Muy Historia

Entrevista: Javier Sierra

- PERIODISTA

CRISTINA ENRÍQUEZ

Que lo suyo es comunicar lo sabe desde niño este periodista nato, hijo adoptivo de su ciudad, Teruel, curioso, aventurero e investigad­or de misterios científico­s e históricos en los que indaga a conciencia desde bien joven. A los 12 años, Javier Sierra ya conducía su programa en Radio Heraldo, y con solo 18 cofundaría la revista Año Cero. Director de Más Allá de la Ciencia y de espacios en radio y televisión, su faceta de escritor le ha dado grandes satisfacci­ones con premiados títulos como La dama azul, La cena secreta, El maestro del Prado o El fuego invisible (Premio Planeta 2017). En #0 de Movistar+ podemos ver Otros mundos, programa que dirige y presenta.

infinito. No ha habido catástrofe que haya hecho que nuestra cultura, sobre todo en los últimos 2.000 años, haya dado un paso grande hacia atrás. Y si lo miramos en una perspectiv­a más amplia de 10.000 años, desde el Neolítico, tampoco. En este sentido, yo creo que caminamos hacia arriba. Otra cuestión es que nos toca trabajar mucho para evoluciona­r. No ha habido período histórico de descanso para el ser humano, ni lo habrá.

Afirma que con los virus cambiaron o desapareci­eron civilizaci­ones. ¿Somos el resultado de diversos contagios a lo largo de la historia?

Sí, probableme­nte los virus estén detrás de algunos de los grandes enigmas de la historia que no hemos podido resolver, como el súbito abandono de las ciudades mayas. Esto, de repente, puede cobrar sentido a la luz de una pandemia. Pandemia que no habría dejado, evidenteme­nte, huellas físicas en las estructura­s y monumentos de sus ciudades, pero que se llevó a la población por delante. Eso explicaría mucho mejor que otras teoría, s vinculadas, por ejemplo, a la religión o a la astronomía, el por qué una ciudad construida a conciencia se queda vacía. Aun siendo invisibles, los virus pueden ser un gran enemigo. Es increíble, pero hasta 1943 no vimos el virus de la gripe. Sospechába­mos de su existencia, pero era casi una construcci­ón teórica. Está claro que nos queda todavía muchísimo por descubrir del mundo en el que vivimos, lo cual lo hace más interesant­e también. A lo mejor ahora, a la vista de nuestras ciudades vacías por la pandemia, entendemos mejor la clave de muchos enigmas.

Visto así, los virus no parecen enemigos, sino que han sido aliados en nuestra evolución como especie.

Claro. Se entiende mejor si relacionam­os ‘ virus’ con ‘selección natural’. Cuando un virus atacaba a una población y la diezmaba, se llevaba por delante a los más débiles. Los que habían resistido ya eran inmunes ante la siguiente oleada del virus y, al reproducir­se, creaban una generación que también lo era. Por lo tanto, se modificaba el perfil genético. Por eso hoy, en el siglo XXI, somos más resistente­s a, por ejemplo, las cepas agresivas que existían en el siglo XIV en plena peste negra. Y es que nosotros somos hijos de los supervivie­ntes. Solo eso ya explica cómo los virus nos han esculpido como especie, pero luego están los factores culturales, que también son muy importante­s. En la Edad Media, la peste negra tuvo una influencia tremenda en el arte y surgieron, por ejemplo, las pinturas de las danzas macabras (en el Parador de Alcañiz tenemos unas representa­ciones de la danza de la muerte alucinante­s). Sabemos que, tras una pandemia, tradiciona­lmente hay una preocupaci­ón colectiva por el fenómeno de la muerte, y creo que esto vamos a vivirlo también ahora. Cuando todas la familias tienen a alguien que se va en estas circunstan­cias, te das cuenta de que la muerte forma parte de la vida.

¿ A qué dogma se refiere en el subtítulo de la novela: ‘Siempre que un dogma cae, un nuevo mundo nace’?

En Elmensajed­ePandora intento llamar la atención sobre que las visiones rígidas de la vida, al final, nos conducen siempre a callejones sin salida. Hubo un dogma, el religioso, que rigió en Europa mucho tiempo, hasta la peste negra. A raíz de que muriese uno de cada tres europeos, surgió la necesidad vital de poner al ser humano en el centro y dejar a Dios en un segundo plano. Cambiamos el dogma religioso por otro tipo de dogmas sociales. Surgió el Renacimien­to, nuevas formas de gobierno, los primeros parlamento­s... En fin, empezaron a ocurrir cosas. Yo creo que hoy el dogma influyente está en dos sectores: el político y el científico. Los modernos partidos políticos se parecen cada vez más a la sectas religiosas de la Edad Media. Se ha radicaliza­do la ideología y se impone sin posibilida­d de réplica. No hay hogueras en la calle, pero se quema a las personas en redes sociales, se destruye su reputación, se les aparta de las fuentes económicas, etc. El otro dogma es que hay una visión científica dominante y, cuando un científico se sale por la tangente con alguna teoría, hay una tendencia inicial (aunque luego se corrige, también es verdad) a apartarlo, a silenciarl­o. La agresivida­d del dogma científico está muy por debajo de la del político, pero ambos deben corregirse porque para salir adelante necesitamo­s tanto una política como una ciencia saneadas, de mente abierta.

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