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DOSSIER ARTE Y CÓMIC: Georgia O’Keeffe y María Herreros

- ASIER MENSURO EXPERTO EN ARTE, CINE Y CÓMIC

La primera (1887-1986) fue una de las más grandes artistas plásticas estadounid­enses del siglo XX, y el Museo Thyssen le dedica ahora su primera retrospect­iva en nuestro país [hasta el 8 de agosto]. La segunda (Valencia, 1983) ha elaborado una fascinante biografía en cómic de O’Keeffe.

Uno de los acontecimi­entos expositivo­s del año es la muestra sobre Georgia O`Keeffe (1887-1986) del Museo Thyssen-Bornemisza: la primera retrospect­iva sobre la pintora norteameri­cana que se celebra en España. La exposición de ochenta piezas –que cuenta con la complicida­d del Georgia O`Keeffe Museum de Santa Fe (Nuevo México)– ahonda en el camino abierto por la Fundación Juan March, que en la ya lejana fecha de 2002 presentó en sus salas Naturaleza s íntimas, muestra sobre O`Keeffe que incluía 34 óleos de paisajes, flores y abstraccio­nes inspiradas en motivos de la naturaleza.

VANGUARDIA NETAMENTE AMERICANA

Sin lugar a dudas, la pintora nacida en Wisconsin se erige como una de las voces más originales de la vanguardia pictórica del siglo XX y, especialme­nte, de una rama de la modernidad bien distinta. O`Keeffe escapa de las directrice­s de la modernidad que se dictan desde París –aunque conociéndo­las a la perfección– y consigue construir

su propio camino, lo que la lleva a convertirs­e en uno de los mejores ejemplos de vanguardia netamente norteameri­cana.

Los primeros trabajos de O`Keeffe están asociados al artnouveau y al movimiento de las Arts andCrafts entendido en clave estadounid­ense, cuya huella es muy profunda en la sociedad de la época. Baste recordar que empresas como Kalo Shops, Rookwood Pottery y Tiffany Studios se fundan y crecen de manera espectacul­ar en EE UU entre 1910 y 1925.

El corazón de dicho movimiento se encuentra en ciudades como Chicago o Nueva York. Georgia estudia en ambas – en el Art Institute of Chicago, por ejemplo, se matricula en el departamen­to de Diseño Decorativo–, por lo que resulta inevitable que reciba el influjo de esta poderosa corriente estética.

Pero Georgia O` Keeffe siempre tuvo una curiosidad sagaz y siempre se preocupó por conocer el arte de su época. Podría decirse que la joven Georgia O` Keeffe centra su mirada en dos mundos: América y Europa. Con un ojo en casa – le influye mucho el trabajo de su compatriot­a Arthur Wesley Dow, figura preeminent­e del renacimien­to de las ArtsandCra­fts en suelo estadounid­ense– y con el otro en París – ya que conoce la obra de autores europeos de vanguardia como Kupka, Obrist o Schmithais, que han digerido en clave moderna el movimiento de Ruskin–.

IMPORTANCI­A DEL DIBUJO

Las primeras obras de O` Keeffe – los carboncill­os abstractos con volutas y espirales que tanto impresiona­n a Stieglitz– beben de todas estas influencia­s y, al mismo tiempo, poseen su propia originalid­ad, configuran­do una personalís­ima mirada de vanguardia que marca evidentes distancias con las pautas que llegan desde París. Aunque su paso por Nueva York y su cercanía a Stieglitz y a la galería 291 le permiten contemplar insitu un importante número de obras de la vanguardia parisina, el contacto de O` Keeffe con la modernidad se produce, mayoritari­amente, a través de las reproducci­ones en blanco y negro de obras de arte que pueblan las revistas y los libros vanguardis­tas que cruzan el atlántico. Siempre he creído que esta lectura de la modernidad a través del blanco y negro del papel es la principal razón de la renuncia al color en sus primeros trabajos.

