Fuera de control
INFORMES SOBRE LA BOMBA ATÓMICA O DESPUÉS DE OPPENHEIMER
Hacía tiempo que no me encontraba con una proyección tan conmovedora como Fuera de control. Informes sobre la bomba atómica (2023) de la artista Beatriz Caravaggio, autora de trabajos tan destacados como Different Trains (2016), Los obstáculos (2008) o Más que palabras (2006). Motivado por el estreno en España de Oppenheimer (2023) de Christopher Nolan, y habiendo revisado otros filmes que podían relacionarse con esta película, me desplacé hasta la sala de exposiciones de la Fundación BBVA de Madrid, donde se proyectaba Fuera de control. Toda la desazón y el desencanto que experimenté en la segunda mitad de la película de Nolan (me parece excesivamente larga, pero también superficial ya que se olvida por completo de las víctimas), quedaron eclipsados por este magnífico trabajo de Beatriz Caravaggio, que desborda el formato de película convencional y traza una brevísima e intensa historia de los experimentos nucleares relacionados con la carrera armamentística. A través de una proyección horizontal (más ancha que la pantalla al uso), se nos muestran imágenes de archivo desde cuatro puntos de vista diferentes, acompañadas de textos que, en su mayor parte, fueron documentos secretos y luego desclasificados. En cincuenta y cinco minutos, esta videoartista construye un mapa único y singular que nos conduce al horror de los experimentos y las pruebas atómicas con una carga crítica y lúcida muy poco habitual. Si Lluvia negra (1989), La tumba de las luciérnagas (1988) e Hiroshima Mon Amour (1959) son cintas de ficción antibelicistas llenas de humanismo sobre la Segunda Guerra Mundial que empatizan con las víctimas en sus sufrimientos, Fuera de control se centra, sobre todo, en algunos de los experimentos nucleares acaecidos tras Hiroshima y Nagasaki. Así, en su trabajo, se cuestiona la utilización interesada y partidista de la ciencia y su capacidad destructiva cuando esta ignora la ética y se aleja de los intereses de los seres humanos. La cantidad de documentación visual, sonora y textual que nos ofrece Beatriz Caravaggio en esta obra da una buena idea de la capacidad destructiva de los ejércitos, los gobiernos y el poder en esa carrera que avanza hacia ninguna parte. Después del lanzamiento de las primeras bombas atómicas se han desarrollado y perfeccionado otros sistemas de destrucción nuclear que han llegado a multiplicar por tres mil la capacidad destructiva de Little Boy y Fatman (sobrenombres de aquellos angelitos caídos del cielo). Este ensayo visual, que oscila entre la película documental y la instalación, resulta el antídoto perfecto para las incomprensibles elipsis de empatía de Nolan hacia las víctimas de aquel desastre. Es cierto, se critica a la derecha y la ultraderecha estadounidense, pero se ignora nuevamente (como hizo el propio Barack Obama en Hiroshima en 2016 al no pedir perdón en nombre de su país) a quienes sufrieron las consecuencias de aquella atrocidad.
LLUVIA NEGRA Y LOS EFECTOS INVISIBLES DE LA BOMBA NUCLEAR
Lluvia negra (1989) de Shôhei Imamura es otra de las películas que se ocupa de las consecuencias de la utilización de armas nucleares, en concreto de lo sucedido en la ciudad de Hiroshima. Lo más interesante es que esta indaga en la invisibilidad de los efectos de la bomba nuclear en la población civil, y lo hace en dos niveles. Por un lado, examina las enfermedades derivadas de la radiación que no resultan visibles ni espectaculares, aquellas que apenas se pueden detectar en un nivel físico externo, pero que residen en el interior de las víctimas. De otro lado, señala un mal social que muy pocas cintas abordan, el sufri
miento y las dificultades de las personas «contaminadas», quienes son tratados por sus congéneres «limpios» como auténticos apestados, y han de justificar (incluso con documentos) su estado de salud para integrarse en ese nuevo Japón subordinado a los EE. UU. La utilización del flashback (pensemos en la relación de este recurso con la memoria individual e histórica) y la fotografía en blanco y negro (coherente con la oscuridad derivada del estallido de la bomba nuclear y también con el tono documental), hacen de este largometraje una referencia ineludible para repensar los efectos que tuvieron los bombardeos en la población civil.
