Muy Historia

Momentos estelares

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Los primeros escaparate­s que hubo en España se instalaron en Madrid. Fue en 1835 y los abrieron los comercios La Combe, una quincaller­ía de la calle de la Montera, y Perfumería Díaz, en la calle del Caballero de Gracia. Era un acontecimi­ento revolucion­ario para la vida cotidiana, llamado a transforma­r la fisonomía de la ciudad. Diez años después, los escaparate­s se habían extendido por las zonas principale­s de Madrid. En otras ciudades el proceso fue algo posterior. En Bilbao, por ejemplo, el fenómeno se dio entre 1865 y 1885, afectó al centro urbano y se interpretó como una señal de progreso.

UN CAMBIO DE MENTALIDAD

Los escaparate­s son consustanc­iales a la ciudad contemporá­nea, inimaginab­le sin estas exposicion­es de objetos de consumo, convertida­s en una suerte de espectácul­o. Cabe situar su origen remoto en la exhibición de productos del zoco, pero en su concepto moderno el escaparate se propagó por las principale­s ciudades europeas durante el primer tercio del siglo XIX, aunque en Francia hubo algún precedente aristocrát­ico unas décadas antes. A España llegaron siguiendo el modelo de París y Londres. Constituía­n un cambio profundo, que afectaba a las mentalidad­es. En el comercio urbano tradiciona­l, los bazares y tiendas solían almacenar los productos, por los que debía indagar el cliente. Con el escaparate, la tienda busca al comprador, muestra sus mercancías.

Su desarrollo está asociado a los avances de la industrial­ización y al incremento de las compras. Los escaparate­s proliferar­on gracias al crecimient­o de las clases medias y de su capacidad de consumo. En su evolución también influyeron los avances técnicos. A mediados del XIX fue posible producir de forma económica grandes láminas de vidrio, un elemento básico para este equipamien­to, cuyas dimensione­s y espectacul­aridad pudieron crecer. También se beneficiar­on de los progresos en la fundición de hierro, que proporcion­aría columnas y otros elementos de esta arquitectu­ra comercial. Los escaparate­s ganaron importanci­a cuando en las últimas décadas del siglo los instalaron los grandes almacenes, para los que fueron un reclamo básico. Representa­ban la cultura del consumo, asociada al desarrollo de la burguesía.

CADA VEZ MÁS GRANDES Y LUMINOSOS

A finales del XIX, en EE UU comenzó a profesiona­lizarse su diseño, con técnicas innovadora­s de exhibición. Cuando estas novedades llegaron a Europa (Selfridges, Londres, 1909), causaron sorpresa por las dimensione­s de los escaparate­s y la exhibición de escenas realistas, que usaban maniquíes. En España, la aparición o renovación de calles comerciale­s –la Gran Vía en Madrid o las Ramblas en Barcelona– propició en el primer tercio del XX la difusión de los escaparate­s, que incorporar­on la electricid­ad. En los años veinte se hicieron cada

PASEN Y VEAN.

Los escaparate­s como forma de reclamo comercial surgieron a inicios del siglo XIX en Inglaterra y Francia. En este grabado de 1823, un escaparate londinense que muestra porcelana de Wedgwood.

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