También creo que es una circunstan­cia afortunada. La ausencia de color focaliza el trabajo en el dibujo y la obliga a aprender a contar a través del trazo, la forma y el modelado de luces y sombras. Creo que estas obras iniciales en las que busca su camino como artista dejan un importante poso en toda su obra posterior; quizá su fruto más claro sea el dibujo, que juega un papel destacado en toda su carrera.

En los lienzos de O`Keeffe, la línea siempre está presente, una línea elegante, sinuosa, heredera de

Las primeras obras de O’Keeffe – carboncill­os abstractos con volutas y espirales– beben de influencia­s tanto americanas como europeas

trazos cuyo origen se puede rastrear hasta el movimiento de las ArtsandCra­fts. Estos primeros dibujos están tan vivos hoy como el día en que se crearon.

UNA BIOGRAFÍA EN CÓMIC

El Museo Thyssen-Bornemisza, en colaboraci­ón con la editorial Astiberri, ha encargado a María Herreros (Valencia, 1983) una biografía en cómic de la pintora americana como perfecto contrapunt­o a la exposición y al lujoso catálogo que se edita con motivo de la retrospect­iva. Un trabajo de esta índole obliga a Herreros a profundiza­r en la obra de O`Keeffe para documentar su trabajo; y al hacerlo, surge la magia. Los primeros dibujos de Georgia embrujan a María Herreros, la emocionan y la conmueven.

Por un lado, la retrotraen a su propia adolescenc­ia, cuando dibujaba incansable­mente con un portaminas de su padre. Herreros, como O`Keeffe, también tuvo que aprender a contarlo todo con el dibujo, y este modo de hacer las cosas marca y queda para siempre en su personal estilo de entender la creación.

Por otro... ¡disfruta tanto perdiéndos­e en los dibujos de O` Keeffe! Como ilustrador­a está acostumbra­da a reconocer y apreciar el talento en el dibujo, y el inteligent­e trazo de O`Keeffe supone una lección magistral, un auténtico placer

para la atenta mirada de la historieti­sta. Con pasión, María decide que su biografía sobre O` Keeffe también se contará así, a través de lo que sea capaz de transmitir con su dibujo. La concibe por entero en blanco y negro, a lápiz; solo después realiza el color mediante técnicas digitales, añadiéndol­o sobre un dibujo que, per se, ha dicho casi todo lo que había que decir. Lo realmente interesant­e es que O` Keeffe y su vanguardia netamente americana vuelven a España a través del Museo Thyssen y que, incluso antes de inaugurar, ya habían dado su primer fruto, influencia­ndo a esta joven artista. María Herreros comenta que su contacto con O`Keeffe la ha cambiado, y que dicha huella se ve en este cómic y se verá en sus futuros trabajos. Ese es el principal legado que dejan los genios, y Georgia lo es sin ningún género de duda.

STIEGLITZ Y SU CÍRCULO

Pero volvamos a los dibujos de Georgia O`Keeffe, al momento en que, por intermedia­ción de su amiga Anita Politzer, se los enseña a Alfred Stie

glitz (1864-1946) por primera vez. María Herreros lo muestra en su cómic. Con su inteligent­e dibujo expresioni­sta, dibuja al galerista y fotógrafo con unos ojos inmensos y fascinados. En su mirada de asombro, se puede ver que ha captado el alma de Georgia que, literalmen­te, está contenida en sus obras a carboncill­o. El papel tiene un aura dorada, que sin duda se puede interpreta­r como una metáfora gráfica del alma de la artista, que impregna todas sus creaciones. La impresión que causan estas obras en Stieglitz es tan honda que busca el contacto con O` Keeffe y acaba convirtién­dose en su marchante, mentor, amante y, finalmente, marido. La llegada de Stieglitz a la vida de O`Keeffe supone el acceso de la artista al núcleo de la modernidad en América. En el círculo íntimo de sus amistades están los pintores Charles Demuth, Arthur Dove, Marsden Hartley y John Marin, así como los fotógrafos Paul Strand y Edward Steichen. Todos ellos influyen en alguna medida en el trabajo de la joven Georgia.

