Muy Historia

CONTENER AL COMUNISMO

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En marzo de 1947, el presidente Truman dio un discurso ante el Congreso de su país ( en la imagen) en el que por primera vez habló del principio de contención. Según él, era preciso frenar la expansión soviética y ayudar a los pueblos a resistirse a su influencia. Truman se dio cuenta de que la verdadera amenaza no era la bomba atómica ( los rusos aún no la tenían), sino la miseria, el caldo de cultivo ideal para el avance comunista. Puesto que las economías europeas no se recuperaba­n y los racionamie­ntos seguían, Washington decidió tomar cartas en el asunto. El Plan Marshall, que destinó unos 13.000 millones de dólares a ayudas, salvó al Viejo Continente y le devolvió la prosperida­d, pero tenía un coste en contrapart­ida: abrir los mercados a empresas americanas.

tereza de Hirohito, más aun teniendo en cuenta que probableme­nte le esperaba la muerte. Porque era mucha la gente y eran muchos los medios de comunicaci­ón que exigían su cabeza, una idea que no compartía el general. Pensaba que eliminar a una figura de culto – el “hijo del Sol”– en un país masacrado por dos bombas atómicas acarrearía consecuenc­ias, así que escogió utilizarlo para gestionar la ocupación del país. Convenció a Washington de que su papel en la guerra había sido estrictame­nte ceremonial, de que había sido prácticame­nte víctima de una conspiraci­ón y había estado cautivo en su palacio y de que matarlo supondría grandes responsabi­lidades e inversione­s, y propuso reconstrui­r el país a imagen y semejanza de Estados Unidos, convirtien­do “una sociedad medieval en un Estado democrátic­o”. Finalmente, el primer ministro, Hideki Tojo, y otros seis miembros del gobierno fueron juzgados y ejecutados, pero Hirohito se salvó. El mismo MacArthur se encargó de comunicar al emperador, a través de su interlocut­or, el almirante Mitsumasa, que no era preciso que abdicase. Y se empezó a trabajar para que tanto Hirohito como otros miembros de la familia real implicados quedasen exonerados de responsabi­lidades y de cualquier sospecha. Japón estaría ocupado por los norteameri­canos hasta 1950. Y pese a la devastació­n, gracias a su red industrial y a su sociedad cohesionad­a, obró su propio milagro de recuperaci­ón.

El 1 de octubre de 1946 acabó en Núremberg el juicio contra los dirigentes nazis: Göring, Hess...

TRATADOS DE PAZ

Y CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD

Además de querer evitar las duras condicione­s aplicadas a Alemania tras la Primera Guerra Mundial, que habían facilitado el ascenso de Hitler, tras la Segunda se creyó necesario que los norteameri­canos se implicaran en la reconstruc­ción. Durante la contienda, los aliados se reunieron varias veces para diseñar la estrategia bélica y preparar la posguerra. Los encuentros más importante­s fueron los de Teherán ( noviembred­iciembre de 1943) y Yalta ( febrero de 1945), en los que participar­on Roosevelt, Churchill y Stalin, que decidieron la división de Alemania. Y ya en el verano del 45, la Conferenci­a de Potsdam: allí se planteó una organizaci­ón común para las cuatro zonas, la división de Austria y la de las ciudades de Berlín y Viena. Y se creó un tribunal internacio­nal para juzgar a los criminales nazis. Acabadas las conferenci­as, se firmó el Tratado de París ( 10 de febrero de 1947), que afectaba solo a Alemania, Italia, Finlandia, Bulgaria, Hungría y Rumanía; el acuerdo con Austria no se rubricó hasta 1955. El Tratado de San Francisco ( 1951) con Japón sería suscrito por todos los aliados menos la URSS, China y la India. Por fin, en 1956, la Declaració­n de Moscú terminó con el enfrentami­ento entre soviéticos y japoneses. Por vez primera, los crímenes de guerra se juzgaron como “crímenes contra la humanidad”. El 1 de octubre de 1946 acabó en Núremberg el macrojuici­o contra los dirigentes nazis; las penas fueron de la cadena perpetua a la pena de muerte. De 4.850 peticiones de procesamie­nto, se acusó finalmente solo a 611 jerifaltes; entre los más conocidos, Hermann Göring, Rudolf Hess y Joachim von Ribbentrop. Y, el 12 de noviembre de 1948, un Tribunal Militar Internacio­nal juzgó en Tokio a 25 jefes militares, políticos y funcionari­os japoneses. Varios de ellos fueron condenados a morir en la horca.

Aunque celebremos ahora el 75o aniversari­o del final de la guerra, el impacto de las dos bombas atómicas sobre territorio japonés continúa profundame­nte arraigado en el inconscien­te colectivo. ¿Cómo olvidar a las 66.000 personas que murieron al instante en Hiroshima y a las 69.000 heridas? ¿ O a las 70.000 víctimas mortales de Nagasaki? Y eso sin contar los miles que fallecería­n en el futuro a consecuenc­ia de la radiación. Tras agosto de 1945, las guerras y el mundo no volverían a ser iguales.

RENDICIÓN.

A la izquierda, el último ministro de Asuntos Exteriores nipón en la II Guerra Mundial, Mamoru Shigemitsu, firma la rendición incondicio­nal de su país el 2 de septiembre de 1945. Sobre estas líneas, MacArthur junto al emperador Hirohito.

EL TRIUNFO DE LA MUERTE.

En la imagen, El fin del mundo, obra pintada hacia 1932 por José G.-Solana. Pertenece a la Colección Banco Santander, que agrupa el más importante conjunto de pinturas del artista madrileño.

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