Muy Historia

El gran Hokusai

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En serio, no debes faltar. Cualquiera que haya visto los grabados a color no podrá considerar que haya soñado jamás con algo más hermoso. Yo sueño con ellos, y no pienso en nada más que en crear grabados en cobre. Henry Fantin-Latour, que estaba allí el primer día que yo fui, estaba en éxtasis [...]. Debes ver a los japoneses: ven tan pronto como te sea posible”, escribió la artista impresioni­sta Mary Cassatt a la también pintora Berthe Morisot. Tal fue la “impresión” (y no usamos este término de forma gratuita) que le causó, en 1890, la muestra de los grabados de ukiyo-e celebrada en París. Su frase bien puede servir de ejemplo de lo que supusieron para los impresioni­stas. Entre esos grabados, destacaban los de Katsushika Hokusai (período Edo, 1760-1849), que realizó 36 vistas del Monte Fuji. Con apenas tres colores (azul, marrón y verde) y una simplicida­d enorme, lograba una expresión máxima. El contraste de estas xilografía­s con los grandes óleos europeos, con su horror vacui de narrativas y mitologías clásicos, puede imaginarse. La gran ola de Kanagawa (en la imagen) pertenece a esas vistas del Monte Fuji. Ya se interprete como un símbolo del yin y el yang o de lo sublime romántico, la ola realiza una espiral perfecta, forma que obsesionó a artistas como Van Gogh (recordemos sus girasoles, por ejemplo) y otros muchos impresioni­stas que se estaban empezando a replantear el arte occidental.

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