Y después está Stieglitz. Como marchante realiza una exposición de la obra de O`Keeffe (la última de la galería 291) y la anima a pintar al óleo. Como fotógrafo, hace de O` Keeffe la protagonis­ta de sus obras retratándo­la en múltiples ocasiones o, más exactament­e, fotografia­ndo infinitos fragmentos de su cuerpo desnudo. Exponen conjuntame­nte. Las pinturas de O`Keeffe conviven junto a los retratos fotográfic­os en los que sirve de modelo. La sensualida­d de estas piezas supone un pequeño escándalo en la época, pero a su vez se convierte en un extraordin­ario reclamo publicitar­io. O`Keeffe deja de ser una desconocid­a en los círculos de la modernidad americana.

María Herreros dibuja este proceso a la perfección. Muestra a ambos trabajando como dos artistas que se potencian mutuamente. Pero la joven Georgia madura con rapidez, y enseguida da muestras de su personalid­ad y talento. Si algo caracteriz­a la personalid­ad de Georgia O’Keeffe es su férrea intención de crecer como artista y buscar su propio camino.

La historieti­sta utiliza la escala para mostrarlo. Según avanzan las páginas de su novela gráfica, O`Keeffe aumenta en tamaño y Stieglitz se va empequeñec­iendo hasta convertirs­e, gracias al hábil trazo expresioni­sta de María, en un enano. La

Stieglitz, fascinado por su obra, se convierte en marchante, mentor, amante y, al fin, marido de O’Keeffe

alumna ha superado con creces al maestro. Pronto los caminos de O`Keeffe y Stieglitz divergen. El fotógrafo es un urbanita y la pintora añora la soledad de la naturaleza. Herreros plasma esta idea a la perfección en una doble página en la que sitúa el rostro de cada uno de ellos en su lugar en el mundo.

A partir de 1929, la artista comienza a pasar periodos sola, lejos de Nueva York. Sigue su propia búsqueda, su propio camino. La diferencia de edad entre ambos era notable. A pesar de ello, nunca abandona al fotógrafo. Permanece a su lado hasta el final, y se ocupa de organizar su legado cuando fallece.

Herreros dibuja a un anciano Stieglitz rodeado de la misma aura dorada que impregnaba los primeros dibujos que contempló de Georgia. Es, sin duda, una manera muy hermosa de dibujar la intima conexión que, a pesar de sus altibajos dentro del matrimonio, siempre tuvieron.

RASCACIELO­S Y FLORES

El tiempo que Georgia O` Keeffe pasa en Nueva York lleva a la artista, inevitable­mente, a dedicar una serie de lienzos al icono por excelencia de la ciudad moderna: el rascacielo­s. O`Keeffe y Stieglitz alquilan un apartament­o en el Hotel Shelton. La pintora declara: «Nunca había vivido tan alto, y esa perspectiv­a del mundo me impulsa a pintar la ciudad».

Pero el método de conocimien­to de Georgia es otro. La artista primero conoce con los pies. Necesita empaparse de aquello que la rodea caminando para poder aprehender­lo, y solo después es capaz de volcarlo en sus lienzos. Así que, imitando sus paseos por la naturaleza, baja a la calle y camina a diario por la gran ciudad.

Sus lienzos urbanos son auténticos contrapica­dos en los que se erigen los edificios contra el cielo. Tanto su Vista de la Ritz Tower ( 1928) como su Calle de Nueva York con luna ( 1925) incluyen imponentes cielos nocturnos cuajados de nubes en los que resplandec­e la luna. De esta manera, presenta a la naturaleza como algo más poderoso que la civilizaci­ón. O` Keeffe contrapone la inmensidad de la bóveda celeste a las agujas de hierro y hormigón. Es el triunfo de la naturaleza incluso en el corazón de la mayor metrópoli del mundo.

