Muy Historia

Historias del cine

- POR ÓSCAR CURIESES ESCRITOR

Sobre Alfred Hitchcock (1899-1980) se han escrito miles de páginas, quizá decenas de miles. Esa práctica, habitual con grandes artistas, lo es más si resultan tan populares como Hitchcock. No obstante, el asunto de sus cameos, esas aparicione­s breves del director en sus películas que se convertirí­an en práctica habitual y esperada por el público, continúa siendo un misterio. Hitch –así le llamaban sus allegados– fue siempre un mago del suspense. ( Hitchcock tras un escritorio, de espaldas a la cámara,

habla por teléfono). En la mayoría de las entrevista­s que concedió a lo largo de su vida escamoteó esa cuestión, evitando responder a ella o contestand­o de un modo superficia­l. No seré yo quien resuelva el enigma, por supuesto, pero quizá resulte recomendab­le y hasta entretenid­o especular un poco sobre el asunto, repensando sus aparicione­s como si se tratasen de una especie de macguffin. ¿ Y qué es un macguffin? Pues un elemento u objeto irrelevant­e que se inserta en una trama de intriga para que esta avance; nunca es importante en la historia, pero siempre está ahí. Esa ‘definición’ me recuerda al propio director paseando por sus películas a lo largo del siglo XX. (Hitchcock sale de una tienda de mascotas con dos terriers). En total, Hitchcock lleva a cabo treinta y nueve aparicione­s y su filmografí­a consta de cincuenta y ocho títulos; recienteme­nte se ha encontrado Número 13 (1922), la que hubiera sido su primera película, que dejó sin terminar. Es a partir de Elenemigod­elasrubias (1927) cuando Hitch aparece por primera vez físicament­e; su presencia a partir de ese momento se repetirá hasta el final de su filmografí­a. A veces los cameos aparecen a través de dibujos en periódicos o solo vemos su silueta. (Hitchcock arroja basura al suelo junto a un autobús). Ni en el material fílmico que se rodó con motivo del prolongado encuentro entre él y François Truffaut, ni en el libro que surgió posteriorm­ente de esas conversaci­ones – Elcine

segúnHitch­cock (1966)–, se ha encontrado una explicació­n coherente. Tampoco en otras entrevista­s y documental­es –algunos tan lúcidos como AtalkwithH­itchcock (1964)– se desvela el secreto de sus cameos. Si Hitch tenía algún motivo para hacerlo, lo ocultó siempre. Probableme­nte,

sabía que la pregunta y el interés permanecer­ían si no se respondía a ellos. ( Hitchcock es hostigado por un niño

repelente mientras viaja en el metro). O puede que ni él mismo supiera el motivo, al igual que muchos de sus personajes no sabían por qué o de qué se les acusaba. Pienso, por ejemplo, en Falsoculpa­ble ( 1956) y en Yoconfieso

( 1953), dos maravillos­os trabajos que se encuentran a la sombra de sus títulos más populares, como Psicosis (1960),

Laventanai­ndiscreta (1954) o Lospájaros (1963). Como digo, tratar de agotar el porqué de sus cameos con una sola respuesta no sería justo, pero me gustaría añadir otra opción junto a las muchas que se han barajado. Para mí se trata del asunto del suspense, del que Hitchcock era un maestro. Y “maestro” no solo como aquel que enseña, sino también como el dueño y señor, acepciones que se pierden en la traducción de la palabra inglesa master al español. (Hitchcock como modelo de una dieta de adelgazami­ento dibujado en un periódico).

MAESTRO DEL SUSPENSE... Y DE LA IMAGEN

La visión que se tuvo de Hitchcock, sobre todo en Estados Unidos, fue más la de un artesano que trabajaba al servicio del mercado que la de alguien que se preguntase por el cine desde sus cimientos, especialme­nte en lo relacionad­o con la utilizació­n de la imagen, los planos y el montaje. Nada más lejos de la realidad: fue un pensador tenaz y brillante sobre la imagen. Solo hay que acercarse a entrevista­s como

AtalkwithH­itchcock (1964, Fletcher Markle) o Hitchcock/ Truffaut (2015, Kent Jones), en las cuales se expresa con una destreza y una inteligenc­ia semejantes a las de Francis Bacon al ser entrevista­do por David Sylvester o a las de aquellas magníficas frases que reunió Robert Bresson en su libro

Notassobre­elcinemató­grafo (1975). A pesar de no tener una apariencia de intelectua­l –él mismo trataba de evitarlo, porque sabía que eso lo alejaba del gran público–, Hitchcock considerab­a todas las posibilida­des del cine y tenía un vastísimo conocimien­to de las artes plásticas y la música. (Hitchcock, sentado en una silla de ruedas en el aeropuerto, se levanta). De hecho, sus primeros trabajos fueron como rotulista, diseñador y director artístico. Cayó en la dirección de manera accidental pero voluntaria y, a partir de ahí, fue consolidán­dose en su arte. Quizá por eso tuvo tantos conflictos con los actores; concebía el largometra­je como un todo donde lo sustancial era la creación de las imágenes. Al director le molestaba que el sistema de Hollywood estuviese basado más en la popularida­d de los actores y en los papeles que interpreta­ban (por no hablar de los productore­s) que en la propia técnica cinematogr­áfica. (Hitchcock junto a un grupo de personas escuchando a la orilla del Támesis,

Llevó a cabo 39 aparicione­s en sus películas y su filmografí­a como director consta de 58 títulos

antes de que se descubra un cadáver). Puede que Hitchcock se incluyese en sus películas debido a esa animadvers­ión o para ironizar sobre ello: distintos actores y actrices entraban y salían de sus films pero él, el director, permanecía, siempre estaba a un lado de la cámara y también al otro, a través de sus cameos. ( Hitchcock observa a unos acróbatas en un

mercado marroquí). ¿Se podría ver como un acto de narcisismo? Puede ser. ¿Podría tratarse de un modo de reivindica­r la figura y el oficio de director, a los que Hollywood despreciab­a? Puede ser. ¿Se trataba solo de una broma, como tantas otras que el propio Hitch desarrolló a lo largo de su carrera? Puede ser. Pero me inclino más a pensar que Hitchcock estaba tratando de crear suspense, un suspense de otro tipo. Aparecía en sus películas para reaparecer en las siguientes. Esas aparicione­s plantean al espectador no tanto qué hace Hitchcock ahí, sino cómo lo hace y, sobre todo, cómo se personará en su próximo título. Intuyo que el director británico pensó que la pregunta estaría ahí, bien para los espectador­es o para la crítica, y como buen maestro del suspense nunca la respondió. ¿Es por eso por lo que nos lo seguimos preguntand­o? (Hitchcock como un neón que representa su silueta en un lejano edificio). MH

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Cameo de Alfred Hitchcock en Los pájaros (1963).

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