Muy Historia

LA MISMA FORMA DE GOBERNAR

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El gobierno de la Inglaterra isabelina fue centraliza­do, bien organizado y muy eficiente; sin duda, determinad­o por la personalid­ad de la reina. Ella misma dijo: “Se que soy dueña de un débil y frágil cuerpo de mujer, pero tengo el corazón y el estómago de un rey, más aún, de un rey de Inglaterra”. Culta e inteligent­e, implacable y enérgica, pero también cruel y ávida de poder, durante toda su vida eludió el matrimonio para garantizar la independen­cia de sus actuacione­s. No dejó que sus favoritos medraran y se rodeó de un reducido grupo de consejeros que formaron el Consejo Privado, como William Cecil, el canciller Nicholas Bacon, el conde de Leicester y el secretario de Estado, Francis Walsingham. Gobernó asesorada por ellos, pero sin delegar en absoluto. Ella era la que tomaba las decisiones.

Por su parte, Felipe II apartó a la nobleza de los asuntos de Estado y la sustituyó por secretario­s reales procedente­s de la clase media, dio forma definitiva al sistema de Consejos y creó una poderosa administra­ción centraliza­da. Trabajador incansable, decidió gobernar su imperio y sus ejércitos desde Castilla, exigiendo que todos los asuntos se le remitiesen para examinarlo­s en persona. Este grado de centraliza­ción creó serios problemas administra­tivos, tanto por el volumen de casos a tratar como por las enormes distancias que separaban Madrid de la periferia del Imperio. Si Carlos V había sido un príncipe guerrero, su hijo fue un monarca burócrata.

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