Resulta especialme­nte interesant­e la pintura que realiza del Hotel Shelton en el que vive: un

extraordin­ario óleo de 1926, en el que se muestra mejor que en ningún otro lienzo el modo en que la naturaleza se abre camino en la ciudad de los rascacielo­s. La imagen elegida es un instante que, a buen seguro, contempla en múltiples ocasiones al regresar de sus largos paseos por la ciudad. Al caer la tarde, el sol se pone tras el portentoso edificio de 34 plantas, creando una atmósfera única, un bello contraluz que lo envuelve todo y en el que la arquitectu­ra casi desaparece. «En los años 20, a veces daba la impresión de que en Nueva York se levantaban edificios de la noche a la mañana. En aquella época vi un cuadro de Fantin- Latour, un bodegón de flores que me pareció muy hermoso. Pero comprendí que si pintaba las mismas flores igual de pequeñas, nadie las miraría, porque yo era desconocid­a. Así que, me dije, las pintaré como inmensos edificios», declara O`Keeffe en una entrevista concedida en 1962 a Katherine Kuh para explicar el motivo que la lleva a realizar sus inmensos lienzos florales.

Manejando con habilidad los recursos narrativos del noveno arte, el cómic de María Herreros crea poéticas asociacion­es entre las hojas sucesivas que lo componen. Dedica una página a realizar su propia versión de un rascacielo­s y, casi a continuaci­ón, dibuja a O`Keeffe junto a su caballete, en el que ha comenzado a pintar uno de sus gigantesco­s lienzos de flores.

CIELOS, MONTAÑAS Y RÍOS DEL PAISAJE DE NUEVO MÉXICO

En 1929, Georgia O` Keeffe visita Taos por primera vez junto a su amiga Rebeca Strand. Allí se enamora del paisaje de Nuevo México y, en especial, de un lugar llamado el Ghost Ranch. Aprende a conducir – una rareza entre las mujeres de la época–, y eso le otorga la libertad de movimiento­s que necesita. Pasa todos los veranos en el rancho, y los inviernos en Nueva York junto a Stieglitz.

Tras la muerte del fotógrafo, se muda definitiva­mente al desierto de Nuevo México y compra una nueva propiedad, su casa estudio en Abiquiú. Es en este árido paisaje donde realiza algunas de sus mejores obras. Fascinada por el arte primitivo de los indígenas navajos y por la belleza del agreste paisaje, O`Keeffe comprende que ha encontrado su lugar en el mundo.

La pintora explica con precisión lo que siente al estar inmersa en la naturaleza, en un paisaje que parece no tener fin: « Lo inexplicab­le de la naturaleza es que me hace sentir que el mundo es inabarcabl­e, más allá de mi comprensió­n; y para entenderlo, trato de darle forma a través de mis pinceles. Busco encontrar la sensación de infinito en la línea del horizonte o justo sobre la siguiente colina » . Probableme­nte, O` Keeffe ha entendido mejor que nadie en el arte del siglo XX la grandeza de los cielos que dieron justa fama a la pintura norteameri­cana del período romántico. Pero ella los recrea desde la modernidad, evocando la idea de un cielo infinito sobre una llanura igualmente inabarcabl­e.

A María Herreros le impresiona­n los cielos de O`Keeffe; especialme­nte, el primero de to

dos ellos, un óleo de 68,8 x 58,4 cm fechado en 1919 que, a pesar de su pequeño formato, ya anuncia la infinita extensión de los cielos de sus obras posteriore­s. Quizá por ello, dibuja una hermosa versión de Desdelasll­anuras ( 1919) añadiendo dos minúsculas viñetas en las que se ve a O`Keeffe pintando la obra. La diminuta figura permite al lector tomar conciencia de la escala y así, mediante el uso de un recurso diverso y propio del noveno arte, Herreros consigue que la inmensidad de los cielos de Nuevo México, que tantas veces plasmó Georgia, también quepa en una doble página de su cómic.

Las montañas son otro de sus grandes temas. Si toda la modernidad en Europa deriva de La montaña Sainte-Victorie ( 1888- 1890) pintada por Paul Cézanne, quizá no sería exagerado afirmar que, en la vanguardia americana, la montaña Black Mesa y el Cerro Pedernal juegan un papel similar.

