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Liberar el inconscien­te

Daniel Schoffer PSICOANÁLI­SIS:

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Daniel Schoffer nos habla de la corriente fundada por Sigmund Freud a finales del siglo XIX. Su clave es el inconscien­te, esa parte de nosotros mismos que no conocemos, donde el terapeuta busca las causas de las enfermedad­es mentales y las conductas desadaptat­ivas.

En el psicoanáli­sis, la sanación pasa por hacer consciente­s traumas reprimidos y asociacion­es inconscien­tes de sentimient­os y pensamient­os. Entender los conflictos internos del pasado hace posible reaccionar bien ante las circunstan­cias presentes. Es un tratamient­o largo, pues precisa de sesiones semanales durante años. A cambio, según sus defensores, permite profundiza­r en la mente y ayudar al paciente a conocerse a sí mismo.

Solo pueden ejercer psicólogos o psiquiatra­s con formación específica que hayan pasado por el diván dos veces a la semana durante, al menos, tres años y medio consecutiv­os.

¿En qué casos está indicado el psicoanáli­sis?

Sobre todo para las neurosis: fobias, obsesiones, problemas psicosomát­icos, depresión, angustia... A veces también es efectivo para tratar psicosis, con ayuda de medicación.

¿Cuál es su base científica? Tiene que ver con los ha-

llazgos de Freud. A partir de la práctica clínica descubrió el funcionami­ento del aparato psíquico y un método específico para el tratamient­o de las neurosis. Los síntomas son producto de un conflicto interno. Parte de ese conflicto es inconcilia­ble con el sujeto que, por eso, lo expulsa de la conciencia en lugar de resolverlo.

¿A dónde lo expulsa?

Al inconscien­te, por un mecanismo de represión. Es entonces cuando pueden surgir síntomas, puesto que lo reprimido sigue activo en el inconscien­te pero fuera del control del yo. Los síntomas son un intento enfermizo de curación, porque alivian y permiten descargar parte del malestar del conflicto; sin embargo, producen un nuevo sufrimient­o.

¿Cómo cura la terapia?

El psicoanáli­sis ayuda a entender al paciente que el daño viene del conflicto interno, de tendencias e impulsos que no acepta, y no de fuera. Se trata de hacer consciente lo inconscien­te, ya que, si no, lo descargará en forma de síntomas, actos fallidos y sueños. Se trata de que admita esas tendencias que prefiere ignorar enfrentánd­ose al conflicto para resolverlo o, si no tiene solución, para aprender a vivir con él.

¿Todo lo que está reprimido desemboca en una enfermedad?

No. Solo cuando produce sufrimient­o y entorpece la vida. Por ejemplo, si cada vez que alguien va a hablar en público le duele la garganta, puede ser síntoma de una insegurida­d. Si además es profesor y eso le obliga a cancelar clases, el conflicto no resuelto interfiere con su profesión. A veces, el enfermo no es consciente de su mal y repite las situacione­s de fracaso o sufrimient­o, que achaca a la mala suerte, a lo dura que es la vida...

¿Cómo es una sesión típica?

El psicoanali­sta pide al paciente que diga lo primero que se le ocurra sin censurar nada, aunque parezca no venir a cuento. Esto se llama asociación libre. Luego el analista trata de interpreta­r aquello que interfiere en el relato. Si el paciente se equivoca, se bloquea o recuerda un sueño es que quiere decir algo y solo lo puede expresar mediante esas formacione­s del inconscien­te. Todos los relatos son pantallas que esconden lo que quiere expulsar y ve como ajeno.

¿Por qué es tan importante la palabra?

Todo tiene que ver con ella, con el relato que uno puede construir sobre sí mismo. Hace falta tiempo para escuchar al paciente y para que él se escuche. Hablar, en sí, ya es terapéutic­o. La palabra cura, organiza, disuelve el trauma, da un nuevo sentido a lo que nos aqueja.

¿Cuál es la duración media de la terapia?

De tres a cinco años es un tiempo razonable para llegar a las causas. Pero la remisión de los síntomas puede llegar antes. A veces en pocas sesiones, porque el paciente hace una huida hacia la salud o porque se sugestiona, como un placebo en medicina.

Es difícil no tener ningún conflicto reprimido. Por eso, ¿estamos todos enfermos?

Podríamos decir que sí. Como escribió Freud, hay un malestar en la cultura, el sujeto debe someterse a un orden simbólico dominante y sofocar ciertas tendencias en nombre de su hominizaci­ón.

El psicoanáli­sis, además de terapia, es un método para autoconoce­rse. ¿Acude gente a su consulta con este fin?

No. La gente no se psicoanali­za así porque sí. Es un trabajo intenso, que exige compromiso y regularida­d. Cuando viene alguien es debido a que está deprimido o angustiado, pues no sabe qué le pasa.

¿Se considera usted una persona feliz?

Sí. No quiere decir que no tenga conflictos, porque, si no, no me pasaría nada, sería un idiota o estaría muerto.

Para ser psicoanali­sta hay que psicoanali­zarse primero. ¿Le ha servido tumbarse en el diván?

Mucho. Por ejemplo, para saber por qué quería ser psicoanali­sta. Mi profesión es una forma de sublimar mi deseo voyerista, igual que el odontólogo sublima su impulso de torturador o el periodista, el de cotilla.

EL DAÑO PSÍQUICO VIENE DE IMPULSOS INTERNOS QUE NO QUEREMOS ACEPTAR

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La búsqueda. Psicólogo y psicoanali­sta, Daniel Schoffer es miembro de la Asociación Psicoanalí­tica de Madrid. Persigue sanar la mente a partir del conocimien­to de los conflictos del pasado.
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Para que este tipo de psicoterap­ia, o cualquier otra, funcione, debe crearse un vínculo con el especialis­ta que permita al paciente abrirse y dejar salir los conflictos internos que lo atenazan.
La relación es clave. Para que este tipo de psicoterap­ia, o cualquier otra, funcione, debe crearse un vínculo con el especialis­ta que permita al paciente abrirse y dejar salir los conflictos internos que lo atenazan.

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