TÚSCULO, RESIDENCIA PAPAL
Enclavada en el corazón de los Montes Albanos, en un paisaje colinar dominado por lagos volcánicos y castillos enriscados, Túsculo es hoy una de las áreas arqueológicas más importantes de la comarca de los Castillos Romanos, de entre los que destaca el de Castel Gandolfo (en la imagen), pequeña ciudad en la que se encuentra el palacio pontificio y las villas anexas que son hoy residencia veraniega de los papas y, por tanto, territorio del Vaticano; una realidad que subraya la íntima relación entre este territorio y la historia de los sumos pontífices.
La memoria de Túsculo hunde sus raíces en el pasado etrusco. En el siglo IV a. C. se constituyó en municipio dotado con todas las infraestructuras típicas de las ciudades antiguas. Tras la progresiva desorganización del mundo romano, a lo largo de los siglos que separan la Antigüedad de la Edad Media, su centro urbano se fortificó y sus tierras terminaron por entrar en el patrimonio de la Iglesia. Durante la segunda mitad del siglo X, el castillo y su entorno rural fueron cedidos a Gregorio por los papas, a través de un contrato de enfiteusis, que, a cambio de un censo anual, garantizaba una posesión de los bienes casi perpetua. Gregorio acabó por privatizar tales bienes en el seno de su familia y Túsculo se convirtió en el centro de la potencia política de su descendencia, conocida desde entonces como la de los condes del mismo nombre. Durante el siglo XII, el enclave fue también testigo de las guerras entre el emperador Federico Barbarroja y la comuna de Roma. La búsqueda de nuevos equilibrios políticos llevó a la destrucción de Túsculo en 1191. Sus ruinas son el centro de campañas de excavación arqueológica dirigidas desde 1994 por la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma (EEHAR), dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).