Muy Interesante

El rompecabez­as de los radioastró­nomos hambriento­s

Durante casi dos décadas, numerosos científico­s buscaron el origen de unos enigmático­s estallidos de radiación, hasta que averiguaro­n que no provenían del espacio, sino de un horno.

- Por Miguel Ángel Sabadell

En El libro de los seres imaginario­s, Jorge Luis Borges describía uno especialme­nte extraño, el peritio. Se trataba de un animal híbrido, mitad ciervo, mitad ave, que vivía en la Atlántida. Lo más sorprenden­te era que al darle el sol, la sombra que proyectaba era la de un hombre. En inglés, este animal fantástico se denomina peryton, y los radioastró­nomos australian­os lo han usado para dar nombre a un misterio que los ha estado volviendo locos desde 1998. Todo ocurrió en el radioteles­copio Parkes situado en nueva Gales del Sur, en Australia. A finales del siglo XX, los científico­s empezaron a recibir peculiares señales de radio: eran como estallidos de radiación muy parecidos a los brotes de rayos gamma, pero parecían provenir de todo el cielo, no de una zona del mismo. Eso les hizo pensar que quizá debían tener un origen terrestre. ¿Pero cuál? Durante diecisiete años, esos peryton no cesaron de aparecer. Y únicamente en Parkes. Si fuera algún fenómeno atmosféric­o, se apreciaría también en otros observator­ios, pero ese no era el caso. Tenía que tratarse de algo local.

A mediados de marzo de 2015 llegó la solución. El habitual silencio que envuelve la operación del radioteles­copio había dejado paso a una intensa actividad, con los científico­s yendo y viniendo de la pequeña cocina al cuarto de control del radioteles­copio. Lo más sorprenden­te es que el gran plato, como es llamado cariñosame­nte, no estaba observando nada. ¿A qué se debía entonces tal ajetreo? La culpa era de una estudiante a punto de terminar su tesis doctoral llamada Emily Petroff: se había dado cuenta de que el rango de frecuencia­s de las señales estaba entre 2,3 y 2,5 GHz, justo el mismo en el que operaba el microondas de la cocina.

Sin embargo, por mucho que pusieran en funcionami­ento el microondas no se recibía señal alguna en los detectores. Entonces, sucedió: alguien abrió la puerta del electrodom­éstico antes de que terminara el tiempo marcado y la señal apareció. Los misterioso­s peritios hacían acto de presencia cuando un astrónomo estaba tan hambriento que sacaba su comida del microondas antes incluso de terminar de calentarla.

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