EN BUSCA DEL ATAÚD PERDIDO
La búsqueda del ataúd en el que lanzaron el cuerpo de Drake al mar se convirtió en una obsesión para los arqueólogos británicos. Muchos lo han rastreado y, de hecho, se hallaron los restos del Elizabeth, un buque que naufragó poco antes del fallecimiento de Drake. Pero investigaciones posteriores (a partir de 1975) apuntaron que podría tratarse de la carabela Vizcaína, usada por Colón en su cuarto viaje y hundida en 1503. Por otro lado, no todo el mundo piensa que el cadáver de Francis Drake se quedara en el Caribe, ya que existe una carta del 20 de junio de 1596 en la que Andrés Armenteros informa al duque de Medina Sidonia del regreso de la flota inglesa a su país y señala que el cuerpo del corsario va en uno de los barcos, en el interior de un tonel. Aunque esto pueda sonar a leyenda, es una posibilidad.
canarios con orden de no perderles de vista les tendieron una emboscada en una de las playas, con ayuda de pastores y campesinos. Varios marinos británicos perdieron la vida y otros fueron hechos prisioneros. Drake y Hawkins no estaban entre ellos y pudieron proseguir su periplo hacia La Gomera, donde cargaron agua. Fue su última estancia en aguas canarias. mando, pues la mala salud había dejado a Hawkins fuera de combate. De hecho, moriría por fiebres víricas en noviembre de 1595.
Pese a los contratiempos, dispuestos a recuperar terreno, los ingleses lanzaron sus barcazas en un ataque masivo y silencioso. La idea de Drake era acercarse sigilosamente, aprovechando la noche, a las fragatas en el puerto e incendiarlas. Tampoco en esa ocasión la táctica surtió efecto y tuvieron la suerte en contra. El ataque fue frustrado por la gran luminosidad del “relámpago del Catacumbo”, un curioso fenómeno atmosférico, como una especie de faro natural, que ocurre al oeste del lago de Maracaibo y que durante siglos han usado los navegantes para orientarse. Gracias a él, un vigía pudo divisar las naves inglesas y alertar a la guarnición, que corrió a frenar el desembarco. Al finalizar, los británicos habían sido masacrados por una minúscula fuerza española. Parecía que los españoles habían aprendido la lección, así que Drake se alejó de Puerto Rico tras un
Alonso Alvarado, gobernador y capitán general de Gran Canaria, quien defendió la isla ante Drake, en 1595, y ante la poderosa armada holandesa poco después, en 1599.
Cuando, por fin, el almirante Drake y sus hombres llegaron a Puerto Rico, comprobaron que les estaban esperando cinco fragatas en hilera con sus cañones apuntándoles. La flota entera hubo de retirarse cuando las balas alcanzaron la mismísima cámara de Drake, que justo en ese momento estaba brindando con sus oficiales (él se libró, pero varios resultaron heridos, dos mortalmente). Todo se le complicaba a marchas forzadas. Y, por si tenía pocos problemas, estaba solo ante el peligro como único
Las campanas repicaban y Cervantes y Quevedo escribían versos a la muerte del más innoble enemigo