UNA BUENA INYECCIÓN DE MORAL
El bombardeo del teniente coronel Doolittle y sus hombres no causó daños significativos a Japón, pero fue considerado un gran éxito estadounidense. Entre los objetivos alcanzados se encontraban una planta de almacenamiento de petróleo, otra siderúrgica, varias centrales eléctricas, un portaaviones ligero y varias fábricas. Pero los daños materiales no afectaron a la maquinaria de guerra japonesa. Nada que pueda compararse al castigo infligido tres años más tarde sobre Hiroshima y Nagasaki. Donde la operación sí tuvo importancia fue en el terreno psicológico. A los americanos les supuso una inyección de moral después del desastre de Pearl Harbor y les demostró que podían tomar la iniciativa en la zona, que hasta el momento había correspondido exclusivamente a los japoneses. A estos les hizo ver que no eran invulnerables, lo que tuvo una trascendente consecuencia: convenció al comandante en jefe de la Armada Imperial japonesa, Isoroku Yamamoto (en la imagen), de la necesidad de librar la batalla de Midway (mayo de 1942), que fue un desastre para Japón y el punto de inflexión en la Guerra del Pacífico. Pero el precio más alto lo pagó China: las represalias de Japón fueron brutales. Aldeas y cultivos fueron quemados y los lugareños torturados y asesinados. Una venganza en toda regla, en la que se estima que murieron 250.000 civiles.
PUNTO DE INFLEXIÓN.
La batalla de Midway, entre el 4 y el 7 de junio de 1942, pudo inclinar definitivamente la balanza en favor de Japón pero acabó en una decisiva victoria aliada. En la foto, un escuadrón de bombarderos US Douglas SBD-3 Dauntless patrulla sobre Midway unos días antes.