LUCIÉRNAGAS COMO BOMBAS INCENDIARIAS
Un año antes de Lluvia negra se había estrenado en Japón la película La tumba de las luciérnagas, basada en el relato de Akiyuki Nosaka de 1957, que se transformó en un anime en 1988 de la mano de Isao Takahala. Esta historia no guarda relación directa con los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, pero sí con los efectos devastadores de la guerra en territorio japonés. El argumento (parcialmente autobiográfico; Nosaka vivenció esa misma situación aunque de otra manera) es el de dos hermanos huérfanos que tratan de subsistir a las consecuencias funestas de los recurrentes bombardeos sucedidos en Kobe entre febrero y septiembre de 1945. Kobe no era una ciudad tan poblada como Tokio, no obstante, sufrió el mismo tipo de castigo: ataques con bombas incendiarias que se ocupaban de arrasar el territorio, a sabiendas de que la mayoría de las construcciones eran de madera y de papel. La estrategia desarrollada en Kobe fue idéntica a la utilizada en Tokio, pero allí el número de fallecidos superó al de las bombas atómicas: murieron 110 000 personas, hubo cerca de 40 000 heridos y un millón de desplazados. En Kobe las cifras resultaron más moderadas, pero los mismos sujetos que protagonizan la película de Takahala, dos niños huérfanos debido a los bombardeos indiscriminados, se encontraban en Tokio a millares. Posteriormente se han realizado dos versiones de no animación de esta misma historia que no han logrado alcanzar la calidad de esta película dibujada. A pesar de que su acogida fue gélida en 1989, el paso del tiempo la ha
Kobe, menos poblada que Tokio, sufrió el mismo tipo de castigo: bombas incendiarias que arrasaron el territorio
convertido en una de las más grandes películas sobre la guerra de todos los tiempos, como apuntaba el gran crítico de cine estadounidense Roger Ebert.
HIROSHIMA MON AMOUR
Hiroshima Mon Amour fue rodada por Alain Resnais en 1959 con guion de Marguerite Duras. En un principio el proyecto estaba concebido como un documental semejante a Noche y niebla (1956), sobre los campos de concentración y exterminio alemanes. La película denunciaba esos hechos con material visual inédito rodado por los nazis en los campos, pero extendía la responsabilidad de lo acaecido, no solo a Alemania, sino a toda Europa. Sin embargo, Resnais no quiso repetir la misma fórmula con Hiroshima Mon Amour y el proyecto se transformó en su primer largometraje de ficción. En este asistimos de nuevo a las funestas consecuencias de la guerra (y escribo «la guerra», porque no solo se refiere al bombardeo de Hiroshima sino también al propio territorio francés, Nevers, donde transcurre buena parte de la película). El antibelicismo de Duras y Resnais pone en tela de juicio también a los vencedores. Por un lado, se critica la actitud de los habitantes de Nevers, que asesinan a un soldado alemán enamorado de una adolescente francesa (a la que rapan y maltratan física y psicológicamente), y, por otro, se cuestiona el papel desempeñado por el ejército de EE. UU. en la Segunda Guerra Mundial, en concreto en Hiroshima. Tanto la mujer francesa que se enamoró del soldado alemán asesinado en Nevers, como el arquitecto japonés que se enamora de esa misma mujer francesa (aparentemente rehabilitada, y que ahora se encuentra en Hiroshima) son víctimas de las fatalidades de la guerra, pero especialmente de los traumas invisibles que sufre gran parte de la población, sea cual sea su bando o nacionalidad. Y, llegados ya a este punto, el final, me gustaría preguntar: ¿dónde están las víctimas civiles en su película, señor Nolan, o acaso la única fue George Oppenheimer?
El antibelicismo de Duras y Resnais en Hiroshima mon amour pone en tela de juicio también a los vencedores