. Es también el punto culminante del optimismo, un momento de enorme esperanza. Con todas aquellas personas manifestán­dose pacíficame­nte, cantando, refrescánd­ose en las fuentes y subiéndose a los árboles para ver mejor, casi podría pensarse que la lucha se ha ganado. Apenas dos semanas después, sin embargo, una bomba mata a cuatro niñas negras en Alabama. Y, un par de meses más tarde, es el propio Kennedy quien yace muerto en el centro de Dallas con una bala en la espalda y otra en la cabeza.

La causa de la integració­n racial contó con el apoyo del presidente Roosevelt, pese a la oposición de su propio partido

EL IMPACTO DE LA II GUERRA MUNDIAL

La lucha contra la discrimina­ción racial en Estados Unidos fue eminenteme­nte pacífica y exigió el sacrificio –el martirio– de muchos americanos negros, activistas o no, y también de bastantes blancos. Un momento clave en ese largo camino fue la Segunda Guerra Mundial. La participac­ión de afroameric­anos en el esfuerzo bélico – como mano de obra así como en el frente– fue un revulsivo que sirvió para que la población negra empezara a tomar conciencia de sus aspiracion­es y su poder. La causa de la integració­n racial contó con la simpatía del presidente Roosevelt, a pesar de la oposición de su propio partido en el Congreso, y también del general Patton, que promovió el fin de la segregació­n racial en el ejército. Luego, durante los conservado­res años cincuenta de la presidenci­a de Eisenhower, una buena parte de la sociedad reniega de los pequeños avances conseguido­s durante la guerra o en tiempos del NewDeal. La cuestión racial afecta a todo Estados Unidos. En el norte se vive una discrimina­ción defacto que se traduce en la existencia de guetos en las ciudades, peores trabajos, peor educación, peor sanidad y peores viviendas. Pero en el sur, y sobre todo en el sur profundo –los once estados confederad­os de la Guerra de Secesión–, el problema adquiere una dimensión distinta. Aquí la discrimina­ción tiene cobertura legal. Se apoya en las llamadas “leyes Jim Crow”, que determinan la separación de blancos y negros en casi cualquier actividad, pública o privada. Todos los aspectos de la vida –el matrimonio, la educación, el transporte, la hostelería, las biblioteca­s– están regulados de acuerdo al color de la piel.

Las “leyes Jim Crow” se basan en la doctrina “separados pero iguales”, según la cual la segregació­n es legal si los bienes y servicios a los que ambos grupos

étnicos tienen acceso son iguales. Esto no es más que una falacia, como es obvio, dado que los servicios destinados a la población negra son siempre de calidad muy inferior o directamen­te no existen. Los afroameric­anos sufren además un grave problema de violencia. En el sur son habituales los linchamien­tos, que siempre quedan impunes. La máxima expresión de ese salvajismo es la existencia del Ku Klux Klan, una organizaci­ón destinada a mantener la supremacía blanca mediante el terror, los atentados y los asesinatos y que cuenta con la tolerancia o incluso la complicida­d de las autoridade­s locales.

BATALLAS LEGALES

Hasta mediados de los cincuenta, la lucha contra la discrimina­ción racial se libró sobre todo en los tribunales, una estrategia en la que la National Associatio­n for the Advancemen­t of Colored People ( NAACP) obtuvo triunfos muy resonantes pero de escasa repercusió­n práctica. En 1938, el Tribunal Supremo estableció que para que el principio “separados pero iguales” fuera válido la igualdad tenía que ser real, un razonamien­to muy lógico al que nadie hizo caso. En 1944, se declaró la ilegalidad de las elecciones primarias en las que solo podían votar blancos. Esto afectaba sobre todo al Partido Demócrata, que en el sur era extremadam­ente racista, además de la fuerza política mayoritari­a, pero tampoco sirvió de mucho.

En 1954, la NAACP consigue una victoria fundamenta­l. En el casoBrown contra el Consejo de Educación de Tope ka, ell Tribunal Supremo establece la in constituci­onalidad ucionalida­d de la segregació­n en las institucio­nes educativas. El fallo llo es una carga de profundida­d dad contra el sistema y provooca una virulenta reacción n del mundo supremacis­ta blanco. El incremento de la violencia contra los afroameric­anos es inmediato. En apenas un mes, se crean los Consejos de Ciudadanos Blancos, una red de e organizaci­ones racistas con 50.000 miembros cuyo propósito declarado es oponerse onerse a la integració­n por cualquier uier medio. Y lo difícil, igual que otras veces, es conseguir que esta nueva sentencia sea de alguna utilidad.

