ARNAUD AMAURY: LA CRUELDAD DE LA ORTODOXIA
Estamos ante el que es muy posiblemente el personaje que ha concentrado mayor atención como ejemplo de la sanguinaria unión entre la cruz y la espada durante toda la Edad Media. Quién no conoce la masacre que mandó organizar Arnaud Amaury (1160-1225) en 1209, perpetrada con la intención de acabar con los albigenses de Béziers, ciudad situada en el sur de Francia. Pero, sobre todo, quién no recuerda la frase con la que habría intentado justificar esa acción tan terrible, dirigida de modo indiscriminado contra todos los habitantes de la ciudad, mandando asesinar en ella a herejes y católicos: «matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos». Ahora bien, muy probablemente, la frase nunca fuera pronunciada por Amaury tal y como es habitual citarla en la actualidad. El arzobispo de Narbona (que había sido también, en su juventud, abad de Poblet y uno de los hombres principales de la orden del Císter) fue tan cruel como su propio tiempo, pero la crítica histórica debe reconocer que la fuente que recoge la cínica frase, el Dialogus Miraculorum, fue escrita con posterioridad a los hechos que describe y, muy posiblemente, debe más a la intención propagandística de su autor, el abad cisterciense Cesario de Heisterbach, que a la realidad de unos hechos que no necesitan de exageraciones literarias para ser considerados en toda su crudeza. De hecho, la violenta acción represora de Arnaud Amaury, así como la obra literaria de Heisterbach, son útiles para entender la mentalidad de una época, así como el horizonte intelectual de los principales impulsores de la cruzada contra los albigenses: la represión total de la herejía, llevada hasta sus últimas consecuencias a cualquier precio, y la infinita sabiduría de Dios, única fuente de misericordia para aquellos hombres que nunca conocieron esa misma misericordia. Una forma de pensar y actuar que está tremendamente lejos del mensaje del Evangelio, pero muy cerca de una realpolitik que nunca ha cesado de cosechar víctimas.