Muy Historia

‘Da Spanierne var her’

- MH

Fruto de aquel periplo fue su libro ViajeporEs­paña, publicado en 1863, una bella obra en la que la incultura de aquella época e incluso el desconocim­iento que de este autor se tenía en la España de entonces vienen endulzados por un profundo amor y una delicadeza desconocid­a en otros viajeros contemporá­neos suyos.

LA DIVISIÓN DEL NORTE

En marzo de 1808, la División del Norte, compuesta por 14.000 efectivos, llegó a Dinamarca encuadrada en un destacamen­to franco- belga al mando del mariscal Bernadotte para proteger al país de una invasión sueca que finalmente nunca llegó a producirse. Una vez acuartelad­os en las islas de Langeland Aröe y Thorseng, recibieron noticias de la renuncia de Fernando VII al trono y la entronizac­ión de José I Bonaparte. Las tropas se negaron a jurar al nuevo monarca y, embarcadas en naves británicas, partieron de Dinamarca entre los días 18 y 20 de agosto, llegando a Santander el 10 de octubre. En Dinamarca quedaron, por no poder haber sido embarcados y por la actuación del general Kindelán, desarmados y prisionero­s, 225 oficiales y 4.950 soldados.

Las tropas desembarca­das en España combatiero­n junto al general John Moore en Galicia, pasando posteriorm­ente a Asturias. Encuadrada­s en el Ejército de la Izquierda, hicieron frente al ejército francés en Extremadur­a y Andalucía occidental hasta el que el 23 de enero de 1811, a la espera de acudir en socorro de Badajoz, murió Pedro Caro y Sureda en Cartaxo (Portugal), víctima de un ataque de disnea. Los que habían sido hechos prisionero­s en Dinamarca fueron trasladado­s a campos de concentrac­ión en Francia, donde permanecie­ron hasta que, bajo promesa de dirigirse a España, fueron encuadrado­s en la Grand Armèe y conducidos a Rusia a las órdenes del general Kindelán. El zar decretó que ningún español prisionero o desertor fuese considerad­o enemigo de Rusia, y formó con ellos en San Petersburg­o el Regimiento Imperial Alejandro, integrado en la Guardia Imperial como escolta de la emperatriz madre.

Su bandera, conservada en el Museo del Ejército, porta la Cruz de San Andrés en rojo y en sus cuatro esquinas águilas imperiales rusas, y fue bordada por las emperatric­es Isabel Alexseievn­a y María Feódorovna, esposa y madre del zar. En agosto de 1813, el regimiento fue embarcado en el puerto de Kronstadt, desembarca­ndo en Santander. Hasta 1823 mantuvo su nombre, aunque fue cariñosame­nte conocido como el Regimiento Moscovita.

En el segundo tercio del siglo XIX creció en Dinamarca el interés por España y su cultura

UNA RELACIÓN BREVE, PERO INTENSA

Esta breve estancia de los soldados españoles dejó una profunda huella en las áreas rurales de Dinamarca donde fueron acantonado­s. La llegada de unos extranjero­s vestidos de forma peculiar y con nada parecido a la compostura que se suponía propia de un soldado produjo en la población una ola de interés ante lo desconocid­o. Se comportaba­n de forma respetuosa e impresiona­ban a la población por arrodillar­se ante la cruz, un símbolo en desuso en los países protestant­es.

A los españoles les gustaba jugar con los niños, tocaban la guitarra, preferían el pan de trigo, asaban gallinas y aderezaban las ensaladas con aceite. Enseñaron a los daneses a liar y fumar el tabaco en cigarrillo­s. Aunque no hablasen ni danés ni alemán, no tenían complejos para intentar hacerse entender. Las chicas locales se enamoraban de ellos y, todavía a día de hoy, se afirma que los daneses con ojos castaños descienden de aquellos soldados españoles.

Fueron los primeros soldados extranjero­s que no arrasaron el país. Vivían entre la población civil comportánd­ose de forma familiar y agradecían los alimentos que se les daban, aunque no estuviesen acostumbra­dos a ellos. Para los habitantes de estos territorio­s, que no habían viajado ni tenido contacto con extranjero­s, el impacto de su presencia fue considerab­le, a pesar de los lógicos problemas de comunicaci­ón.

El impacto fue igualmente significat­ivo en la literatura romántica danesa, y muy especialme­nte en la producción de autores tan importante­s como Steen Steensen

Blicher o el citado Hans Christian Andersen. El interés por lo español creció a partir del segundo tercio de ese siglo, cuando fue muy común la representa­ción de obras de dramaturgo­s españoles.

A pesar de que durante muchos años fueron tratados por la historiogr­afía danesa como traidores y desertores, y se afirmaba asimismo que su mantenimie­nto había salido muy caro al erario danés, es muy difícil encontrar en los testimonio­s de la época un relato negativo sobre ellos, donde se les describe como alegres, educados y musicales. De hecho, en los escritos de la época se cuenta su salida entre lágrimas y abrazos, quedando las ciudades vacías y muertas por su partida, y se dice que los soldados españoles correspond­ieron al afecto recibido regalando cruces, sillas de montar de los caballos que no pudieron embarcar o instrument­os de música.

Las hemeroteca­s muestran cómo, en 1908, se celebró en Dinamarca el centenario de su presencia y, asimismo, en 2008 se celebraron varias exposicion­es y se publicaron libros sobre esta época, como la muestra realizada en el Museo de Holbæk, en la que se exhibían armas, dibujos, pinturas y ropas de la época, así como objetos de aquellos soldados que durante generacion­es fueron guardados por las familias danesas.

EL FINAL DE ‘ VIAJE POR ESPAÑA’, DE ANDERSEN, FIEL REFLEJO DE ESTOS RECUERDOS

“El mapa nos muestra a España como la cabeza de doña Europa; yo vi su preciosa cara y no la olvidaré nunca. Dansk y spansk riman y forman poesía, como la del recuerdo de mi infancia que asocia en mi mente a Dinamarca con los héroes españoles del Regimiento Zamora... La poesía unirá a España y Dinamarca”.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain