LAS CUATRO DOCTORAS DE LA IGLESIA
Santidad declarada, ortodoxia en la fe, eminencia en la doctrina e influjo benéfico en las almas. Esos son los requisitos para acceder al selecto club de los doctores de la Iglesia. Desde los cuatro primeros –san Jerónimo, san Agustín, san Ambrosio y san Gregorio Magno, promovidos en 1295– hasta el último, san Ireneo, en 2022, la nómina alcanza los 37 nombres. De ellos, solo cuatro son mujeres (abajo, de izda. a dcha.).
Dos lo fueron en 1970, «nuestra» santa Teresa de Jesús, la mística que fundó la orden de los Carmelitas Descalzos, y santa Catalina de Siena, que guio a los hombres más poderosos de su tiempo, el siglo XIV, con las tribulaciones del cisma de Aviñón que sacudió a la Iglesia en los últimos años de vida de la dominica. La Doctora del Amor santa Teresita del Niño Jesús, Teresa de Lisieux, se incorporó a la lista en 1997, y no hay más que visitar esa localidad normanda para apreciar su legado, sustanciado en los miles de peregrinos que visitan su santuario cada día. La «santa más grande de todos los tiempos», en palabras de Pío X, murió a los veinticuatro años de tuberculosis, pero, en su corta vida, emocionó a una legión de seguidores con sus intuiciones espirituales y la belleza de su autobiografía, Historia de un alma.
Finalmente, la abadesa benedictina Hildegard von Bingen, llamada la sibila del Rin, fue promovida en 2012. Excelente compositora y visionaria, fue, además, una notable científica y un referente para la literatura mística merced a sus obras Scivias, Liber vite meritorum y Liber divinorum operum.
Actualmente, hay varias mujeres en «lista de espera», por así decirlo, aunque el proceso puede demorarse años. Brígida de Suecia, Juliana de Norwich, Veronica Giulani o la filósofa y mártir de origen judío Edith Stein, copatrona de Europa y canonizada por Juan Pablo II en 1998, acreditan méritos suficientes para obtener el «doctorado».
pontífice —el abogado Antonio Milo di Villagrazia, monseñor Edoardo Prettner Cippico, más tarde involucrado en un sonoro escándalo financiero y de espionaje, y el arquitecto y conde Enrico Galeazzi— se pusieron en contacto con la hermana Pascalina para notificarle sus planes de ponerlo a salvo en la villa de Galeazzi. Aquel operativo lo supervisó la misma monja, quien, al ir a inspeccionar el recinto, trepó por un muro, resbaló y se rompió un tobillo. ¿Cómo se llama la biografía que Paul I. Murphy escribió sobre ella? Han acertado: La papisa.
Grandes profesionales han trabajado y trabajan en la Ciudad del Vaticano, donde el número de empleadas representa ya más del 24 % del total. Ese fue el caso de la arqueóloga Hermine Speier, la primera mujer contratada por los Museos Vaticanos, institución que hoy dirige otra mujer, Barbara Jatta, guardiana de la Capilla Sixtina y antes directora de la Biblioteca Vaticana.
Otra laica, Raffaella Petrini, fue nombrada por Francisco secretaria general del Governatorato, que se encarga de supervisar la administración y de coordinar los distintos órganos. Y en una lista que publicó la BBC en 2022 con las cien mujeres más influyentes e inspiradoras del mundo, había una monja del Vaticano, Nathalie Becquart, subsecretaria del Sínodo de los Obispos y, por tanto, la primera mujer con derecho a voz y voto en un sínodo. «Las mujeres son un regalo —ha señalado el papa argentino—. Dios no creó al hombre y luego le dio un perro faldero para que jugara con él. Creó a ambos por igual, al hombre y a la mujer».
Alejandro VII abrió una investigación por el desfalco cometido por Olimpia a la muerte de Inocencio X