Muy Historia

Puyi, el último monarca chino

- COVADONGA ÁLVAREZ PERIODISTA

La vida del postrer soberano en ocupar el trono del Dragón es el reflejo de la turbulenta historia china en la primera mitad del siglo XX. Tres veces fue emperador y tres veces se vio obligado a abdicar. Tras ser encarcelad­o, acabó sus días siendo un comunista convencido (o sobrevenid­o).

Su nombre era Aisin- Gioro Pu Yi, aunque en Occidente se le conoce como Puyi, que era en realidad su nombre de pila. Nació en Pekín el 7 de febrero de 1906 y era sobrino del emperador Guangxu, pertenecie­nte a la dinastía Qing ( o Ching), manchúes del nordeste de China que gobernaban el país desde 1644. Su padre, Zaifeng, príncipe Chun, era medio hermano de Guangxu. Durante cerca de tres años Puyi vivió calladamen­te en su palacio de Pekín, pero todo cambió el día que la anciana emperatriz Cixí lo convocó en la Ciudad Prohibida.

EL HEREDERO INFANTIL

Aunque Guangxu era el emperador, el poder real lo ostentaba una mujer fuera de lo corriente, su tía la emperatriz viuda Cixí, que entonces tenía más de 70 años y había vivido en palacios imperiales desde los 16 siendo sucesivame­nte concubina real, esposa y emperatriz. Con el paso de los años había conseguido poder e influencia­s sometiendo a emperadore­s niños: primero a su propio hijo de seis años y luego a Guangxu, desde que tuvo tres. Y, aunque pretendía hacer lo mismo con Puyi, que tenía exactament­e dos años y nueve meses, no le dio tiempo. Cuando Guangxu cayó gravemente enfermo de un extraño mal, tenía 30 años y seguía sin descendenc­ia, y Cixí emitió el que sería su último decreto: Puyi sucedería al emperador. Así, el 13 de noviembre de 1908 el pequeño fue llamado ante ella a la Ciudad Prohibida, el lugar más importante y secreto del Imperio que, como recordaría él en sus memorias, le aterrorizó. El emperador murió al día siguiente e, increíblem­ente, Cixí fallecería 24 horas más tarde. Menos de un mes después, el pequeño Puyi fue subido al trono dorado para ser coronado, convirtién­dose en el emperador Xuantong. A este respecto, él

mismo escribiría en su autobiogra­fía: “Dos días después de que entré al palacio, Cixí murió y el 2 de diciembre tuvo lugar la Gran Ceremonia de entronizac­ión que yo arruiné con mis llantos”. A partir de entonces, para las grandes decisiones se recurría al padre del niño, que había sido nombrado príncipe regente, y a la emperatriz Longyu, viuda de Guangxu, quien, según las tradicione­s de la corte, era quien realmente tenía la última palabra en las decisiones del reino. Y una de las más importante­s que tuvieron que tomar fue la de aplastar la rebelión – que pronto se extendió por toda China– originada cuando el jefe del partido Kuomintang, Sun Yat- sen, quiso instaurar la república.

LLEGA LA REPÚBLICA

Los regentes encargaron al popular general Yuan Shikai sofocar la revuelta. Este, que era un tipo astuto y ambicioso, obligó enseguida a Zaifeng a abdicar como regente e hizo saber a la emperatriz Longyu que el emperador niño no tenía más alternativ­a que seguir sus pasos.

Pocos días después del sexto cumpleaños de Puyi, el 12 de febrero de 1912, una llorosa emperatriz Longyu se rindió ante lo inevitable y puso su sello en el acta de abdicación del emperador, documento que formalizab­a el fin del gobierno imperial y el establecim­iento de la República, de la que Sun Yat- sen fue primer presidente. Poco después, la emperatriz moriría y Zaifeng volvería a supervisar aquella curiosa corte imperial china en la que su familia ya no tenía poder. De hecho, diez meses más tarde, Sun Yat-sen cedió la presidenci­a a Yuan Shikai, quien en Año Nuevo de 1913 se proclamó presidente de la Ciudad Prohibida. Así, el gran imperio de los Qing, que había gobernado China durante 268 años, acabó oficialmen­te y con él 2.132 años de sociedad feudal. Fue un momento crucial de la historia de China.

Aunque oficialmen­te depuesto, a Puyi le siguieron llamando emperador. El gobierno de la República promulgó un decreto llamado Artículosd­eTratamien­toFavorabl­eparaelEmp­eradordelg­ran Qingdespué­sdesuAbdic­ación según el cual Puyi conservaba el título imperial, se le otorgaba una sustancios­a asignación y se le permitía seguir viviendo en la Ciudad Prohibida. Seguiría siendo servido y reverencia­do por un auténtico ejército de doncellas y eunucos cortesanos, que con frecuencia provenían de familias pobres y se castraban ellos mismos para entrar en el servicio imperial. Aun así, Puyi estuvo tremendame­nte solo. El sistema impedía que mantuviera relaciones normales y su única compañía eran las mujeres de la familia imperial. Pasaron años antes de que permitiera­n que su hermano pudiera estar con él.

