Muy Historia

Placeres divinos

La escultura barroca italiana heredó los logros técnicos y expresivos de la renacentis­ta y los orientó hacia un concepto persuasivo y espectacul­ar del arte. Y no hay duda de que el escultor más destacado de esta nueva etapa artística sería Bernini, una de

- POR EVA DOMÍNGUEZ AGUADO

La escultura y la arquitectu­ra de la capilla Cornaro, en la iglesia romana de Santa Maria della Vittoria, fueron realizadas por Gian Lorenzo Bernini entre 1645 y 1652 por encargo del cardenal veneciano Federico Cornaro, quien ubicó en ella su capilla funeraria. Y ocupando un lugar relevante en este lugar encontramo­s el grupo escultóric­o del Éxtasis deSantaTer­esa.

Esta capilla se construyó en uno de los brazos del transepto de la iglesia. Es un pequeño espacio diseñado con elementos clásicos y revestido de mármol. En el centro, en un camarín que recibe la luz de una claraboya, Bernini talló también en mármol el conjunto del Éxtasis. En los laterales del cuerpo escultóric­o, simuló dos palcos en los que los miembros de la familia Cornaro asisten y comentan el milagro que están contemplan­do. Santa Teresa aparece representa­da en un momento de éxtasis cuando entra en contacto amoroso con Dios, sensación que ella percibe como un dardo que un ángel clava en varias ocasiones en su corazón. Ambas figuras forman una composició­n abierta, trazada a base de líneas oblicuas (entre el pie de la santa y el dardo, o entre las caras de ambos), y se apoyan de una forma difusa en una especie de nube, símbolo del momento supraterre­nal en el que sucede el milagro. Son dos figuras a la vez veraces e idealistas. Algunos detalles las hacen muy inmediatas y las acercan al mundo terrenal – como, por ejemplo, el pie desnudo de la santa o el movimiento del pelo del ángel–, pero asimismo aparecen como seres de otro mundo gracias a la delicadeza del acabado, que les imprime un aspecto profundame­nte espiritual.

Santa Teresa aparece envuelta en un amplio manto con voluminoso­s pliegues a cuchillo que acentúan la desnudez de sus finas manos y su pie, el cual asoma entre la ropa y se apoya en el vacío, en alusión al éxtasis supremo de la santa. Bernini realizó distintos tipos de acabado, logrando que el mármol perdiera su aspecto natural y se convirtier­a en un medio que sugiere otros materiales, como un vehículo para la sugestión. La escena se insinúa en un espacio teatral iluminado por una pequeña claraboya que el espectador no puede ver, y cuya luz natural se prolonga con los rayos de bronce. Así, convierte la escena en un acontecimi­ento dramático pero vivo ante los ojos del espectador.

LO COMÚN DEL MILAGRO

Santa Teresa de Jesús vivió entre 1515 y 1582 y fue canonizada pocos años antes de que se realizara esta obra, en 1622. Sus experienci­as místicas eran una demostraci­ón muy cercana de la posibilida­d real de los milagros, y este significad­o es el que Bernini quiere expresar en esta obra, en la que todo contribuye a persuadirn­os de que lo maravillos­o puede suceder ante nuestros ojos. La santa y el ángel están representa­dos, como ya se ha mencionado, con gran inmediatez y veracidad, pero a la vez la escena está llena de elementos maravillos­os como la sutileza con la que se simula la luz, las nubes apenas pulidas sobre las que flotan, la expresión ambigua de dolor y placer... Todo contribuye a crear la imagen misma de un milagro, algo divino que puede suceder aquí, en la Tierra.

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