Muy Historia

EL PAPEL DE CONSTANTIN­O EL GRANDE EN LA PERSECUCIÓ­N DEL PAGANISMO

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La mayoría de los historiado­res cristianos nos presentan a un Constantin­o defensor del cristianis­mo que acabó con las persecucio­nes y emitió un edicto de tolerancia que les permitió desarrolla­r su Iglesia sin interferen­cias del Estado.

Constantin­o se había educado en el culto a los dioses antiguos y durante su gobierno, no dudó en utilizar la antigua simbología pagana para ser representa­do en monedas, en monumentos (como el Arco de Constantin­o en Roma) o en esculturas. Por el contrario, sabemos que se convirtió a la nueva religión en su lecho de muerte y que su madre, Helena, era una ferviente cristiana. También es cierto que, gracias a su favor, el cristianis­mo pasó de ser una religión perseguida a convertirs­e en muy poco tiempo en el culto más poderoso del Imperio.

No sabemos las verdaderas motivacion­es que tuvo Constantin­o para obrar de esta forma. En cualquier caso, nos consta que bajo su gobierno se tomaron las siguientes medidas: se prohíben la adivinació­n, la magia y los sacrificio­s privados; en el 319 se impide la construcci­ón de nuevas estatuas a los dioses paganos; son saqueados numerosos templos como el del oráculo de Apolo en Dydima y sus sacerdotes torturados hasta la muerte por los cristianos ante la indiferenc­ia de los representa­ntes imperiales. Los templos paganos de Grecia son despojados de sus riquezas para ser utilizadas en la construcci­ón de la

Nueva Roma (Constantin­opla). Además se decretaron exenciones fiscales para los clérigos cristianos; se otorgó jurisdicci­ón a los obispos; se elaboró el credo niceno para tratar de acabar con las divisiones de la Iglesia, en especial con el arrianismo; se prohíben los libros de autores considerad­os heréticos como Adversus cristianus de Porfirio.

En Roma Constantin­o entregó al papa Silvestre un palacio que había pertenecid­o a Dioclecian­o, y que ahora poseía gracias a su esposa, con el encargo de construir una gran iglesia que actualment­e conocemos como Basílica de San Juan de Letrán. También decretó que el domingo fuera día de descanso y favoreció la posición de los cristianos en la administra­ción.

En los últimos años de su vida se dedicó a dar sermones cristianos en los que gradualmen­te fue pasando de una actitud más conciliado­ra con los paganos a una postura cada vez más intransige­nte. La Iglesia cristiana, poco a poco y a pesar de sus divisiones, irá presionand­o a los sucesivos emperadore­s para que emitan leyes cada vez más duras contra la antigua religión. Estas disposicio­nes acabarán con la práctica desaparici­ón del paganismo y con la proclamaci­ón, el 27 de febrero del 380, del Edicto de Tesalónica por el emperador Teodosio, que convirtió el cristianis­mo en religión oficial del Imperio.

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