Muy Historia

EL TAJ MAHAL

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En 2017, unos abogados indios presentaba­n una atrevida demanda: querían demostrar que el Taj Mahal, el mundialmen­te famoso palacio mogol de la ciudad de Agra, se había construido sobre un templo hindú preexisten­te dedicado a Shiva. Pretendían que los fieles hinduistas pudieran tener acceso a él ( solo los musulmanes oran dentro). Es la última, pero no la única ocasión en que llega a los tribunales esta guerra cultural entre religiones en torno a una de las nuevas maravillas del mundo. El tribunal, asistido por el dictamen de arqueólogo­s, falló en contra.

Si bien el complejo del Taj Mahal en Agra ( a 200 km de Nueva Delhi) incluye una mezquita, una casa de invitados y amplios jardines, es sobre todo un mausoleo romántico, construido por el emperador Sha Jahan para honrar la memoria de su esposa Muntaz Mahal ( de ahí el nombre del edificio), fallecida en el parto del decimocuar­to hijo de ambos. Curiosamen­te, el emperador enfermaría durante las obras y acabaría por ser enterrado él también en el imponente Taj Mahal. Producto de la síntesis hindú- musulmana que tuvo lugar en la India durante el siglo XVII, fue construido en mármol puro importado desde cuatro localizaci­ones, Rajastán, Tíbet, Afganistán y China ( mármol que adquiere distintas tonalidade­s según el momento del día y la intensidad del sol), y tardó más de veintidós años en estar completame­nte terminado ( 1631- 1654). Hoy, este monumento arquitectó­nico excepciona­l – una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno desde 2007 y Patrimonio de la Humanidad– es el mausoleo más popular del mundo.

corte con teólogos no solo hindúes, sino también cristianos, jainitas, tántricos... Todos debatían en su presencia sobre sus respectiva­s creencias, uno de los primeros ejemplos de encuentro ecuménico en la historia. De él pretendía el emperador que surgiera una religión sincrética, cuyos principios llegó a formular, aunque no arraigaría. Uno de los participan­tes destacados en aquellos encuentros fue el jesuita español Antonio de Montserrat, un fascinante personaje que se ganaría el aprecio del emperador, quien le nombró tutor de uno de sus hijos. Montserrat escribiría una crónica sobre el Imperio mogol que tendría gran influencia en Occidente, y también dibujó el primer mapa conocido del Tíbet. Akbar aplicó un espíritu integrador también a la división étnica. Se casó con princesas tanto hindúes como rajput, uno de los clanes más importante­s del norte y el centro de la India. Buscaba así consolidar el Imperio y facilitar la convivenci­a. Por todas estas realizacio­nes fue conocido como Akbar ‘el Grande’ o el Gran Mogol. Y precisamen­te su sucesor, Jahangir ( 1569- 1627), el único de sus hijos que llegó a la edad adulta, nació fruto de uno de estos matrimonio­s, el celebrado con la princesa rajput Mariam uz-Zamani.

EL PRINCIPIO DEL FIN

El reinado de Jahangir fue un fracaso. Alcohólico y manipulado por su entorno, con él los mogoles empezaron una suave decadencia. Jahangir otorgó a los británicos la primera autorizaci­ón para comerciar en la India, decisión que a la larga tendría importante­s consecuenc­ias.

El penúltimo destello de gloria de la dinastía mogol aparece en las realizacio­nes arquitectó­nicas del siguiente emperador, Sha Jahan ( 15921666), constructo­r del Taj Mahal [ ver recuadro], que lo ha hecho célebre, aunque acabó sus días preso por iniciativa de su hijo, Aurangzeb ( 1618- 1707), deseoso de sucederle. Este último fue un musulmán mucho más estricto y observante de la fe que sus predecesor­es, famoso por su vida austera. Su manera de vivir la religión, mucho más rigorista, le llevó a acabar con la tolerancia religiosa y a expandir el imperio manu militari, lo que le acarrearía fuerte oposición y revueltas. Lo conseguido por las armas tendría una duración escasa; unas décadas después de su muerte, el sah persa Nader desmantela­ría fácilmente el Imperio mogol tras derrotarlo en la batalla de Karnal ( 1739).

Era el punto de inflexión que marcaba la definitiva decadencia de la dinastía que había conseguido por momentos la imposible tarea de unificar bajo su égida el inabarcabl­e subcontine­nte indio y que, en el país de Buda y los brahmanes, logró imponer el islam, más por la fuerza que por la convicción. Así las cosas, la rivalidad entre musulmanes e hindúes perduraría.

OBRA DE AKBAR.

El gran emperador mogol fue el artífice, en 1566, de la construcci­ón del Fuerte de Lahore (arriba), en esta ciudad que hoy pertenece a Pakistán.

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