ALGODÓN, TÉ, ÍNDIGO, SAL, SEDA, ESPECIAS...
La Compañía de las Indias Orientales monopolizó todo el flujo de comercio, bajo la supervisión y protección gubernamental. Si bien al principio su homóloga holandesa, la gran reina del mercantilismo gracias fundamentalmente al mercado de especias, iba a ser una dura competencia, la East India Company vio cómo su dominio crecía – Madrás, Bombay y Calcuta fueron las bases de operaciones– hasta el punto de convertirse en un poder fáctico que hacía las veces de gobierno en su área de influencia oriental. Los ingleses lograron instaurar industrias y afianzar su poder en los puertos; a mediados del XVII, ya fletaban una media de 25 barcos al año.
En el siglo XIX, uno de los productos más demandados por Inglaterra era el algodón, imprescindible para sus nuevas fábricas textiles ( estaba en plena revolución industrial). Lo importaba de EE UU, pero la Guerra de Secesión hizo que pusiera sus miras en Bombay. Así, entre 1860 y 1865 esta ciudad vivió el gran boom del algodón. Además, las industrias textiles de Manchester y de toda Europa necesitaban índigo ( un colorante azul oscuro muy apreciado) y Gran Bretaña descubrió que la tierra india era perfecta para cultivar el arbusto del que se sacaba.
De este modo, el interés de la Compañía se centró en el algodón y el índigo, sin abandonar por ello la seda, el té, la sal y las especias. Mientras se enriquecía, y sin perder nunca de vista los intereses de Londres, la Compañía llenó Europa de productos de las colonias. Sin olvidar el intenso tráfico de esclavos, que fue una de las piedras angulares de su riqueza.
consiguieron controlar finalmente el levantamiento. Y no solo eso: lo reprimieron brutalmente, llevando a cabo una auténtica matanza en su reconquista de Delhi.
El resultado de todos estos despropósitos fue que la administración colonial británica, hasta entonces en manos de la Compañía, pasó a las del Estado a través de la corona. Y es que, horrorizados ante el derramamiento de sangre, la reina Victoria y su marido, el príncipe Alberto, pasaron a asumir el reinado directo sobre el país, siendo ella coronada emperatriz de la India. La Compañía de las Indias Orientales se disolvió definitivamente en 1874, año en que se creó el Raj británico, un sistema colonial a través del cual el gobierno mandaba en la India. El control y la represión sobre la población fortalecieron todavía más el movimiento independentista.
LA TERRIBLE HAMBRUNA DE ORISSA
Las hambrunas no eran nuevas, pero aumentaron con la llegada de los ingleses. La Compañía de las Indias Orientales contribuyó a destruir las industrias textiles arrastrando a la población a la agricultura, supeditada al capricho de los monzones. En 1866, una gran sequía redujo drásticamente las reservas de grano e incrementó los precios para desesperación de los campesinos, que no podían pagar el arroz. Más de un millón de personas murieron de hambre en el este de la India, y una de cada tres del estado de Orissa.
Pese a la magnitud de la tragedia y el tono de los reportajes que la prensa india y británica publicaban, el gobierno colonial decidió no intervenir. Creía que la cosa mejoraría por sí sola y, si no era así, no sería culpa suya sino una respuesta de la naturaleza a la sobrepoblación. Para los británi
cos, la intervención no solo era innecesaria sino hasta dañina, pues alteraría las leyes naturales de la economía de la India.
La hambruna motivó al pionero nacionalista Dadabhai Naoroji a esbozar la primera versión de su ‘ Teoría de la sangría’, según la cual Gran Bretaña se estaba enriqueciendo literalmente a base de chupar la sangre vital de la India. Mientras en Orissa morían en masa, Dadabhai Naoroji se percató de que su país había exportado unos 100 millones de kilos de arroz a Gran Bretaña. Nada cambió. Hubo nuevas hambrunas en 1869, en 1874 y entre 1876 y 1878. Durante esta última, la hambruna de Madrás, entre cuatro y cinco millones de personas murieron después de que el virrey, Lord Lytton, adoptara una política de no actuación similar a la de Orissa. El desastre de 1866 y los otros que le siguieron estimularían a los indios a luchar contra el gobierno colonial británico.
Dadabhai Naoroji fue el primero en denunciar públicamente la explotación británica de los recursos de la India