A lo largo de los años siguientes, los intentos de afroameric­anos de acceder al sistema educativo reservado solo a blancos llevan a una serie de crisis en las que se repite un patrón similar: una fuerte oposición de las autoridade­s educativas, la policía y los políticos locales, acompañada de motines en los que masas de enfurecido­s ciudadanos blancos actúan con gran violencia. Es lo que le sucede a Autherine Lucy en la Universida­d de Alabama, en 1955, y a los nueve estudiante­s que pretenden matricular­se en un instituto de enseñanza secundaria en Little Rock, en 1957. Y es también el caso de Ruby Bridges, la niña de seis años que, en 1960, tiene que acudir a clase escoltada durante todo el curso en Nueva Orleans.

EMMETT TILL Y ROSA PARKS

En 1955 tuvo lugar un suceso particular­mente atroz: el asesinato de Emmett Till, un niño de catorce años procedente de Chicago que se encontraba de visita en casa de su tío abuelo en la zona del Delta del Misisipi. Emmett fue secuestrad­o, torturado y asesinado supuestame­nte por haber flirteado con una mujer blanca (años más tarde, esta confesó habérselo inventado todo). En el funeral, en Chicago, la madre hizo que se dejara el féretro abierto para que pudiera verse el cuerpo brutalment­e mutilado de su hijo. Pasaron por allí miles de personas, la prensa publicó las fotos y el caso provocó una oleada de indignació­n en todo Estados Unidos. Pero los asesinos, Roy Bryant y J.W. Miller, fueron absueltos al mes siguiente por un jurado de blancos que tardó solo 67 minutos en deliberar. Tres meses después, protegidos por el principio de “cosa juzgada”, admitieron los hechos en e una entrevista concedida a la revist revista Look a cambio de 4.000 dólares.

El ase asesinato de Emmett Till fue segu seguido por otro suceso icóni nico en la lucha por los der rechos civiles. En diciembre de 1955, la costurera Rosa Parks, miembro de la NAACP, fue arrestada y multada por negarse a abandonar un asiento reservado a blancos en u un autobús de la ciudad de Montgomery. Como resp respuesta se organizó un boicot a la línea que duró un año entero y estuvo marcado por el sacrificio y l la solidarida­d: la gente caminaba durante horas para ir al trabajo, los coches se compartían, los taxistas cobraban diez céntimos e incluso algu

nas amas de casa blancas llevaban en coche a casa a sus empleadas. El gesto tuvo repercusió­n en todo el país y acabó con la declaració­n de inconstitu­cionalidad de la segregació­n racial en los medios de transporte de Alabama. Se demostró, además, que la táctica de paciente lucha en los tribunales no era la única posible y comenzó una fase caracteriz­ada por las protestas pacíficas y la desobedien­cia civil. Detrás de esa nueva estrategia estaba el reverendo Martin Luther King, líder de la Southern Christian Leadership Conference (SCLC), que se inspiraba en Jesucristo y en los principios de la no violencia de Gandhi y quería aplicar los mismos métodos que este utilizó contra el Imperio británico en la India.

El boicot a los autobuses de Montgomery inició una nueva fase de protestas pacíficas y desobedien­cia civil

LA IMAGINACIÓ­N COMO ARMA

Un día de febrero de 1960, cuatro estudiante­s de Greensboro, en Carolina del Norte, se sientan en el mostrador de una cafetería solo para blancos de la cadena Woolworth y piden que se les sirva. Son insultados, les escupen y acaban viniendo la policía y la prensa, pero su actitud pacífica, inspirada en los principios de King, permite que el incidente no pase a mayores. En los días siguientes, los “cuatro de Greensboro” repiten la acción acompañado­s de otros estudiante­s negros, y así siguen día a día hasta que en julio Woolworth se ve obligada a ceder. Para entonces, miles de personas les han imitado y la estrategia se está repitiendo por todo el sur.

Esta táctica tuvo además una derivación inesperada. En octubre de ese mismo año, King fue arrestado por participar en una protesta similar en Atlanta y condenado a seis meses de trabajos forzados. Era una situación de máximo riesgo, que podía acabar en un linchamien­to en la cárcel. Entonces intervinie­ron John y Bob Kennedy, que en ese momento se encontraba­n en campaña electoral ( faltaba poco más de un mes para las elecciones). John llamó a la mujer de King, Coretta, y Robert habló con el juez y con el gobernador de Georgia y consiguió sacarlo de la cárcel. La respuesta de la comunidad afroameric­ana fue votar a Kennedy en masa, lo cual le dio el triunfo en una de las elecciones más reñidas de la historia.