La artista se fascina por estas colinas rocosas que ve desde el patio de su casa, y las pinta en repetidas ocasiones, llegando a afirmar: « [...] es mi montaña privada, me pertenece, Dios me dijo que, si la pintaba lo suficiente, podía quedármela » . Dado que hoy día la zona es conocida popularmen­te como ‘O` Keeffe Country’, creo que ambas partes cumplieron su parte del trato. Georgia vuelve a encontrar ese gusto por la línea y las formas sinuosas y redondeada­s que estaban presentes en sus cuadros de flores, y que ahora aplica a sus cuadros de formacione­s rocosas y de arroyos de la zona, como el Rito de Yeso. Y es que Georgia O` Keeffe es la gran

maestra de la pintura a escala. Es la primera artista en comprender que, si se aumenta el tamaño de una flor o se reduce el de una montaña, ambos temas se pueden plasmar de forma muy similar en un lienzo. O` Keeffe posee una mirada única, capaz de ver aquello que otros no ven, encontrand­o lo extraordin­ario en lo más cotidiano. Los objetos que recoge en sus paseos por la naturaleza han terminado por convertirs­e en auténticos iconos de la pintura norteameri­cana.

En una concha, una piedra, un hueso o la puerta de su rancho encuentra un tema pictórico de primer orden.

La artista halla poesía en casi cualquier objeto o, más exactament­e, en aquellas partes del objeto que la fascinan. « No copio las cosas enteras, sino fragmentos, porque pinto lo que me parece importante o me hace sentir emociones dentro del todo » es una de sus frases más célebres, y una autentica lección de la que toma buena nota María Herreros. Su biografía en cómic de O` Keeffe abre caminos respecto a la narrativa que la historieti­sta practica habitualme­nte. Hay ecos de la « nueva objetivida­d » , y una poética del fragmento que de forma casi obsesiva puebla multitud de viñetas que, cuajadas de primeros planos y detalles de objetos cotidianos, consiguen introducir al lector de manera tan seductora como efectiva en el personal universo de Georgia O` Keeffe. Este cómic es la mejor guía para conocer el corazón de la artista americana; solo puedo recomendar ávidamente su lectura. No se me ocurre mejor manera de prepararse para la intensa experienci­a que supone acudir a las salas del Museo Thyssen- Bornemisza y enfrentars­e cara a cara con el extenso conjunto de más de ochenta obras reunidas en esta exposición; o lo que es lo mismo, ochenta fragmentos del alma de Georgia.

El cómic de María Herreros es el perfecto complement­o de la exposición del Museo Thyssen-Bornemisza

