El maestro de la simbología
El Tríptico del carro de heno, de El Bosco, se compone de tres paneles que conforman un retablo. El de la izquierda representa la creación de Adán y Eva, el pecado original y la consiguiente expulsión del Paraíso; el de la derecha, el infierno. Pero el panel central, que es el que nos ocupa y da nombre a la obra, muestra un gran carro de heno presidiendo una tumultuosa escena, llena de personajes y en la que, detrás de la apariencia campestre, se esconde un gran número de mensajes y símbolos.
El heno era un material muy valioso en la época, ya que servía como combustible en los fríos inviernos. Y la acumulación de riquezas era un tema de actualidad en los tiempos de El Bosco ( hacia 1450- 1516), así como la decadencia de la Iglesia católica. Esta obra fue pintada muy poco antes de que Lutero impulsara la Reforma protestante ( 1517- 1521), reflejando, pues, un cambio que ya se veía venir: el mencionado declive del catolicismo, la desaparición de las estructuras gremiales, la llegada de las nuevas vías de negocio y económicas que provenían del comercio y la industria; todo un tsunami que provocó que el mundo medieval se tambalease, y que El Bosco anticipa y prefigura en cierto modo con esta pintura.
PROVERBIOS Y SÍMBOLOS
“El mundo es un carro de heno, del cual cada uno toma lo que puede”. Es posible que la escena se inspire en este proverbio flamenco: la mayoría de las figuras presentes en la parte central se abalanzan sobre el carro e incluso luchan entre sí por subirse a él o conseguir su parte de heno; el carro es seguido a su vez por un cortejo presidido por el papa, el emperador y el rey de Francia, que observan sin actuar. El Bosco parece simbolizar así, de un modo satírico y despiadado, cómo todas las clases sociales quieren su parte de las riquezas del mundo, pero solo los menos favorecidos deben pelear, pisotearse o hasta matarse por ello.
Por otra parte, el carro es guiado – es de suponer que hacia el infierno, que ocupa la siguiente tabla– por figuras demoníacas, ayudantes de Satán que acompañan a la masa y seducen con el heno a los hombres avaros y pendencieros para conducirlos al fuego eterno. En este sentido, se ha dicho también que el cuadro parece basarse en el texto del profeta Isaías que habla de que los placeres y riquezas del mundo son como el heno de los campos, que se seca pronto y aún más pronto se acaba; es decir, algo atractivo pero efímero.
La composición del cuadro nos invita también a especular sobre las relaciones simbólicas divididas en estratos. Así, en lo alto del carro, mientras en segundo plano una pareja de campesinos se besa – la lujuria–, observada por una lechuza –la herejía–, tres personajes en primer plano se dedican castamente a la música, observados a su vez por un hombre escondido tras un arbusto. A la derecha del grupo, un demonio azul con nariz en forma de trompa y cola de pavo real – la vanidad– participa de la ejecución musical. Todo ello conforma un conjunto fascinante pero que, a pesar de todas las explicaciones que se le han dado, sigue resultando de lo más enigmático a nuestros ojos.
ANTIGUO PERO MODERNO
Hay dos versiones del Tríptico del carro de heno: la original, que es la que se encuentra en el Museo del Prado, y una copia que se guarda en el Monasterio de El Escorial, cuya historia es curiosa. Felipe II compró la obra en 1570 a los herederos de Felipe de Guevara y la llevó al monasterio en 1574, donde miembros del taller del autor, que conocían en profundidad la técnica de este, ejecutaron la copia.
El Bosco, como en otras de sus más conocidas obras maestras, refleja un mundo que ha abandonado a la divinidad, y plantea la idea de que quien ama demasiado los bienes terrenales no puede amar a Dios lo suficiente. Pero este mensaje moralizante y tradicional se expresa por medios rabiosamente modernos, que aun conservando perfiles de la pintura gótica medieval pertenecen ya plenamente al Renacimiento.
Y, si extrapolamos su crítica al mundo actual, los personajes que se abalanzan sobre el carro de heno no son muy diferentes de los que hoy en día intentan acaparar y explotar los tesoros de la naturaleza y llevan así a la humanidad hacia su perdición.