Europeos por la Ruta de la Seda
MARCO POLO, EL PIONERO.
El barco del comerciante veneciano en un grabado coloreado que ilustra el libro Ser Marco Polo, editado por el orientalista francés Henri Cordier (siglo XIX).
La expansión de Europa en la Edad Media llegó a su fin en el siglo XIII. El crecimiento interior rozaba el límite de la explotación de sus recursos y una sociedad cada vez más asentada –cultural y socialmente– sintió el impulso de expandirse hacia fuera. Aquellos siglos ‘oscuros’ habían provocado el repliegue en una sociedad feudal y rural, bajo la amenaza interna de los pueblos bárbaros y la externa de la invasión musulmana. Así, el mundo conocido por los europeos no iba más allá del actual Oriente Medio. Las pocas noticias que se tenían de otras culturas eran confusas y desvirtuadas.
LAS PRIMERAS VÍAS DE COMERCIO DIRECTO
Desde la Antigüedad hubo comercio entre el mundo mediterráneo y el Lejano Oriente – de donde llegaban preciados productos como sedas y especias–, pero no fue hasta el siglo XIII cuando los europeos comenzaron a establecer conexiones mercantiles directas con la India, China y las indonesias islas de las Especias. Estas fueron posibles gracias al ascenso del Imperio mongol. Los mongoles eran uno de los diversos pueblos nómadas que habitaban las estepas de Asia central; pastores, artesanos y fieros soldados. En 1206, todas sus tribus quedaron bajo el mando de
un gran jefe, Gengis Kan, que estableció un imperio que se extendió desde las fronteras de China hasta las puertas de la Europa oriental. El interés europeo por los mongoles fue inmenso, pues en lo político ofrecían una alianza contra un enemigo común: el islam y los turcos otomanos. A su vez, los mongoles, sabedores de las ventajas económicas que ofrecía el dominio territorial de su imperio, tomaron medidas para controlar las vías comerciales entre Europa y China –la famosa Ruta de la Seda– y fomentaron los contactos mercantiles con los europeos.
Entre esos primeros comerciantes europeos estuvieron tres venecianos: los hermanos Maffeo y Niccolò Polo y el hijo de este último, Marco Polo ( 1254- 1324). La República de Venecia comenzaba a ser una potencia comercial, especializada en la importación de productos de lujo llegados de Oriente, que distribuía a toda Europa. Marco Polo tenía 17 años cuando emprendió su viaje hacia allí: recorrió la Ruta de la Seda y atravesó Asia Central hasta la China. Pero lo que empezó como una expedición comercial se convirtió en una larga estancia de veintitrés años –en parte al servicio de Kublai Kan, emperador de Mongolia
LA GRAN AVENTURA.
Retrato de Marco Polo (1254-1324), el viajero veneciano que pasó veintitrés años al servicio de Kublai Kan.
y China–, que culminó con su regreso a Venecia en 1295. La narración de su fantástica experiencia es uno de los más famosos relatos de viajes. Los efectos en la imaginación de sus contemporáneos fueron enormes. Durante los dos siglos siguientes, LosviajesdeMarcoPolo, conocido también como Ellibrodelasmaravillas, fue la principal referencia de la exploración de un mundo lejano. El mismo Cristóbal Colón atesoraba un ejemplar con anotaciones manuscritas.
Las noticias de Polo desde China, y la curiosidad del emperador chino hacia el mensaje cristiano, llevaron al papa Nicolás IV a fomentar el envío de misioneros católicos a Oriente. Fue así como las órdenes religiosas fundadas a principios del siglo XIII mandaron a sus primeros misioneros: el franciscano Juan de Montecorvino –que viajó a China e India entre 1275 y 1328 y llegó a ser arzobispo de Pekín y Patriarca Latino de Oriente– o el dominico Jordanus Catalani, el primer ibérico que pisó la India –estableció allí la primera diócesis católica–, cuya experiencia dio lugar a otro gran relato de
viajes titulado MirabiliaDescripta.
A los comerciantes y misioneros, siguieron los primeros embajadores. Y es que comenzaba a preocupar en Europa el ascenso de los turcos otomanos, asentados en la península de Anatolia, desde donde amenazaban con la conquista del cristiano Imperio bizantino y su capital, Constantinopla. Alarmados, los reyes europeos se movilizaron diplomáticamente para confirmar la ayuda del Imperio mongol frente a este peligro, desde la retaguardia en Asia Central.
En 1453, en efecto, se producía la temida caída de Constantinopla en manos del Imperio turco otomano. El suceso marcó el fin del gobierno cristiano en el Mediterráneo oriental y fue un enorme golpe psicológico para Europa, cuyos intereses económicos también se vieron perjudicados. Las potencias mercantiles –Venecia y Génova– veían interrumpidas sus tradicionales rutas terrestres de comercio. Que las caravanas atravesaran Oriente Medio se había convertido en una costosa temeridad, así que fue necesario buscar alternativas. Varias circunstancias históricas iban a favorecer el descubrimiento de nuevas rutas hacia las Indias.
EN BUSCA DE NUEVAS RUTAS
Ya en el siglo XIII, navegantes como los hermanos genoveses Ugolino y Vadio Vivaldi se habían aventurado a pasar el estrecho de Gibraltar y descender a lo largo de la costa africana. Aunque esta expedición se perdió en el mar, abrió expectativas a las siguientes, entre las que estarían la del redescubrimiento en el siglo XIV de la cadena de islas atlánticas –las Canarias y las Azores– por marinos genoveses y las de los subsiguientes esfuerzos por colonizarlas. Al mismo tiempo, la necesidad de encontrar metal para el pago de las grandes transacciones comerciales con Oriente (la producción de plata en Europa bajó drásticamente en los siglos XIV y XV) generó un creciente interés por la búsqueda de oro en África.
Fue a finales del siglo XV, sin embargo, cuando España y Portugal, reforzados por el final de la Reconquista y lanzados a expandirse en la búsqueda de nuevas rutas comerciales hacia las Indias, hicieron del dominio del Atlántico una nueva era. España iba a intentarlo atravesándolo hacia Occidente. Así, auspiciado por el reino de Castilla, en 1492 Cristóbal Colón probó este nuevo rumbo a las Indias, para encontrarse a medio camino
Con Constantinopla en manos turcas, la Ruta de la Seda se convirtió para los europeos en una costosa temeridad: había que buscar una alternativa por mar
EXPANSIÓN LUSA.
Situadas en medio del océano Atlántico, a unos 1.400 km al oeste de Lisboa, las islas Azores (en la imagen, la Laguna de Fuego de la isla de San Miguel) forman parte de las conquistas que llevó a cabo el reino de Portugal en el siglo XV.