UNA CIUDAD MARCADA PARA SIEMPRE
Si la ciudad de Toledo no es una ciudad más en la Historia de España, se debe a que tuvo un momento que la marcó y definió para siempre, y que en todos los episodios que vinieron después, prácticamente siempre estuvo presente. Por supuesto, nos referimos a su condición de urbs regia, de capital del regnum Gothorum. Desde mediados del siglo VI en adelante ya nada fue igual. A pesar de la invasión árabe y de los más de tres siglos en que estuvo en poder de los musulmanes, Toledo tenía algo especial y diferente tanto para cristianos como para musulmanes e incluso para los judíos, puesto que la comunidad judaica más relevante de España estuvo en Toledo. En el caso cristiano lo justificamos con múltiples manifestaciones. Hacia Asturias se retiraron y huyeron un buen número de toledanos y el influjo de la antigua capital goda estuvo muy presente en el desarrollo del Reino de Asturias. Así, en tiempos del rey Alfonso II Oviedo se convirtió en la «nueva Toledo» y una buena muestra de ello es este extracto de la «… y todas estas casas del Señor las adornó con arcos y con columnas de mármol, y con oro y plata, con la mayor diligencia posible y, junto con los regios palacios, las decoró con diversas pinturas; y todo el ceremonial de los godos, tal y como había sido en Toledo, lo restauró por entero en Oviedo, tanto en la Iglesia como en el Palacio (traducción de Gil Fernández, Moralejo y Ruiz de la Peña)». Si avanzamos en el tiempo y nos situamos en el fundamental año del 1085, la reconquista de Toledo por parte del rey de León y de Castilla Alfonso VI fue un hecho que resonó en el norte cristiano, en el sur musulmán y en gran parte de Europa porque significaba recuperar la vieja capital goda. Cuando Alfonso VII el Emperador murió en el año 1157 no fue enterrado en León, ciudad en la que fue proclamado y coronado emperador, no fue enterrado en Santiago de Compostela, ciudad del apóstol, ni tampoco fue enterrado en Burgos, cabeza de Castilla, sino que lo fue en Toledo, siendo así el primer rey cristiano que lo hacía desde los reyes godos. Puro simbolismo. En época del rey castellano Alfonso VIII, el arzobispo de Toledo Jiménez de Rada consiguió mediante bula papal que se confirmase la primacía eclesiástica de
Toledo sobre el resto de iglesias españolas amparada en su pasado visigodo. Pero hay más razones amparadas en el pasado godo de Toledo como podríamos ver con la dinastía Trastámara, con el emperador Carlos V, con el Siglo de Oro o con la llegada de los Borbones. Es más, la urbe del Tajo siempre utilizó su regio pasado godo para múltiples reivindicaciones y un momento muy especial fueron los siglos XVI y XVII cuando el neogoticismo o visigotismo vivió una efervescencia superior a la habitual tal y como se refleja en las Historias toledanas que escribieron varios autores. Uno de los más destacados fue Francisco de Pisa, que dice lo siguiente sobre la fuerte relación de su ciudad con los reyes godos: «dándole título y dignidad de Civitas Regia, o Ciudad Real, y de cabeça de las Españas».
En el caso musulmán, el significado de Toledo como capital del reino que conquistaron siempre estuvo presente en múltiples episodios y, por esta razón, una vez que la perdieron, tanto almorávides como almohades quisieron recuperarla sin éxito. Para los musulmanes Toledo también fue mucho más que una ciudad.