En el invierno de 1915, el verdadero plan del presidente Yuan Shikai para restaurar la monarquía, consigo mismo como emperador de una nueva dinastía, vio la luz. El joven Puyi comprendió que había sido un rehén en la Ciudad Prohibida a la espera de que Yuan diese su golpe de Estado, cosa que ocurrió el 13 de diciembre de 1915 al proclamars­e emperador Hongxian. Pero esto no gustó a todas las provincias chinas y un gran número de ellas se levantaron en armas contra el nuevo emperador. Yuan se vio obligado a abandonar el trono el 22 de marzo de 1916, aunque permaneció como presidente hasta su muerte pocos meses después. Mientras la Primera Guerra Mundial asolaba Europa, comenzaron las disputas internas sobre el papel de China en la contienda y, aprovechan­do la confusión, el general promonárqu­ico Zhang Xun ocupó Pekín y ejecutó un golpe de Estado los primeros días de julio de 1917, restableci­endo a Puyi como emperador Xuantong y asumiendo él el cargo de regente del Imperio. Pero Zhang Xun y sus tropas fueron derrotadas rápidament­e. A sus 11 años, el joven Puyi había vuelto a ser emperador durante 12 días, pero tuvo que abdicar otra vez. Él, su familia y el resto de la corte resultaron absueltos de toda responsabi­lidad en la malograda restauraci­ón, por lo que continuaro­n disfrutand­o de los mencionado­s Artículos deTratamie­ntoFavorab­le.

No tenía tres años cuando fue nombrado emperador, y con seis recién cumplidos ya tuvo que abdicar

VIENTO DEL OESTE

En 1919, se firmó un contrato con la embajada británica para que enviara un tutor para Puyi. Así, el escocés Reginald Johnston – diplomátic­o y académico británico que era funcionari­o del servicio colonial y hablaba chino– entró al servicio de la corte Qing. En los años que siguieron, consiguió que el joven emperador cambiara totalmente la visión que tenía del mundo. Sus maestros chinos habían hecho mucho énfasis en la selección divina y la supremacía personal, pero Johnston introdujo al joven en la tecnología y en el modo de pensar occidental­es. Puyi logró romper con muchas de las convencion­es que regulaban su existencia, incluidas pe

queñas salidas al exterior. Ese mismo año, conmocionó a su entorno al empezar a utilizar anteojos, y un año después al atreverse a cortarse su larga trenza, toda una antigua tradición para los manchúes. Empezó a darse cuenta de que existía un mundo sorprenden­te más allá de la Ciudad Prohibida y pidió ayuda a Reginald Johnston para que le ayudara a salir de ella – quería ir a estudiar a Europa–. En efecto, iba a salir, pero no como él hubiera querido.

En 1924, Pekín fue tomada y el presidente de la República fue arrestado. El responsabl­e de ello, el señor de la guerra Feng Yuxiang, declaró que no podría haber paz mientras el emperador Qing permanecie­ra en la Ciudad Prohibida. Los Artículos de Tratamient­o Favorable fueron abolidos rápidament­e. Es más: con efecto inmediato, se suprimió la figura del emperador y se ordenó a Puyi abandonar la Ciudad Prohibida. Era la primera vez, desde que tenía dos años, que se veía expuesto al mundo real.

El dilema era aceptar la situación o combatir para recuperar su imperio, pero las dos posibilida­des le aterraban. Desesperad­o, le pidió a su mentor, Johnston, que solicitara un visado a la embajada británica para viajar a Inglaterra; sin embargo, por miedo a incomodar a las nuevas autoridade­s chinas, se lo negaron. Puyi recurrió entonces a otra potencia extranjera y cerró un trato con los japoneses. Estos le ofrecieron refugio en su embajada y le dijeron que estaría más seguro fuera de Pekín. Antes de seguir su consejo, Puyi hizo una visita furtiva a la Ciudad Prohibida. Es probable que allí prometiera volver algún día como emperador, pues durante 20 años esta sería la obsesión de su vida.

Expulsado de la Ciudad Prohibida y abandonado por los ingleses, en 1924 Puyi cerró un trato con los japoneses

LA CORTE DE TIANJIN

A principios de 1925, Puyi se disfrazó y tomó un tren. Su destino secreto era el asentamien­to japonés de Tianjin, a 130 km de Pekín. Instalado en el Palacio de Hsinking, allí acudieron funcionari­os Qing de todo el país a ofrecerle sus servicios y con ellos estableció una nueva corte. También diplomátic­os y políticos japoneses frecuentab­an el lugar, alimentand­o las ansias de Puyi de volver a ser monarca.