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cus), de 1939.
Retrato de Georgia O`Keeffe (1920-1922), de Alfred Stieglitz. Impresión en gelatina de plata. Al fondo, el cuadro de O’Keeffe Sin título (Hibis cus), de 1939.
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 ??  ?? Páginas de Georgia O`Keeffe (2021), de María Herreros. Lápiz sobre papel (arriba) y color digital (abajo). Herreros recrea el retrato fotográfic­o de Stieglitz que vimos en la página anterior de este reportaje.
Páginas de Georgia O`Keeffe (2021), de María Herreros. Lápiz sobre papel (arriba) y color digital (abajo). Herreros recrea el retrato fotográfic­o de Stieglitz que vimos en la página anterior de este reportaje.
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O`Keeffe (2021), de María Herreros. Lápiz sobre papel y color digital.
En ella se muestra al galerista y fotógrafo Alfred Stieglitz observando por primera vez, con ojos inmensamen­te abiertos y fascinados, los dibujos tempranos de Georgia O’Keeffe.
Página de Georgia O`Keeffe (2021), de María Herreros. Lápiz sobre papel y color digital. En ella se muestra al galerista y fotógrafo Alfred Stieglitz observando por primera vez, con ojos inmensamen­te abiertos y fascinados, los dibujos tempranos de Georgia O’Keeffe.
 ??  ?? Arriba, retrato de Georgia O`Keeffe (1918), de Alfred Stieglitz. Impresión en gelatina de plata. Sobre estas líneas y a la izquierda, páginas de Georgia O`Keeffe
(2021), de María Herreros. Lápiz sobre papel y color digital.
Arriba, retrato de Georgia O`Keeffe (1918), de Alfred Stieglitz. Impresión en gelatina de plata. Sobre estas líneas y a la izquierda, páginas de Georgia O`Keeffe (2021), de María Herreros. Lápiz sobre papel y color digital.
 ??  ?? De izda. a dcha. y de arriba abajo: Abstracció­n (modelado, 1916; vaciado, 19791980), de Georgia O`Keeffe, bronce lacado en blanco; la artista después de regresar de Nuevo México (1929, Stieglitz); páginas de Georgia O`Keeffe
(2021), de María Herreros.
De izda. a dcha. y de arriba abajo: Abstracció­n (modelado, 1916; vaciado, 19791980), de Georgia O`Keeffe, bronce lacado en blanco; la artista después de regresar de Nuevo México (1929, Stieglitz); páginas de Georgia O`Keeffe (2021), de María Herreros.
 ??  ?? Doble página de Georgia O`Keeffe (2021), de María Herreros. Lápiz sobre papel y color digital. Herreros plasma a la perfección el apego a la naturaleza de O’Keeffe frente al carácter urbanita de Stieglitz.
Doble página de Georgia O`Keeffe (2021), de María Herreros. Lápiz sobre papel y color digital. Herreros plasma a la perfección el apego a la naturaleza de O’Keeffe frente al carácter urbanita de Stieglitz.
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(1925), óleo sobre lienzo, ambos de G. O’Keeffe. Debajo, páginas de Georgia
O`Keeffe (2021), de María Herreros. Lápiz sobre papel y color digital.
Aquí, Ritz Tower (1928), óleo sobre lienzo; arriba dcha., Calle de NuevaYork con luna (1925), óleo sobre lienzo, ambos de G. O’Keeffe. Debajo, páginas de Georgia O`Keeffe (2021), de María Herreros. Lápiz sobre papel y color digital.
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sol N.Y.( 1926), de Georgia O`Keeffe. Óleo sobre lienzo. En medio y derecha, páginas de Georgia O`Keeffe (2021), de María Herreros. Lápiz sobre papel y color digital.
Izquierda, El Hotel Shelton con manchas de sol N.Y.( 1926), de Georgia O`Keeffe. Óleo sobre lienzo. En medio y derecha, páginas de Georgia O`Keeffe (2021), de María Herreros. Lápiz sobre papel y color digital.
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llanuras (1919), de Georgia O`Keeffe. Óleo sobre lienzo. A la derecha, arriba y abajo, páginas de Georgia O`Keeffe (2021), de María Herreros. Lápiz sobre papel y color digital.
Sobre estas líneas, Serie I. Desde las llanuras (1919), de Georgia O`Keeffe. Óleo sobre lienzo. A la derecha, arriba y abajo, páginas de Georgia O`Keeffe (2021), de María Herreros. Lápiz sobre papel y color digital.
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O`Keeffe (2021), de María Herreros. Lápiz sobre papel y color digital. Arriba, Mi patio delantero, verano (1941), de Georgia O`Keeffe. Óleo sobre lienzo.
Sobre estas líneas, páginas de Georgia O`Keeffe (2021), de María Herreros. Lápiz sobre papel y color digital. Arriba, Mi patio delantero, verano (1941), de Georgia O`Keeffe. Óleo sobre lienzo.
 ??  ?? Pelvis IV (1944), de Georgia O`Keeffe –óleo sobre tabla; arriba–, y su recreación por María Herreros en Georgia O’Keeffe (2021).
Pelvis IV (1944), de Georgia O`Keeffe –óleo sobre tabla; arriba–, y su recreación por María Herreros en Georgia O’Keeffe (2021).
 ??  ?? Página de Georgia O`Keeffe (2021), de María Herreros. Lápiz sobre papel y color digital. En ella recrea los objetos que la artista recogía en sus paseos por la naturaleza –conchas, piedras, huesos– y que acabaron siendo auténticos iconos de la pintura de Estados Unidos.
Página de Georgia O`Keeffe (2021), de María Herreros. Lápiz sobre papel y color digital. En ella recrea los objetos que la artista recogía en sus paseos por la naturaleza –conchas, piedras, huesos– y que acabaron siendo auténticos iconos de la pintura de Estados Unidos.

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