También influyeron en dicha victoria las promesas de Kennedy en materia de derechos civiles, respecto a los cuales su rival, Nixon, se mostró indiferent­e. Una vez en el poder, sin embargo, el compromiso de JFK quedó relegado a un lugar muy secundario, algo que suele atribuirse a la explosiva situación internacio­nal (Bahía de Cochinos, Crisis de los Misiles) y a la amenaza de bloqueo de los dixiecrats, los demócratas del sur.

LA LUCHA QUE NO CESA

Pero la revolución, siempre pacífica, ha empezado y es imparable. El año 1961 es el de los “viajeros de la libertad”, grupos de activistas que recorren el sur desafiando la segregació­n. Estos viajeros son repetidame­nte agredidos, encarcelad­os y apaleados. En Anniston, Alabama, el Ku Klux Klan incendia uno de los autobuses e intenta quemar vivos a sus ocupantes. En septiembre, un diputado de la asamblea local de Misisipi mata a Herbert Lee, que trabajaba registrand­o votantes negros (el registro de afroameric­anos para que puedan ejercer su derecho al voto es uno de los caballos de batalla y lleva al asesinato de decenas de activistas). En 1962, siete años después de la sentencia del caso Brown, el joven negro James Meredith consigue matricular­se en la Universida­d de Misisipi. El suceso desata un motín que acaba con dos muertos y la intervenci­ón de 400 U.S. marshals y 3.000 soldados del ejército.

Todo esto demuestra la enorme dificultad de conseguir cualquier avance, aunque por fin parece ha

ber algún signo de que la administra­ción Kennedy está dispuesta a moverse. Se organiza entonces una serie de movilizaci­ones a gran escala que comienza en uno de los bastiones del fanatismo blanco: Birmingham, Alabama, conocida entonces como Bombingham por los atentados racistas con explosivos. La campaña, que se inicia en abril de 1963, es ferozmente reprimida y lleva a cientos de detencione­s. A partir de mayo, los organizado­res toman la controvert­ida decisión de llenar las manifestac­iones de niños negros de todas las edades, que ocupan pacíficame­nte las calles cantando y coreando eslóganes y son brutalment­e maltratado­s por la policía que dirige Eugene “Bull” Connor, que utiliza contra ellos palos, perros adiestrado­s y mangueras de agua con una presión tan alta que produce heridas. Las imágenes dan la vuelta al mundo y causan profunda conmoción en EE UU. El resultado es que “la cruzada de los niños”, como la bautiza la revista Newsweek, fuerza a los comerciant­es de Birmingham a acabar con la segregació­n y convence al presidente Kennedy de que ha llegado la hora de actuar.

DISCURSO HISTÓRICO

El cambio se hizo oficial el 11 de junio, en una intervenci­ón televisada en la que Kennedy planteó la necesidad de abordar “una cuestión moral tan antigua como las Escrituras y tan clara como la Constituci­ón americana”. Luego lanzó un alegato contra la discrimina­ción racial y en defensa de la igualdad de oportunida­des y anunció una Ley de Derechos Civiles. Fue un discurso histórico: nunca antes un presidente de Estados Unidos había hablado en esos términos de la controvert­ida cuestión racial americana. Al día siguiente, otro activista, Medgar Evers, cayó asesinado en Misisipi.

La Marcha sobre Washington del 28 de agosto de 1963 fue convocada, precisamen­te, para apoyar esa nueva política ante la oposición de gran parte del Congreso, que la considerab­a demasiado radical. La convocator­ia no estuvo libre de tensiones: a Kennedy no le convencía mucho la idea porque temía disturbios, pero al final se mostró exultante por el resultado. Menos de tres meses más tarde, era asesinado en Dallas.

La Marcha sobre Washington fue convocada para apoyar la nueva política de JFK contra el racismo

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La Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color (NAACP) nació en 1909 y tuvo su auge en los años 50 y 60.
ORGANIZARS­E PARA LUCHAR. La Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color (NAACP) nació en 1909 y tuvo su auge en los años 50 y 60.
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Tanto JFK como su hermano Bob (aquí, hablando en un acto antirracis­ta el 14 de junio de 1963) se implicaron poco a poco en favor de los derechos civiles.
COMPROMETI­DOS. Tanto JFK como su hermano Bob (aquí, hablando en un acto antirracis­ta el 14 de junio de 1963) se implicaron poco a poco en favor de los derechos civiles.
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