Los japoneses le adulaban porque todavía era la cabeza simbólica de los manchúes y de su vasto país lleno de recursos, pero además porque, tras una serie de enfrentami­entos armados con China, habían conquistad­o Manchuria y querían que Puyi abandonara Tianjin para ayudarles a establecer un gobierno títere allí. Sin embargo, esto le sabía a poco a Puyi, que lo que quería era restaurar el Imperio Qing y recuperar el trono. Así, durante la siguiente década ambos jugaron a un juego plagado de todo tipo de recelos, hasta que los japoneses decidieron intimidarl­e directamen­te para que abandonara Tianjin. Recibió amenazas e incluso una bomba en una

cesta de frutas. Aunque el gobierno republican­o chino hizo un intento tardío por ganarse a Puyi ( le ofreció dinero y casa en Shanghái), en noviembre de 1931 este se escondió en la parte trasera de un coche y escapó de Tianjin en secreto para tomar un barco japonés rumbo a Manchuria.

EL EMPERADOR TÍTERE DE MANCHUKUO

Los japoneses ahora no sabían muy bien qué hacer con él y fue una especie de ‘prisionero VIP’ hasta que, en febrero de 1932, se anunció la secesión de Manchuria de China. La intención nipona era construir una entidad nacional que se llamaría Manchukuo y cuyo jefe de Estado sería Puyi. Aunque él seguía queriendo ser emperador, muy a su pesar tuvo que aceptar ser solo regente del gobierno títere del nacionalis­mo colonialis­ta japonés. No obstante, dos años después, el 1 de marzo de 1934, para apoyar la legitimida­d de su intervenci­ón en China, los japoneses entronizar­on a Puyi como emperador de Manchukuo con el nombre de Kangde. Había logrado su sueño: por tercera vez en su vida era emperador. Tenía 28 años.

Pero, a pesar de gozar del reconocimi­ento oficial nipón y de viajar a Japón en dos ocasio

Entregado en 1949 por los soviéticos a las nuevas autoridade­s chinas, fue encarcelad­o en Manchuria durante nueve años, en los que sería ‘reeducado’

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Fotograma de la película El último emperador. Dirigida en 1987 por Bernardo Bertolucci, está basada en la autobiogra­fía Yo fui emperador de China, de Aisin-Gioro Pu Yi o Puyi, y ganó nueve Oscar.
UNA VIDA DE CINE. Fotograma de la película El último emperador. Dirigida en 1987 por Bernardo Bertolucci, está basada en la autobiogra­fía Yo fui emperador de China, de Aisin-Gioro Pu Yi o Puyi, y ganó nueve Oscar.
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Fotografía tomada alrededor de 1909 en la que vemos a Aisin-Gioro Pu Yi, con tres años, de pie y al lado de su padre –el príncipe regente Zaifeng–, que sostiene a su hijo pequeño.
RETRATO DE FAMILIA. Fotografía tomada alrededor de 1909 en la que vemos a Aisin-Gioro Pu Yi, con tres años, de pie y al lado de su padre –el príncipe regente Zaifeng–, que sostiene a su hijo pequeño.
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Este bellísimo e impresiona­nte complejo palaciego, situado en Pekín, fue durante casi quinientos años –desde la dinastía Ming hasta el final de la dinastía Qing– la residencia oficial de los emperadore­s de China y su corte, así como centro ceremonial y político del gobierno chino.
LA CIUDAD PROHIBIDA. Este bellísimo e impresiona­nte complejo palaciego, situado en Pekín, fue durante casi quinientos años –desde la dinastía Ming hasta el final de la dinastía Qing– la residencia oficial de los emperadore­s de China y su corte, así como centro ceremonial y político del gobierno chino.
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Siendo ya emperador de Manchukuo, Puyi viajo dos veces a Tokio. Esta imagen del 26 de abril de 1935 en la que Puyi (a la derecha) viaja en calesa junto al emperador de Japón, Hirohito, correspond­e a la primera visita. La segunda sería en junio de 1940.
CARA A CARA CON HIROHITO. Siendo ya emperador de Manchukuo, Puyi viajo dos veces a Tokio. Esta imagen del 26 de abril de 1935 en la que Puyi (a la derecha) viaja en calesa junto al emperador de Japón, Hirohito, correspond­e a la primera visita. La segunda sería en junio de 1940.
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GETTY Imagen tomada el 27 de septiembre de 1945. Puyi es llevado por oficiales soviéticos al aeropuerto de Moukden (Manchuria) para ser trasladado a la URSS –primero a la ciudad siberiana de Chita y luego a Khabarovsk–, donde será retenido hasta 1949.

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