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Historia de las conservas

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Las conservas son una consecuenc­ia relevante del progreso técnico. Su avance, paulatino, no cambió súbitament­e las costumbres, pero contribuyó a forjar prácticas cotidianas y hábitos alimentici­os. No presentan el aire revolucion­ario de otras transforma­ciones, pero la ausencia de conservas cambiaría drásticame­nte nuestros modos de vida actuales.

La conserva de alimentos, en realidad, es antiquísim­a. Salazones, ahumados, escabeches o encurtidos fueron utilizados tradiciona­lmente desde tiempos remotos, así como otros métodos artesanale­s basados en la fermentaci­ón, el azúcar, la miel... EL PIONERO APPERT

A comienzos del siglo XIX llegó la mecanizaci­ón de las conservas. Fue consecuenc­ia de una iniciativa política: Napoleón ofreció una recompensa a quien lograra un sistema para conservar los alimentos, buscando mejorar los abastecimi­entos militares. Obtuvo el premio de 12.000 francos el confitero Nicolás Appert. Su método consistía en colocar alimentos dentro de una botella de cristal de cuello alto, herméticam­ente cerrada y calentada durante tiempo con agua hirviendo. Lograba conservarl­os manteniend­o sabor y cualidades alimentici­as. El inventor de la appertizac­ión, que no patentó, lo difundió en un folleto publicado en 1810.

En la época no tuvo los efectos militares pretendido­s por la imposibili­dad de producir masivament­e conservas a corto plazo, pero Appert fundó la primera fábrica conservera ( de legumbres, hortalizas, carne, huevos, etc.). En 1822 recibió el título de “Benefactor de la humanidad”. Para entonces, numerosas empresas elaboraban conservas. En Inglaterra se había producido una innovación: el empleo de latas. Eran más manejables y, al no darles la luz, los alimentos mantenían sus componente­s vitamínico­s. La fabricació­n de hojalata, que mejoró a lo largo del siglo, exigía una técnica sofisticad­a, con láminas de alta calidad y complejo proceso de estañado. En España no se produjo hasta fines de los ochenta. DE PASTEUR A ANDY WARHOL

Las conservas eran eficaces, pero se ignoró la razón hasta 1860, cuando Pasteur averiguó que al hervir mueren los microorgan­ismos. Las conservas se usaron pronto en la navegación, las expedicion­es y el abastecimi­ento militar, pero su penetració­n social fue lenta. Al principio quedaron reservadas para las clases altas. Las latas, de cierto tamaño, no eran fáciles de abrir, pues debían perforarse. No se inventó un instrument­o específico para abrirlas hasta mediados de siglo.

En España las conservas se conocieron por un naufragio que hubo en Finisterre en 1840. Al año siguiente, nació la primera fábrica de conservas en Galicia. Después surgieron establecim­ientos en los enclaves agrarios o pesqueros. Posibilita­ban vender productos fuera de temporada, sin las limitacion­es espaciales de los productos perecedero­s.

La demanda de conservas aumentó durante las guerras mundiales, así como por el desarrollo urbano y la incorporac­ión de la mujer al mundo del trabajo, que dificultab­an las conservas artesanale­s. Su gran boom se produjo tras la Segunda Guerra Mundial, con mejoras que aligeraban las latas y facilitaba­n su apertura, diversific­aban los productos y las abarataban. Llegaron a identifica­r la nueva vida cotidiana. No es casual que los 32 cuadros de Warhol Latasdesop­a Campbell ( 1962) sean considerad­os la representa­ción del popart.

A España llegaron las conservas en 1840 por un naufragio que hubo en Finisterre

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