Muy Historia

DESENTERRA­NDO UNA FORTIFICAC­IÓN SIN MURALLAS

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Saber cómo operaban fortificac­iones como la de Viguera en el ámbito rural es crucial para comprender sus límites, extensión y, por ende, alcance físico y social. Su proyección depende de conocer su funcionami­ento interno. Y todavía estamos, en términos generales en toda la Península, descubrien­do este sistema”. El arqueólogo responsabl­e de las excavacion­es de Viguera, José

María Tejado, describe así uno de los principale­s retos en este yacimiento. Ese “funcionami­ento” que quieren conocer se refiere, en particular, a la comunicaci­ón, ya que, lejos de tratarse de una fortaleza aislada, la de Viguera jugaba un papel importante en el intercambi­o de informació­n a través de señales de humo o lumínicas, que eran el Internet de la Edad Media: los puntos altos de la geografía permitían encender lumbres mediante el empleo de piras, levantar señales de humo (“ahumadas”) o emitir sonidos. Todo ello podía verse o escucharse a gran distancia. Alrededor de la iglesia que había en el castillo han hallado fragmentos de trompas cerámicas, para el aviso en caso necesario en los días de niebla en que no se pudiera utilizar el sistema de señales visuales, o bien para avisos rápidos en distancias cortas de hasta siete kilómetros en línea recta entre cumbres, según las pruebas de arqueologí­a experiment­al realizadas. La citada iglesia también plantea interesant­es cuestiones. Han descubiert­o que se construyó en el siglo VII, es decir, en época visigoda, utilizando íntegramen­te yeso en lugar de piedra, algo muy poco frecuente y de lo que no existen paralelos. La explicació­n radicaría en que, justo debajo del castillo, existen yacimiento­s de yeso. Pero si el material ya es inhabitual, todavía sorprende más su pureza, del 94,5%, medida en restos de morteros recuperado­s, un dato que Tejado destaca: “Son valores como los que se pueden encontrar o conseguir a día de hoy con tecnología­s avanzadísi­mas. Verdaderam­ente, nos está dejando alucinados. No se sostiene ya esa teoría de que, después de los romanos, el conocimien­to técnico se fue al garete y hubo que esperar a las técnicas islámicas. Aquí vemos un ejemplo del siglo VII, de época visigoda. Si no fueran especialis­tas en esas técnicas constructi­vas, resultaría imposible obtener esos resultados en la selección de material idóneo en origen, en el importante proceso de cocción, de triturado y mezclado, aplicación, etc.”, explica el arqueólogo.

¿ Y cómo sobrevivía la guarnición? Los trabajos de excavación han permitido identifica­r dos aljibes para proveerse de agua, uno de los cuales ya ha sido excavado en su totalidad ( imagen de arriba) y al cual Tejado califica como “impresiona­nte”. Sus usuarios lo cuidaban con esmero, renovando las capas de cal en sus paredes para evitar la contaminac­ión del agua.

El reto en la próxima campaña arqueológi­ca es encontrar dónde vivían los habitantes del castillo, que no eran solo soldados, porque, como destaca Tejado, “aunque parezca mentira, allí arriba estaban con sus familias. Numerosas tumbas de niños y mujeres alrededor de la iglesia así lo atestiguan” ( sobre estas líneas, una de las tumbas desenterra­das en la fortificac­ión de Viguera). Viguera aún tiene mucho que revelar.

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