La pregunta por el ser
Es un artículo de filosofía. Hoy es viernes. Esta revista es MUY HISTORIA. Pero, también, esto es verdad o esto es real, como dos más dos son cuatro. ¿Observan la recurrencia del “es”? Pues ese “es” es el ser. Así de simple y así de endiabladamente complejo.
Es la escena primera del acto tercero. Hamlet ya se ha encontrado con el espectro de su padre, el antiguo rey, engañado y asesinado por su hermano, el tío de Hamlet, que ha usurpado el trono y se ha desposado con la reina, la madre de Hamlet. El espectro reclama venganza. Hamlet medita: “Ser o no ser: esa es la cuestión”. Y por Dios que esa es la cuestión que no solo arrastran Hamlet o Shakespeare, sino que arrastramos todos desde el momento que somos. Es la cuestión inaugural, la que fundamenta la filosofía, la que nos lanza a todos los humanos a ser lo que somos al intentar dar sentido ( comprender) al por qué somos, la que abre todas las cuestiones. ¿ Es el ser algo diferente y exento al propio ente que se muestra, que es solo un pálido reflejo suyo, como sostenía Platón, o es algo diferenciable pero sustancial, como planteara Aristóteles? ¿ Le damos nosotros ser a la realidad ( Kant)? ¿ Es el ser una entidad concreta en sí misma ( Dios) de la que todo emerge? ¿Es entonces en sí mismo una cosa, un ente, un algo, y confundimos el ser con lo concreto que se da al ser, como denunciara Heidegger? ¿ Lo que es está siendo de forma siempre dinámica, ordenada pero caótica ( Heráclito), o es siempre lo que ya era y se trata de algo inmutable, una unidad que no cambia y se fundamenta en el logos (Parménides)? Y así preguntas hasta el infinito, a partir de una simple constatación: to on ( expresión griega que nos trae locos en su traducción entre “lo que es” o “lo que se da al ente”, y raíz etimológica de la “ontología”, la disciplina de la filosofía encuadrada en la metafísica que intenta responder a esto de ser). Pero ¿qué se está preguntando concretamente Hamlet? Varias cuestiones, sin duda. Por ejemplo, algo inherente al ser: ¿ qué puede comprender de su ser y de la realidad que a él se le presenta? ( eso, en filosofía, corresponde al estudio de la “epistemología” o teoría del conocimiento). Pero también, ante el dilema que le plantea el fantasma de su padre: ¿ quién es el propio Hamlet? ¿ Es alguien dispuesto a olvidar lo visto o a vengar lo que conoce, es decir, qué relación va a tener con los demás a partir de ese acontecimiento? De eso, en filosofía, se encarga la “ética”. Y también se pregunta el príncipe, especialmente en las representaciones que le colocan en la mano la calavera del bufón Yorick, por otra cuestión crucial: ¿ por qué ser pudiendo no ser? ¿ Qué es el no ser, la simple nada o una nada que fundamenta el ser?
A VUELTAS CON LA ONTOLOGÍA
La ontología, hoy en día, cuando todo parece darse al ser simplemente para nuestra disponibilidad técnica, no tiene buena prensa; todos sus aportes parecen especulaciones abstractas, literarias y vacías que no producen rendimiento algu
Ser o no ser: esa es la cuestión que no solo arrastran Hamlet o Shakespeare, sino que arrastramos todos desde el momento que somos
no, que se dirigen sin utilidad hacia algo fuera de nuestra medida. Confiamos más las respuestas a la ciencia... y cometemos dos errores asombrosos. Por un lado, olvidarnos de que si existe ciencia es porque la ontología la pudo fundamentar (no hay una sola teoría científica que no haya antes sido pensada por alguien, por un filósofo, que no dormía bien por preguntarse lo que supone eso de ser). Y el segundo error es confundir el funcionamiento y su utilidad con la condición de posibilidad y el sentido. Se podría decir que Hamlet “es” porque dos progenitores, uno macho y otro hembra, unieron material genético produciendo el cigoto que se desarrolló en el embrión, etc. Conocemos tan bien el procedimiento técnico de la vida que ahora hasta podríamos clonar a Hamlet o hacer que Hamlet se diera al ser sin la intervención directa del rey y la reina, o que lo hiciera sin esa inclinación suya a la introspección, con solo retocar algo de su material genético. Es más, estamos a punto de poder hacer un Hamlet poshumano y quién sabe si inmortal (más todavía). Pero ¿nos explican todo esos fascinantes conocimientos procedimentales algo sobre lo que es la vida en sí, sobre lo que es darse al ser de Hamlet, sobre lo que es que, pudiendo no ser Hamlet, es Hamlet? La reflexión científica no es el sustituto de la reflexión metafísica; es más, la ciencia está condenada a acabar entendiéndose con la que siempre ha sido su fundamento, la ontología.
Los científicos Bohr y Heisenberg caminaban por la campiña danesa cuando se detuvieron frente a un castillo imponente. Bohr preguntó: “¿ Qué es?”, y Heisenberg le contestó que era un palacio renacentista adaptado como fortaleza militar. Bohr insistió: “¿Seguro que es solo eso?”; y, ante la sorpresa en el rostro de Heisenberg, prosiguió: “¿Y si te dijera que este es el Castillo de Elsinor donde Hamlet pronunció aquello de ‘Ser o no ser’?”. Aquel ente, aquel castillo, para Heisenberg de repente pasó a ser otra cosa: la fascinación por la pregunta por el ser.