Muy Historia

EL ANILLO DEL PESCADOR

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El ritual ha sido el mismo durante siglos y siglos. Tras la muerte del sumo pontífice, y en el transcurso de la primera de las congregaci­ones cardenalic­ias, el camarlengo es el encargado de inutilizar el símbolo del poder papal: el anillo del Pescador. Según la tradición, debe acometer su triste tarea con un martillo de plata hasta deformar el gran sello con la imagen de san Pedro. De los mil y un actos litúrgicos, este ha sido siempre uno de los más emotivos; normal, pues supone el final del reinado del pontífice y la aceptación de que la poltrona de la Santa Sede queda vacante. Así, hasta que Benedicto XVI cedió el testigo a Francisco en vida allá por 2013. En ese caso, y tal y como informó por entonces el Vaticano, «se rayó con una cruz para anularlo». Porque hasta las prácticas más arraigadas en el seno de la Iglesia evoluciona­n.

Este anillo es el sello personal del sumo pontífice. Recibe su nombre de la imagen que lleva grabada: san Pedro, con sus redes, pescando en una barca. Un guiño a la frase que Jesucristo le espetó a este apóstol y a su hermano en el mar de Galilea: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Está elaborado en oro macizo y, a pesar de lo que se suele repetir, no es destruido a martillazo­s, sino inutilizad­o por el camarlengo. Después se funde y, con el material resultante, se fabrica la joya que lucirá en el dedo anular del nuevo líder de la Iglesia. A nivel histórico su origen no está nada claro, aunque se cree que el primer papa en usarlo para estampar documentos oficiales fue Clemente IV en 1265. Con todo, hubo que esperar hasta el siglo XV para que su uso se generaliza­ra.

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